Capítulo 5: Al fin alguien interesante.

Me sudan las manos, desde ese día que esperaba conocer a la muchacha, pero no se presentó a la cena, en su propia casa, alegando estaba indispuesta, y debido a esto mi genio ha sido un desastre. 

Sin embargo, una ligera silueta pude ver cuando abrí por equivocación la puerta de su habitación, creyendo era el baño. Aunque me disculpé enseguida, de ella no salió sonido alguno. No he conseguido sacarme de la mente su cuerpo levemente iluminado por la luz que entraba desde su ventana.

Pero hoy, no tiene escapatoria, aunque ni siquiera sepa que Piero Castelli está al acecho.

Tomo asiento en la fila delantera, igual que siempre. Me sumerjo en el folleto de presentación buscando nadie me moleste, mientras van llegando los invitados del evento, que es muy privado al ser un adelanto, de vez en cuando miro a la pasarela para ver si ella es visible.

Llega José Manterola con su mujer, quien tiene un rostro como si desayunara, almorzara y cenara limón. Massimo toma su lugar, se apagan las luces y comienza el desfile. José se encuentra sentado a mi lado izquierdo, le susurra a su mujer que el chofer está disponible para que la lleve en cualquier momento a casa.

Nada más aparece la primera modelo y la mujer se va. Tratando de hacerme un poco el loco, le pregunto a José. 

-¿Es esa su hija?

-No, mi niña modelará solo tres vestidos, el último de cada ronda. 

-Como su mujer se fue tan molesta.

-Mi mujer no está de acuerdo con esto, pero tendrá que vivir con ello – me sonríe y ponemos atención a la pasarela nuevamente -.

Sin dame cuenta, el folleto en mis manos ya no existe, es apenas un rollo arrugado de papel. Van pasando los modelos, Giacomo ha conseguido diseños sencillos y espectaculares a la vez, ese hombre es un genio. Pensar en eso me calma un poco. 

Sale la última pareja de modelos y unos segundos después aparece una chica con un vestido casual, hasta bajo la rodilla ajustado a su cuerpo, sus ojos castaños me fascinan, al diablo el diseño de Giacomo, me quedo con el diseño de Dios.

Es bellísima, pequeña, menuda, pero con una curvas preciosas. Su cabello castaño va tomado en un moño bajo, con algunas horquillas florales en el. El maquillaje de su rostro resalta sus ojos perfectos. Hace el trayecto de extremo a extremo y luego se detiene en medio, justo frente a mí. Mira a su padre y le sonríe, mientras él aplaude orgulloso.

Por dos segundos, unos míseros dos segundos nuestras miradas se unen y me siento perdido.

La necesito, no solo para un revolcón como a las demás, es ella. La mujer de mi vida, la que he esperado para ser feliz, sin saber que la esperaba. 

Desaparece de nuestras miradas y siento un vacío enorme, no entiendo este nuevo sentimiento de posesión en mí. 

Empieza la segunda ronda, de vestimenta formal, otra vez la misma rutina de paseos de cada uno de los modelos, hasta que al final aparece ella. Esta vez viene a acompañada de un modelo, ambos lucen bien, sin embargo, no puedo evitar apretar mis puños y sentir unas ganas enormes de saltarle encima al tipo, por estar agarrado del brazo de ella.

Él la ayuda a dar una vuelta, el traje de dos piezas, consistente en un pantalón a la cintura y un blazer, con terminaciones en bronce, dándole un aspecto ejecutivo brillante. Me la imagino al lado de su padre, guiando la empresa de su familia y no puedo evitar cierto orgullo.

Otra vez, se para frente a nosotros, le dedica su sonrisa al hombre que babea a mi lado, recorre las miradas de todos los presentes hasta llegar a mí, está vez la sostiene un par de segundos más y veo que se sonroja un poco, o puede que la iluminación me engañara. 

-Creo que alguien está deseando termine el desfile – me susurra Massimo -.

No le respondo, no voy a negar o afirmar nada, solo quiero que esto termine y buscarla, aunque con el padre presente, no tengo idea cómo lo haré. 

No soy consciente de que la ronda de gala termina, hasta que la veo a ella vestida con simple tela, todo lo que la rodea es simple, hasta yo mismo. 

