Luciana no esperó más, salió despavorida hacia el interior del hotel, el corazón le retumbaba con violencia, aplastaba el botón del elevador, ansiosa. Miguel no tardó en reunirse con ella, luego de darle una corta y breve disculpa al señor Pastrana, sentía el alma en vilo, con las manos temblorosas marcó al móvil del escolta que siempre vigilaba a los niños. —Mis hijos —sollozaba Lu, sintiendo profunda desesperación. —Tranquila amor, ya me estoy comunicando con el hombre que los custodia —expresó con rapidez, se quedó helado cuando enviaba a buzón. —¿Qué ocurre? —preguntó Lu, sentía que de un momento a otro iba a enloquecer, la cabeza le daba vueltas. —No responde —balbuceó Miguel, juntos entraron al elevador, parecía que los pisos pasaban con lentitud, y cuando al fin llegaron corrieron a la alcoba. —¡Mike! ¡Dafne! —gritó Lu, los buscó en la alcoba, en la terraza. —¡No están! —gritó sollozando. —¡Se llevaron a mis hijos! —exclamó cayó de rodillas sobre la baldosa llorando con d
—Tranquilos. —Miguel abrazó a sus hijos—, su mamá de la impresión volvió a desmayarse, la están atendiendo, yo vine porque quiero charlar con ustedes. —Los miró a los ojos—, no pueden confiar en nadie, voy a ver la manera de instalarles un dispositivo de rastreo o alguna forma de que, si alguien se los lleva, podamos encontrarlos. —¿Un secuestro? —preguntó Dafne, se aferró al cuello de su papá. —Niños, en esta vida hay gente muy mala, no les importa dañar a los inocentes, pero no teman, ni Emiliano, ni mi familia, y yo con más razón no vamos a permitir que los lastimen, los vamos a proteger.Emiliano apretó los puños, respiró agitado, al escuchar eso, pensó en Lu, la conocía, debía estar al borde del colapso, sus hijos eran todo en su vida.«Cuando te atrape mal parido, no voy a tener piedad de ti, lo que Lu te hizo no será nada comparado con yo lo que yo te haré… cuídate Albeiro»Los niños confiaron en las palabras de su padre, y ahora iban a estar más alertas que nunca. ****Juan
—Niños. —Lu los llamó con suavidad, y los movió para que despertaran. Los pequeños se removieron, parpadearon, pero siguieron dormidos, más bien el primero en abrir los ojos, fue Emiliano. —Lu —exclamó la miró a los ojos. —¿Cómo estás? —Mejor, ya más tranquila, al saber que mis hijos están a salvo. ¿Y tú? —Yo bastante mejor, el médico me dijo que me iba a dar el alta, pero aún no puedo viajar, tendré que esperar unos días más en el hotel. —La contempló con ternura.—No te preocupes por nada —expuso Miguel—, lo que necesites cuentas con nosotros. Emiliano asintió, estaba por hablar cuando fue interrumpido. —Mami —la voz de Mike interrumpió la charla. —¿Cómo estás? —El niño se sentó, y la abrazó. Luciana cerró sus ojos, estrechó con fuerza a su pequeño. —Estoy bien, mucho mejor, vinimos por ustedes. Dafne también abrió sus ojos, miró a su mamá, se lanzó a ella. —¿Ya no te sientes mal? —preguntó y la abrazó. Lu correspondió las muestras de cariño de sus hijos, los abrazó muy f
«No puede ser» pensó Majo, su cuerpo tembló por completo, al momento que llegó a Mompox, recordó que Sebastián fue alcalde de aquella ciudad en el pasado, la piel se le erizó. Cuando bajó del avión, afuera del aeropuerto les esperaban varios autos blindados, en color negro, se sintió como en una película de narcotraficantes. —¿A dónde iremos? —indagó, se sacó las gafas y miró a los ojos de Arismendi. —A un municipio a una hora y algo más, no te puedo decir el nombre, lo sabrás cuando lleguemos —respondió. Majo asintió, agarró con fuerza su bolso, inhaló profundo, era la única mujer con todo ese ejército de hombres que parecían agentes del FBI. Uno de los escoltas de Salvador le abrió la puerta de la SUV, Majo subió y al lado de ella se acomodó Arismendi. El abogado notó que Majo se rascó la mano, y miró una marca rojiza sobre su dorso. Enseguida sacó de un bolso de cuero negro un frasco, y un tubo de crema. —Ten, es repelente para los mosquitos —le entregó el envase—, po
