—¿Se han vuelto locos? ¿Acaso no piensan? —gritó Joaquín desde el salón de la Momposina a través de una videollamada con sus hijos. Los señores Duque ya se habían enterado de lo ocurrido con María Joaquina, con ella aún no hablaban, pues estaba muy nerviosa, y se había ido a descansar. —Su hermana casi se muere, y ahora ustedes pretenden jugar a los policías y ladrones. ¿Creen que esto es una película de acción? —cuestionó resoplando, iracundo. —Pero no somos unos cobardes, no podemos quedarnos de brazos cruzados —expuso Miguel. —¿Arriesgando sus vidas? —cuestionó—, dejen eso en manos de las autoridades. —No confiamos en las autoridades, ellos no hicieron nada para detener a Sergio, siguió delinquiendo desde prisión —comentó Juan Andrés—, además siempre nos dices que debemos hacer lo que sentimos, y queremos acabar con esos criminales. Joaquín negó con la cabeza. —Es muy arriesgado, piensen en sus familias, en su mamá, ella está muy angustiada, ahora se encuentra con Majo, sé q
Esa pregunta retumbó en la mente de Majo, las palabras de Sebastián quizas eran ciertas, y Arismendi era un narco, aunque jamás se le había comprobado nada. —Claro que me quiero casar contigo —expresó, pero ella notó que su voz no se notaba firme, si tenía dudas de Salvador, también de Sebas, sacudió su cabeza—, tienes razón, no debí hacer tratos con ese hombre, no volverá a ocurrir, aprendí la lección, ahora solo me enfocaré en lo que importa, mi boda. Sebastián dejó salir el aire que estaba conteniendo. —¿A qué fueron a Mompox? —indagó. Majo apretó los labios. —Supuestamente, nos íbamos a entrevistar con una mujer que haría caer a la banda de trata de blancas, pero ella no llegó…—Pues mejor, no sabemos si en verdad esa mujer existe —murmuró. —Majo. —La voz de María Paz interrumpió en la habitación—, enciendan el televisor, hay noticias acerca del atentado. María Joaquina tomó el control de la mesa de noche y encendió el TV. —Confirmamos la muerte del famoso abogado Salvador
—¡Luciana! —exclamó Juan Andrés. Se alejó de inmediato de la cercanía de Simone—, por favor no le digas nada a Paula —suplicó. Para Simone la llegada de Lu, cayó como anillo al dedo, pero iba a probar su fidelidad a Paula. —Lu, necesitamos una aliada, no sabemos cómo ocurrió, pero esto se dio de pronto —dijo Simone. Luciana frunció el ceño, debía interpretar muy bien su papel. —Pues… no me agrada la infidelidad, aunque Paula y yo tenemos diferencias, creo que no es correcto. —Tienes razón Lu —expuso Andrés—, pero no es lo que estás pensando, entre Simone y yo aún no ha pasado nada. —Entonces me parece bien que no sigan, y terminen con esta relación clandestina. —Luciana, hablemos, de mujer a mujer —solicitó Simone. Lu miró a Andrés, y le pidió salir, él lo hizo de inmediato. «De la que me salvé» expresó en la mente, ya en el pasillo, respiró aliviado, pero enseguida fue a la oficina de él, donde se encontraba su hermano. Abrió la puerta de golpe.—Una vez más, y al que mando
Majo se encontraba en la pérgola, alejada de la casa, se hallaba sentada en una hamaca, abrazada así misma, sin dejar de llorar. —No puedes estar muerto, eres el abogado del diablo, debes tener un pacto m@ldito Salvador Arismendi —masculló apretando sus puños—, no debería dolerme tu muerte, ni siquiera éramos amigos, pero no dejo de pensar que salvaste mi vida. ¿Por qué? ¿Por qué no te salvaste tú? —Colocó su mano en el pecho, en verdad le dolía la muerte de aquel infeliz.Se quedó en silencio, volvió a sollozar. —Y ahora no voy a poder vivir tranquila, sabiendo que te debo la vida —susurró, con la voz entrecortada, entonces tomó su móvil, empezó a revisar las noticias, requería saber en dónde lo iban a enterrar, cuando iba a efectuarse su sepelio. Entonces abrió sus ojos con gran sorpresa, se puso de pie de un solo golpe, al mirar que la noticia de la muerte de Arismendi, era falsa, pero como había sido víctima de un atentado, y estaba herido lo estaban atendiendo en un hospital p
