—Yo... supongo que... la idea de... de que sea rudo me... no lo sé.No puede ni mirarlo a la cara. Pero es la verdad, desde que ella los conoció y escuchó lo rudo que podía ser la intimidad, pero sin dejarse de amar, y llevando quizás a otra dimensión. Eso... la encendió.Entonces la chica se atreve a mirarlo a los ojos, y puede notar lo intenso que este la mira. Se siente casi igual que Irina, como si pudiese desvestirla con la mirada. Y eso le fascina.—Siéntate Eva. No dejes de mirarme nunca —le ordena. Ella lo hace, en la silla, aún con el escritorio en medio—. Ahora desabrocha tres botones de tu camisa —le sigue diciendo, ella obedece—. Sube tu falda un poco, cruza las piernas. Pasa tu cabello detrás de tus orejas. Y juega con esto.La castaña tiembla cuando recibe ese bolígrafo con la tapa mordisqueada que Irina siempre lleva a su boca. La recuerda jugar con el bolígrafo, y la imita, de un lado a otro, mientras no deja de verlo. Magnus la examina pero no se mueve y eso la desesp
En último instante Magnus decide que no van a comer helado. Así que le indica a su chófer que cambie el rumbo.Evangeline se ha quedado plácidamente dormida en la parte trasera del auto y no puede parar de verla cada cierto tiempo.Es la forma en la que sus labios se ven, tan tiernos, sus pequeñas pestañas, su rostro angelical, su piel sin ninguna marca; delgada, frágil, temblando a medida que su lengua la exploraba y probaba por primera vez.El ojiazul traga hondo cuando la imagen de su mujer llorando anoche le dijo aquella confesión.—¿Acaso no crees que es lo mejor que nos pudo haber pasado? Que esté muerta, sin poder hacerle nada a Evangeline. Dejándonos en paz. Por muy drástica que haya sido, estamos mejor sin ella.Su esposa no era capaz de asentir a esas palabras. Ella estaba comenzando a odiar a Telma, sí, pero es que su dolor era tan real, tan parecido a un triste pasado, que no podía simplemente alegrarse.—No lo sé, Magnus...—¿La amabas? —interrumpió el ojiazul, tomándola
Evangeline está perdida. Lo sabe ahora que está sentada, con las piernas semiabiertas en el sofá. Sintiendo cómo las cosquillas aumentan con cada dulce caricia; el cómo quiere, mientras su ansia aumenta, que esa larga tira de cuero fría haga algo más que hacerla perder la cabeza.—Eres preciosa. Como un diamante en bruto —le dice el ojiazul—. Mira lo que tu cuerpo hace con el mío, Evangeline.La castaña aunque no ha dejado de mirarlo, se fija en su pantalón abultado, apretado. Aquello le causa escalofríos.Magnus se acerca a ella de nuevo agachándose, y ante la sensación no familiar del toque de las manos del hombre con sus muslos, más la tensión del momento, tiembla notoriamente.El hombre se estira un poco para besarla cortamente, de nuevo apartándole el cabello y viendo lo hermosa que es. Prosigue con sus besos cortos pero húmedos por sus pies, sus tobillos, sin prisa; con la respiración corriendo a través del tiempo y el tiempo de los besos corriendo a través de una espeso liquido
Irina no es del todo como su esposo. Ella sabe esperar, ha aprendido hacerlo últimamente. Más sabiendo que no tiene que hacer demasiado, pues es claro que aunque Magnus debe estar ocupando los pensamientos de la chica ahora mismo, hay una parte que también se la dedica a ella.Además. No se siente en condiciones emocionales de tener sexo. Pues no cree que ni la misma Evangeline pueda contra el sentimiento de culpa que anda con ella desde que vio a Telma morir de esa forma.Pero no quiere pensar en eso, ni en la amenaza que le llegó a Evangeline. Solo quiere, por primera vez en mucho tiempo, sentir que puede tener un vínculo con alguien sin que vaya a terminar en sexo. Y es que a veces lo olvida.A veces olvida lo que era antes de que conociera el mundo en que sus padres se habían enamorado.Olvidó lo que es tener amigos porque su mente había cambiado de forma drástica dejándose llevar por su apetito sexual y... terminaba queriendo dormir con todos.Ha olvidado quizás lo que es tener u