—Gracias, pero no puedo salir de la piscina, mis papás me pidieron quedarme aquí. Simone frunció los labios. —Pero Juan Andrés y yo… somos muy buenos amigos, te aseguro que no se va a enojar. —Sonrió. El pequeño dudó, se quedó pensativo, pero recordó las advertencias de su madre, entonces negó. —No me gusta desobedecerlos. —Se lanzó al agua y nadó hasta llegar al lugar en donde estaban otros niños. Simone apretó los puños, no pudo hacer nada, había guardias alrededor, y de inmediato hubieran notado que se llevaba al niño a la fuerza. «Ya encontraré la forma de recuperarte»Entonces se alejó, con el ceño fruncido, y decidió subir a la oficina de Paula, y reclamarle por la travesura de Marypaz. «Hija tuya tenía que ser esa mocosa impertinente» gruñó en el elevador, apretando los puños.****—Regrese a su casa señorita María Joaquina —expresó con voz gruesa el hombre que la sacó de esa balacera y la llevó de vuelta a Mompox, al aeropuerto. Majo estaba pálida, pero al verse libre
—¿Se han vuelto locos? ¿Acaso no piensan? —gritó Joaquín desde el salón de la Momposina a través de una videollamada con sus hijos. Los señores Duque ya se habían enterado de lo ocurrido con María Joaquina, con ella aún no hablaban, pues estaba muy nerviosa, y se había ido a descansar. —Su hermana casi se muere, y ahora ustedes pretenden jugar a los policías y ladrones. ¿Creen que esto es una película de acción? —cuestionó resoplando, iracundo. —Pero no somos unos cobardes, no podemos quedarnos de brazos cruzados —expuso Miguel. —¿Arriesgando sus vidas? —cuestionó—, dejen eso en manos de las autoridades. —No confiamos en las autoridades, ellos no hicieron nada para detener a Sergio, siguió delinquiendo desde prisión —comentó Juan Andrés—, además siempre nos dices que debemos hacer lo que sentimos, y queremos acabar con esos criminales. Joaquín negó con la cabeza. —Es muy arriesgado, piensen en sus familias, en su mamá, ella está muy angustiada, ahora se encuentra con Majo, sé q
Esa pregunta retumbó en la mente de Majo, las palabras de Sebastián quizas eran ciertas, y Arismendi era un narco, aunque jamás se le había comprobado nada. —Claro que me quiero casar contigo —expresó, pero ella notó que su voz no se notaba firme, si tenía dudas de Salvador, también de Sebas, sacudió su cabeza—, tienes razón, no debí hacer tratos con ese hombre, no volverá a ocurrir, aprendí la lección, ahora solo me enfocaré en lo que importa, mi boda. Sebastián dejó salir el aire que estaba conteniendo. —¿A qué fueron a Mompox? —indagó. Majo apretó los labios. —Supuestamente, nos íbamos a entrevistar con una mujer que haría caer a la banda de trata de blancas, pero ella no llegó…—Pues mejor, no sabemos si en verdad esa mujer existe —murmuró. —Majo. —La voz de María Paz interrumpió en la habitación—, enciendan el televisor, hay noticias acerca del atentado. María Joaquina tomó el control de la mesa de noche y encendió el TV. —Confirmamos la muerte del famoso abogado Salvador
—¡Luciana! —exclamó Juan Andrés. Se alejó de inmediato de la cercanía de Simone—, por favor no le digas nada a Paula —suplicó. Para Simone la llegada de Lu, cayó como anillo al dedo, pero iba a probar su fidelidad a Paula. —Lu, necesitamos una aliada, no sabemos cómo ocurrió, pero esto se dio de pronto —dijo Simone. Luciana frunció el ceño, debía interpretar muy bien su papel. —Pues… no me agrada la infidelidad, aunque Paula y yo tenemos diferencias, creo que no es correcto. —Tienes razón Lu —expuso Andrés—, pero no es lo que estás pensando, entre Simone y yo aún no ha pasado nada. —Entonces me parece bien que no sigan, y terminen con esta relación clandestina. —Luciana, hablemos, de mujer a mujer —solicitó Simone. Lu miró a Andrés, y le pidió salir, él lo hizo de inmediato. «De la que me salvé» expresó en la mente, ya en el pasillo, respiró aliviado, pero enseguida fue a la oficina de él, donde se encontraba su hermano. Abrió la puerta de golpe.—Una vez más, y al que mando