—Lo lamento —dice la castaña, sintiendo una fuerte atracción hacia lo que acaba de dejar atrás—. Esta noche no puedo salir, pero otro día, ¿sí?Dexter asiente, mirando con algo de curiosidad al hombre que baja las escaleras con algo de dificultad. Evangeline también lo ve, y el pelirrojo nota cómo el cuerpo de la chica se tensa y sus pupilas se dilatan con sólo verlo.Entonces lo sabe. Algo pasa entre ellos dos, y aunque pensó que Evangeline no era ese tipo de chica, al saber que Magnus Keller es casado, pues prefiere con un pequeño dolor en el pecho, alejarse de la idea con la que pensó terminaría esta noche.El pelirrojo asiente con una sonrisa desanimada mientras se despide de la chica. Le incomoda un poco sentir que al dejar de ver su cara con el cerrar de la puerta, ella quede con ese hombre; sin embargo, no puede hacer nada. No está seguro de nada, y de estarlo, ¿qué derecho tiene de detenerla?Magnus respira con profundidad cerca del cuello de la castaña.Evangeline no lo sinti
—Oye, oye, tranquila —le dice el pelirrojo—. No creo que con ese hombre nos vaya a pasar algo.Evangeline suspira, es cierto. Olvida que tiene ahora su propio guardaespaldas. El señor Shawn la mira desde unos metros de distancia luciendo como una persona común, para guardar las apariencias. Los Keller se lo asignaron esa misma noche en que tantas cosas pasaron, entre ellas: la amenaza de una persona extraña.La chica al día siguiente fue interrogada en la propia empresa principal de los Keller. Y no fue capaz de confesar que ya había recibido otro sobre. El primero parecía indefenso, con aquellos pedazos de fotos, pero el segundo... solo estaba en blanco. Era algo extraño. Siguen bajo investigaciones desde hace tres días.—¿Por qué alguien querría hacerte daño?La castaña se alza de hombros hacia él, quien le abre la puerta de la institución. Porque sí, aunque ella considera que no es buen momento para comenzar a estudiar, Magnus le dijo que debía hacerlo. No sabe por qué simplemente
—Yo... supongo que... la idea de... de que sea rudo me... no lo sé.No puede ni mirarlo a la cara. Pero es la verdad, desde que ella los conoció y escuchó lo rudo que podía ser la intimidad, pero sin dejarse de amar, y llevando quizás a otra dimensión. Eso... la encendió.Entonces la chica se atreve a mirarlo a los ojos, y puede notar lo intenso que este la mira. Se siente casi igual que Irina, como si pudiese desvestirla con la mirada. Y eso le fascina.—Siéntate Eva. No dejes de mirarme nunca —le ordena. Ella lo hace, en la silla, aún con el escritorio en medio—. Ahora desabrocha tres botones de tu camisa —le sigue diciendo, ella obedece—. Sube tu falda un poco, cruza las piernas. Pasa tu cabello detrás de tus orejas. Y juega con esto.La castaña tiembla cuando recibe ese bolígrafo con la tapa mordisqueada que Irina siempre lleva a su boca. La recuerda jugar con el bolígrafo, y la imita, de un lado a otro, mientras no deja de verlo. Magnus la examina pero no se mueve y eso la desesp
En último instante Magnus decide que no van a comer helado. Así que le indica a su chófer que cambie el rumbo.Evangeline se ha quedado plácidamente dormida en la parte trasera del auto y no puede parar de verla cada cierto tiempo.Es la forma en la que sus labios se ven, tan tiernos, sus pequeñas pestañas, su rostro angelical, su piel sin ninguna marca; delgada, frágil, temblando a medida que su lengua la exploraba y probaba por primera vez.El ojiazul traga hondo cuando la imagen de su mujer llorando anoche le dijo aquella confesión.—¿Acaso no crees que es lo mejor que nos pudo haber pasado? Que esté muerta, sin poder hacerle nada a Evangeline. Dejándonos en paz. Por muy drástica que haya sido, estamos mejor sin ella.Su esposa no era capaz de asentir a esas palabras. Ella estaba comenzando a odiar a Telma, sí, pero es que su dolor era tan real, tan parecido a un triste pasado, que no podía simplemente alegrarse.—No lo sé, Magnus...—¿La amabas? —interrumpió el ojiazul, tomándola