Lleva un vestido rojo, tipo corsé strapless, desde sus caderas baja amplio con pedrería negra y dorada, formando flores delicadas por un costado del vestido. Se ve magnífica, radiante, un sol en pleno invierno, el sol que necesita mi vida oscura. 

Jamás he deseado tanto a una mujer como a ella, lo peor o lo mejor de todo es que no es tan solo para la cama de un hotel durante una noche, esto que siento es para toda la vida.

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Ese hombre no ha dejado de impactarme, al verlo mis pulsaciones no dejan de acelerarse, una sensación extraña baja desde mi espina dorsal hasta mi centro. 

Me ha costado mantener la compostura, pensando en que si estuviésemos solos le habría saltado encima. Algo nuevo para mí, porque nunca que querido tanto lanzarme sobre un hombre, es más, jamás lo he hecho.

Un par de novios para tomarnos de la mano y darnos unos besos inocentes es todo lo que he tenido como relación con el sexo opuesto. Pero a este le daría hasta mi virginidad, sin pensarlo, sin cuestionarme nada, aunque no volviese a verlo jamás. Pero, si pudiera quedarme con él toda la vida, sería lo más perfecto del mundo.

Al modelar el último vestido, uno que esperaré para mí en color negro, todos se levantan para aplaudir, al verlo de pie me imagino rodeada por sus brazos, me veré pequeña a su lado y eso no me importa, solo quiero verme protegida por ese cuerpo aunque sea un par de horas.

Nos miramos con intensidad, una mirada que predice algo sucederá esta noche. Giacomo sale, se para a mi lado, me abraza y besa mis mejillas, yo sonrío por esa felicidad tan desbordada. No imagino cómo será cuando la colección salga finalmente a todo público. 

Veo a ese par de ojos chispeantes, no sé por qué. 

“Al fin alguien interesante”, pienso sin dejar de mirarlo.

Giacomo me guía a la parte trasera, mi padre y Massimo se encuentran allí, ambos sin dejar de aplaudir, mi padre se lanza sobre mí para abrazarme.

-Hijita mía, estuviste fantástica. Te ves realmente hermosa. 

-Si me permiten – le digo a Massimo -. Iré a cambiarme, Pilar quiere hacerme unas preguntas – pongo los ojos en blanco y ellos ríen -.

Mi padre se aleja y Massimo se me acerca para darme las gracias con un abrazo y me susurra. 

-Hay alguien desesperado por conocerte. 

Un escalofrío me lleva hasta el bulbo raquídeo, los vellos de mis brazos de erizan y me quedo con la boca abierta mientras él sale de allí. Me apresuro en cambiarme, Giacomo me alaba y se lamenta a la vez por el hecho de que no quiera ser modelo.

-No puedo, mi querido Giacomo. Soy muy bajita para este mundo. 

-Puedo diseñar para ti, cariño. Además, las mujeres de este país son bajitas, no haría nada fuera de lo que busca esta compañía. 

-Te agradezco tu consideración, pero prefiero estar al lado de mi padre.

Me despido de él y salgo rápidamente para unirme a la celebración. Hay muchas personas conocidas, se me acercan para felicitarme, entre ellas Pilar.

-Oye… ¿viste el ángel de metro ochenta y algo suelto por ahí? No te ha quitado la vista de encima.

-De él me estoy escapando – susurro igual que ella -. Me alborotó todas las hormonas, no sé qué me pasa.

-Que ya eres una mujer, no una adolescente. Salúdalo de una vez, quiero ver en qué terminan – se ríe bajito y yo la miro con el ceño fruncido-.

-En nada, no puedo irme con alguien a quién con suerte he visto.

-Pero él, a ti, te ha visto todo. 

Se aleja antes de que la reprenda y se va a entrevistar a otro de los invitados. Se me acerca Victoria Mosciatti con su hijo, Giulliano. 

-Te ves fantástica, querida – pero su tono es más de envidia que de felicitaciones-. Ojalá que el matrimonio y el embarazo no te arruinen el cuerpo.

-Para eso falta mucho – el odioso de su hijo no deja de mirarme como si fuera carne en venta-. Además, cuido mucho mi alimentación, no como cualquier cosa – miro a Giulliano y me disculpo para ir al sanitario-.

Me encierro allí solo para escapar de tanta gente, me lavo las manos, porque siento que he tocado las manos de gente pegoteada por los bocadillos que se ofrecen. Respiro profundo, abro la puerta para salir rápidamente, pero choco contra el pecho de alguien más alto que yo. 

