XLVI

Pero en este momento no estoy dispuesta a protestar.

No cuando sus dedos se apoderaron de mi pezón acariciándolo como un maestro de la seducción.

Con curiosidad abrí mis ojos para echarle un vistazo a su glorioso cuerpo, no obstante, su mirada ardiente me paralizó.

Ya no siento el suelo porque me ha cargado ocasionando que amarre mis piernas a su cintura, no hay nada en mis pensamientos cuando me está besando con tal alevosía.

Mis manos se dirigen hacia su cuello aferrándome a este como si mi vida dependiera de ello.

Acheron salvaje y ardiente.

No sé en qué momento se deshizo de mi ropa pero ésta está sobre el suelo del baño a la vez que una de sus manos se colaba entre mis pliegues húmedos y su otro brazo me sostenía como si yo no pasará nada.

Nuestras lenguas se encontraban en un frenético y ardiente beso.

—Jodidamente mal me gusta tu boca sucia Verónica —gruñó antes de tomar mi pelo en un puño para volver a besarme sin lastimarme—. Toda tú lo hace.

Un rayo de cordura me golpeó de m
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