La castaña respira profundo al tocar la puerta de la oficina de los Keller.Está a tiempo pero sabe que tendrá problemas.—Pase —dice su jefa desde adentro.Evangeline se adentra, y cuando ambas se miran al rostro, flaquean un poco.—Yo... lamento romper mi código de vestimenta. Será la última vez que pase.Lo dice porque no le dio tiempo de nada. Y entonces tuvo que vestirse con un simple Jean, una camisa deportiva, ropa que tenía de hace tiempo en casa de su mejor amigo, mas los zapatos que el pelirrojo le compró. No se ve mal, pero realmente no pide perdón por eso.—Tienes mucho trabajo que hacer —le menciona, entregándole una carpeta llena de papeles—. Necesito que organices todo eso antes de las cuatro de la tarde.La chica echa un vistazo, son contratos y documentos que tienen fechas recientes pero también de hace tres años. Suspira. Es mucho pero no puede decir nada. Es su trabajo.—De acuerdo... —casi se le escucha, mientras toma la laptop que seguramente su jefa se molestó e
Por otro lado, Irina, después de una pequeña reunión con el coordinador de la producción, vuelve a su oficina. Se sienta sobre la mesa, lleva sus manos a la cara. Se siente demasiado tensa, cansada y frustrada.¿El castigo de Magnus?, jugó con ella hasta que no pudo seguir sintiendo y se quedó dormida. Ese tipo de castigos no le gustan, sobretodo cuando su cabeza está en otras cosas, como el qué estaría haciendo Evangeline con ese muchacho, o en cuál sería el próximo movimiento de Telma al darse cuenta que ella no la sacaría de allí.Ve la hora. Evangeline tiene dos horas fuera. Prefiere que sea así, la verdad es que no quiere verla. No le gusta tratarla mal o ser dura con ella, pero sus celos despiertan muchas cosas peores en ella.Recibe una llamada, responde y un suspiro lento del otro lado hace que su piel se erice.—Hola, Irina. ¿Quieres venir a verme hoy?—No, Telma. No tiene caso, y no insistas. No te voy a sacar de ningún lado. Me importa un comino lo que hagas.—¿Estás muy se
—No se preocupe señora Thalia, yo iré a llevárselo —le indica la castaña a la señora, la cual la mira con preocupación pero asiente.Evangeline sube con las croquetas y té para su jefa, pero en el transcurso escucha a Magnus en una videollamada, supone que con algunos empresarios.Esa tarde tuvo que ir a la mansión porque Magnus le escribió un correo pidiéndole que le llevara unos papeles de la otra empresa, por lo que Jack se los dio, junto con otros más, y ella tuvo que partir, aunque con el corazón un poco roto por la decepción de Dexter, nerviosa de estar sola con el ojiazul.Entonces al llegar Magnus estaba conversando con alguien, le decía a esa persona que por favor estuviera pendiente de Irina, que Telma estaba loca y no se podían confiar. Evangeline se asustó, no entendía nada, entonces le preguntó, y este respondió otra cosa.—Lo lamento —le dijo, acercándose un poco, ya sin su yeso en pierna, ella retrocedió—. No es tu culpa que no sepa controlar mis impulsos. Te he puesto
—Lo lamento —dice la castaña, sintiendo una fuerte atracción hacia lo que acaba de dejar atrás—. Esta noche no puedo salir, pero otro día, ¿sí?Dexter asiente, mirando con algo de curiosidad al hombre que baja las escaleras con algo de dificultad. Evangeline también lo ve, y el pelirrojo nota cómo el cuerpo de la chica se tensa y sus pupilas se dilatan con sólo verlo.Entonces lo sabe. Algo pasa entre ellos dos, y aunque pensó que Evangeline no era ese tipo de chica, al saber que Magnus Keller es casado, pues prefiere con un pequeño dolor en el pecho, alejarse de la idea con la que pensó terminaría esta noche.El pelirrojo asiente con una sonrisa desanimada mientras se despide de la chica. Le incomoda un poco sentir que al dejar de ver su cara con el cerrar de la puerta, ella quede con ese hombre; sin embargo, no puede hacer nada. No está seguro de nada, y de estarlo, ¿qué derecho tiene de detenerla?Magnus respira con profundidad cerca del cuello de la castaña.Evangeline no lo sinti