Un par de brazos me sujetan por la cintura, aunque nunca estuve a punto de caer, levanto la mirada y me encuentro con esos hermosos ojos azules, me recuerdan a uno de los lagos que visité en el sur.

-Mi scusi, signorina, sta bene? 

-Supongo que me está pidiendo disculpas y preguntando si estoy bien – le digo lo más tranquila posible, porque mi cuerpo tiembla inevitablemente ante su contacto -.

-Lo siento, me disculpo otra vez, no me di cuenta que hablé en Italiano – me dice con su voz profunda, mi corazón late a mil por hora, mientras él aún no me suelta -. ¿Se encuentra bien?

-Sí, gracias – pongo mi mano en su pecho para tomar distancia y me doy cuenta que, aunque se le ve muy calmado, su corazón late igual al mío-. Si me permite, regresaré a la velada.

-Oh, claro. Por cierto, felicidades, es usted una gran modelo.

-No lo soy – me sonrío y veo su mirada oscurecida por algo, me estremezco por la sensación que me provoca en la parte baja del vientre-. Solo quise ayudar a Massimo en un momento de desespero.

-¿No es modelo entonces? No puedo creerlo – doy un paso para apartarme y él de inmediato se posiciona a mi lado, ofreciéndome su brazo. Lo acepto, porque deseo más contacto con este hombre-.

-Digamos que no tengo la estatura, ahora no se nota porque traigo un enormes tacones. Que por cierto, solo quiero quitarme de una vez.

Me ruborizo por mi comentario, lo miro y me sonríe levemente, con sus ojos fijos en mi humanidad. Me derrito por este hombre, se ve de unos treinta y cinco, a lo más. Es muy alto y me encanta su mirada penetrante.

-Espero que, cuando pueda quitárselos sienta la mayor satisfacción de su vida – mira hacia adelante y comienza a preguntarme las razones por las que acepté hacer esto -.

Nos perdemos en una conversación trivial, tratando de escapar de la evidente tensión sexual que se ha abierto entre nosotros. Hasta que Pilar nos interrumpe. 

-Querida prima, le pedí a tío que te deje dormir conmigo hoy, para hablar del evento y para que te vayas conmigo mañana a la playa – me guiña un ojo y yo asiento -.

-Gracias, iré a despedirme de mi padre, con permiso.

Mi prima se queda conversando de algo con el hombre, a quien ni siquiera le sé el nombre. Hablo un poco con mi padre, me despido de y de Massimo.

Me uno a Pilar, quien camina conmigo hacia el ascensor. Miro a todas partes, para despedirme de el hombre que seguramente ocupará mis pensamientos por un tiempo. 

Voy por mis cosas, las cuales estaba olvidando, buscando rastros de ese adonis maravilloso, pero no lo veo, llegamos a las puertas metálicas y bajamos, sintiéndome algo decepcionada. Al cerrarse las puertas, Pilar se ríe. 

-Lo sabía, te gusta, por eso les arreglé una cita para ahora – la miro incrédula de lo que me dice -. No te enojes ni sorprendas. Es la primera vez que te veo tan interesada por un hombre y, si puedo ayudarte, lo haré. 

Me guiña un ojo y bajamos en silencio. Ya en el estacionamiento, caminamos hasta su auto, pero no lo abre.

-Aquí nos separamos, estaré en casa encerrada, esperando por tu llamado ante cualquier cosa. Daré la orden de decir que no estoy en casa para todo el mundo, menos para ti. Disfruta, prima, sé feliz. 

Me abraza y, al girarme, veo que ese hombre espectacular se me acerca. Me ayuda con el bolso y me mira con ansiedad. 

-¿Quieres acompañarme a un lugar más tranquilo?

-Ni siquiera sé tu nombre – le digo con la boca seca, al ver que se quitado la pajarita y tiene dos botones abiertos -.

-Mi scusi – extiende su mano -. Piero Castelli, amigo, hermano y socio de Massimo Cavalcanti. 

-Jazmín Manterola – le digo aceptando su mano con una sonrisa -. Hija de un socio y amigo de Massimo.

Nos sonreímos, subimos a su auto y salimos de allí, con rumbo desconocido para mí. Hablamos de lo que sea, como si eso fuese a evitar lo que pasará luego. Porque es obvio lo que va a suceder.

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