Capítulo 38.

Saber que yo le gustaba tanto como él me gustaba a mí era muy estimulante. No estaba acostumbrada a recibir halagos por mi apariencia, así que saber que yo le gustaba a Iván, y que gracias a eso él también se sentía caliente, me quitaba un poco de la timidez que sentía al tener sexo con él.

Los labios de Iván bajaron por mi barbilla, dando besos sobre mi cuello que parecían fuego sobre mi piel, la cual se erizaba cada vez que él me daba su cariño. Mis ojos volvieron a cerrarse, mientras que mis caderas temblaron ansiosas, pues los masajes en mi clítoris ya no eran suficientes para calmar el calor que sentía, y solo podía añorar algo en mi interior, sintiendo mí vagina temblar por el deseo de sentirlo dentro de mí.

—Estas muy ansiosa… ¿No es verdad? —me preguntó Iván dando una suave mordida en mi cuello.

—Solo mételo… —le pido muy avergonzada.

—¿Meter que?

¿De verdad esperaba que le dijera eso? ¡Es demasiado vergonzoso! Negándome a responder solo moví mi rostro a otro lado, escuchando
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