El tambaleo de la limusina cuando el chófer pasa por alto un reductor de velocidad hace que el roce de las piernas de las mujeres sea más agresivo.Irina no ha dejado de verla de forma provocativa mientras está delante de ella, y Evangeline no puede más que sonrojarse. Quieren decirse algo, pero a veces las miradas son más que suficiente.Bajan del transporte cuando llegan a su destino. Todos las están esperando, especialmente Magnus, quien al verlas llegar se ajusta el saco y con voz muy seria le habla a su mujer.—Quince minutos de retraso.—Había tráfico, ¿cierto Evangeline? —Irina la ve, buscando aprobación, pero cuando Magnus también ve a la chica esta se paraliza—. Pero estoy aquí, es lo que importa —le dice con una sonrisa, queriendo besarlo, pero él rueda la cara y la toma de la cintura con brusquedad para casi empujarla hacia la multitud.Evangeline, sin saber qué hacer, busca una cara familiar con quien pueda distraerse un poco, pero no hay nadie. Así que termina siguiendo
—Señor y señora Keller, ¿están bien? —les cuestiona Thalia desde el otro lado de la puerta—. La señorita Evangeline acaba de tener un problema.Ante las palabras, el matrimonio quien ya estaba casi preparado para salir de la habitación y así comenzar la fiesta, sale disparado, preocupados.—¿Qué sucedió?—¿Está bien? —habla Irina.—Es que... no quiero meterme en problemas.El matrimonio se enfoca en ella.—¿Por qué lo harías, Thalia? Cuéntanos.—Hace unos minutos llegó el señor Nev Track. Ella estaba en la cocina hablando conmigo. Él me pidió que me fuera, tuve que hacerlo pero...—Ese maldito infeliz —Magnus suelta, con los humos saliendo de la cabeza, pero su esposa lo detiene antes de que vayan a bajar las escaleras—. ¿Vamos a dejar que esto se quede así?—¿Ahora entiendes de lo que te hablaba sobre pedirle favores a ese hombre? —le responde su mujer, molesta y frustrada.Magnus respira con pesadez sintiéndose tan arrepentido.—¿En dónde está Evangeline?—En su habitación...—Tú en
—Muchas gracias a todos por venir. Su hija cada día está más hermosa…—Gracias, gracias, sí... Esta también es su casa señor. Estamos a la orden, fiscal.Evangeline escucha al matrimonio despedirse de cada uno de sus invitados y aunque desea que todos se vayan pronto, también desea que alguien pueda detener lo que sea que pasará.Las manos de Magnus en su cintura mientras la enseñaba a frotarse por encima de su ropa, los labios de Irina con los suyos, el calor y las pieles ardiendo… es algo nuevo pero demasiado reconfortante.Irina los detuvo a tiempo, pensando que los invitados seguramente estaban comenzando a extrañarse por la ausencia.Desde entonces no han pronunciado palabra con ella, quien solo se limitaba, aunque con nervios, a escuchar las cosas relevantes.Entre tantas cosas: que la mayoría había escuchado a Irina defender del gobernador a su secretaria de una manera bastante peculiar.La chica no sabe a qué se referían, pero le alegra mucho saber que con los Keller tiene seg
Evangeline ya se veía en medio de ambos siendo tocada, pero la realidad la sorprende.Ella sí se encuentra en medio de los Keller, tomando la mano de cada uno, pero en dirección a una de las limusinas.—¿A dónde vamos? —inquiere con ansias.—Tú tranquila, te sorprenderemos —Irina en la parte trasera con ella, le sonríe de forma coqueta.Magnus va al volante. Es la primera vez que lo ve conducir. No tiene saco ni corbata, los primeros botones de su camisa manga larga azul cielo están sueltos. Su cabello alborotado, su mirada azul la persigue cada cierto tiempo por el retrovisor. Y ella puede sentir que poco a poco la desnuda.La rubia la hace sentir nerviosa pero a su vez, segura, pues la tiene tomada de la mano, sobre su propia rodilla, durante todo el camino, aún cuando sus manos sudan; sin intentar sobrepasarse.Hay música de fondo, Magnus tarareando, luego Irina cantando. Y mientras la castaña los ve y escucha, siente que podría adaptarse a esas pequeñas cosas.El recorrido termina