Evangeline está perdida. Lo sabe ahora que está sentada, con las piernas semiabiertas en el sofá. Sintiendo cómo las cosquillas aumentan con cada dulce caricia; el cómo quiere, mientras su ansia aumenta, que esa larga tira de cuero fría haga algo más que hacerla perder la cabeza.—Eres preciosa. Como un diamante en bruto —le dice el ojiazul—. Mira lo que tu cuerpo hace con el mío, Evangeline.La castaña aunque no ha dejado de mirarlo, se fija en su pantalón abultado, apretado. Aquello le causa escalofríos.Magnus se acerca a ella de nuevo agachándose, y ante la sensación no familiar del toque de las manos del hombre con sus muslos, más la tensión del momento, tiembla notoriamente.El hombre se estira un poco para besarla cortamente, de nuevo apartándole el cabello y viendo lo hermosa que es. Prosigue con sus besos cortos pero húmedos por sus pies, sus tobillos, sin prisa; con la respiración corriendo a través del tiempo y el tiempo de los besos corriendo a través de una espeso liquido
Irina no es del todo como su esposo. Ella sabe esperar, ha aprendido hacerlo últimamente. Más sabiendo que no tiene que hacer demasiado, pues es claro que aunque Magnus debe estar ocupando los pensamientos de la chica ahora mismo, hay una parte que también se la dedica a ella.Además. No se siente en condiciones emocionales de tener sexo. Pues no cree que ni la misma Evangeline pueda contra el sentimiento de culpa que anda con ella desde que vio a Telma morir de esa forma.Pero no quiere pensar en eso, ni en la amenaza que le llegó a Evangeline. Solo quiere, por primera vez en mucho tiempo, sentir que puede tener un vínculo con alguien sin que vaya a terminar en sexo. Y es que a veces lo olvida.A veces olvida lo que era antes de que conociera el mundo en que sus padres se habían enamorado.Olvidó lo que es tener amigos porque su mente había cambiado de forma drástica dejándose llevar por su apetito sexual y... terminaba queriendo dormir con todos.Ha olvidado quizás lo que es tener u
El tambaleo de la limusina cuando el chófer pasa por alto un reductor de velocidad hace que el roce de las piernas de las mujeres sea más agresivo.Irina no ha dejado de verla de forma provocativa mientras está delante de ella, y Evangeline no puede más que sonrojarse. Quieren decirse algo, pero a veces las miradas son más que suficiente.Bajan del transporte cuando llegan a su destino. Todos las están esperando, especialmente Magnus, quien al verlas llegar se ajusta el saco y con voz muy seria le habla a su mujer.—Quince minutos de retraso.—Había tráfico, ¿cierto Evangeline? —Irina la ve, buscando aprobación, pero cuando Magnus también ve a la chica esta se paraliza—. Pero estoy aquí, es lo que importa —le dice con una sonrisa, queriendo besarlo, pero él rueda la cara y la toma de la cintura con brusquedad para casi empujarla hacia la multitud.Evangeline, sin saber qué hacer, busca una cara familiar con quien pueda distraerse un poco, pero no hay nadie. Así que termina siguiendo
—Señor y señora Keller, ¿están bien? —les cuestiona Thalia desde el otro lado de la puerta—. La señorita Evangeline acaba de tener un problema.Ante las palabras, el matrimonio quien ya estaba casi preparado para salir de la habitación y así comenzar la fiesta, sale disparado, preocupados.—¿Qué sucedió?—¿Está bien? —habla Irina.—Es que... no quiero meterme en problemas.El matrimonio se enfoca en ella.—¿Por qué lo harías, Thalia? Cuéntanos.—Hace unos minutos llegó el señor Nev Track. Ella estaba en la cocina hablando conmigo. Él me pidió que me fuera, tuve que hacerlo pero...—Ese maldito infeliz —Magnus suelta, con los humos saliendo de la cabeza, pero su esposa lo detiene antes de que vayan a bajar las escaleras—. ¿Vamos a dejar que esto se quede así?—¿Ahora entiendes de lo que te hablaba sobre pedirle favores a ese hombre? —le responde su mujer, molesta y frustrada.Magnus respira con pesadez sintiéndose tan arrepentido.—¿En dónde está Evangeline?—En su habitación...—Tú en