—Oye, oye, tranquila —le dice el pelirrojo—. No creo que con ese hombre nos vaya a pasar algo.Evangeline suspira, es cierto. Olvida que tiene ahora su propio guardaespaldas. El señor Shawn la mira desde unos metros de distancia luciendo como una persona común, para guardar las apariencias. Los Keller se lo asignaron esa misma noche en que tantas cosas pasaron, entre ellas: la amenaza de una persona extraña.La chica al día siguiente fue interrogada en la propia empresa principal de los Keller. Y no fue capaz de confesar que ya había recibido otro sobre. El primero parecía indefenso, con aquellos pedazos de fotos, pero el segundo... solo estaba en blanco. Era algo extraño. Siguen bajo investigaciones desde hace tres días.—¿Por qué alguien querría hacerte daño?La castaña se alza de hombros hacia él, quien le abre la puerta de la institución. Porque sí, aunque ella considera que no es buen momento para comenzar a estudiar, Magnus le dijo que debía hacerlo. No sabe por qué simplemente
—Yo... supongo que... la idea de... de que sea rudo me... no lo sé.No puede ni mirarlo a la cara. Pero es la verdad, desde que ella los conoció y escuchó lo rudo que podía ser la intimidad, pero sin dejarse de amar, y llevando quizás a otra dimensión. Eso... la encendió.Entonces la chica se atreve a mirarlo a los ojos, y puede notar lo intenso que este la mira. Se siente casi igual que Irina, como si pudiese desvestirla con la mirada. Y eso le fascina.—Siéntate Eva. No dejes de mirarme nunca —le ordena. Ella lo hace, en la silla, aún con el escritorio en medio—. Ahora desabrocha tres botones de tu camisa —le sigue diciendo, ella obedece—. Sube tu falda un poco, cruza las piernas. Pasa tu cabello detrás de tus orejas. Y juega con esto.La castaña tiembla cuando recibe ese bolígrafo con la tapa mordisqueada que Irina siempre lleva a su boca. La recuerda jugar con el bolígrafo, y la imita, de un lado a otro, mientras no deja de verlo. Magnus la examina pero no se mueve y eso la desesp
En último instante Magnus decide que no van a comer helado. Así que le indica a su chófer que cambie el rumbo.Evangeline se ha quedado plácidamente dormida en la parte trasera del auto y no puede parar de verla cada cierto tiempo.Es la forma en la que sus labios se ven, tan tiernos, sus pequeñas pestañas, su rostro angelical, su piel sin ninguna marca; delgada, frágil, temblando a medida que su lengua la exploraba y probaba por primera vez.El ojiazul traga hondo cuando la imagen de su mujer llorando anoche le dijo aquella confesión.—¿Acaso no crees que es lo mejor que nos pudo haber pasado? Que esté muerta, sin poder hacerle nada a Evangeline. Dejándonos en paz. Por muy drástica que haya sido, estamos mejor sin ella.Su esposa no era capaz de asentir a esas palabras. Ella estaba comenzando a odiar a Telma, sí, pero es que su dolor era tan real, tan parecido a un triste pasado, que no podía simplemente alegrarse.—No lo sé, Magnus...—¿La amabas? —interrumpió el ojiazul, tomándola
Evangeline está perdida. Lo sabe ahora que está sentada, con las piernas semiabiertas en el sofá. Sintiendo cómo las cosquillas aumentan con cada dulce caricia; el cómo quiere, mientras su ansia aumenta, que esa larga tira de cuero fría haga algo más que hacerla perder la cabeza.—Eres preciosa. Como un diamante en bruto —le dice el ojiazul—. Mira lo que tu cuerpo hace con el mío, Evangeline.La castaña aunque no ha dejado de mirarlo, se fija en su pantalón abultado, apretado. Aquello le causa escalofríos.Magnus se acerca a ella de nuevo agachándose, y ante la sensación no familiar del toque de las manos del hombre con sus muslos, más la tensión del momento, tiembla notoriamente.El hombre se estira un poco para besarla cortamente, de nuevo apartándole el cabello y viendo lo hermosa que es. Prosigue con sus besos cortos pero húmedos por sus pies, sus tobillos, sin prisa; con la respiración corriendo a través del tiempo y el tiempo de los besos corriendo a través de una espeso liquido