Luciana, deambulaba de un lado a otro por el pasillo de la clínica a la cual llevaron a Juan Miguel, entrelazaba sus manos orando, angustiada y nerviosa. —Señorita. —La voz de una enfermera la asustó. —¿Cómo está mi… esposo? —indagó con la voz entrecortada. —Ya despertó, el médico necesita hablar con ambos —informó. Luciana se llevó la mano al pecho, sintió un estremecimiento, un escalofrío que le recorrió la columna. Siguió a la enfermera, y entró a la habitación, y corrió a abrazar a Miguel. —¿Cómo estás? —indagó sollozando, mientras besaba su rostro. —Tranquila, me encuentro mejor, no llores. Lu no podía sentirse tranquila, no hasta saber que iba a decir el médico. El especialista se aclaró la garganta y captó la atención de ambos. —¿Qué sucede doctor? —cuestionó Miguel. —Los estudios realizados, muestran que tienes un coágulo de sangre en el cerebro, y según tu historial, estabas en tratamiento y lo dejaste. ¿Por qué? —preguntó con seriedad el neurólogo. Lu miró a Miguel
Enseguida entraron, había un gran pasillo el cual conectaba al enorme salón, en medio estaba la pista de baile con varios tubos, a lo lejos el bar, y las mesas al frente. Las luces eran rojas, así como el resto de la decoración. Luciana se estremeció, recordó sus primeros años en ese oficio, bailando delante de una gran cantidad de hombres, el estómago se le encogió. —Empecemos —propuso Simone, agitó su mano y el DJ colocó una pista musical, perfecta para el entrenamiento. Luciana miraba por todo lado, observaba el lugar, guardando en su mente cada espacio, sobre todo las salidas de emergencia. De inmediato Lu para disimular subió al escenario, y le enseñó a Simone, primero a calentar el cuerpo. —Nos volvemos a ver Lucianita —susurró Albeiro observando a través de las cámaras, sentado en el sillón en su oficina—, sigues tan hermosa. —Se mojó los labios, la mirada se le oscureció cuando la observó bailar con esa sensualidad tan propia de ella—, y pensar que te tengo tan cerca, y q
Esmeralda empezó a llorar. —Yo no he estado con nadie más, solo con usted, no sé cómo pasó —sollozó—, se supone que se cuidó, que lo hicimos con protección. —Por supuesto, yo me cuidé. —La miró con atención. —¿Estás segura de que es mío? —cuestionó—, pudiste haber estado con alguien más. Esmeralda lo abofeteó. —¿Cómo se atreve? —indagó sollozando, fingiendo sentirse ofendida, pero todo era un plan siniestro de Albeiro—, no debí buscarlo, vine porque mi mamá me echó de la casa, pero ya veo que a usted no le importa que su hijo y yo no tengamos en donde vivir. La chica dio vuelta y se alejó, caminando con rapidez. Emiliano se quedó estático, sin poder reaccionar, no hizo nada, él estaba seguro de que se cuidó, sin embargo, Esmeralda, se veía una muchacha inocente, sencilla, sincera. —¿Será posible? —se cuestionó—, debo investigar. **** Max, el amigo de Emiliano, y de la familia Duque, había llegado desde temprano. Los chicos lo habían invitado a desayunar, Lu había prepa
—Por supuesto, no hubiera estado con esa muchacha sin protección. —Pues no te dejes embaucar, pídele una prueba de ADN.—Me dijo que no tiene en donde vivir, que la mamá la echó, son gente muy pobre, ella me inspira ternura, pienso en todas esas muchachas. —Pues… por lástima uno no puede atarse a nadie —comentó Max.—Tienes razón, hablaré con ella. —Bien, debemos idear el plan para atrapar a Albeiro —expuso Max. —Tengo un plan —dijo Emiliano y le comentó a su amigo. Max estuvo de acuerdo, asintió decidido a atrapar a esa banda de criminales. ****Más tarde, Miguel entró a su nuevo hogar, aún no estaba completamente decorada la casa, pero acudía a una cita con Lu, cuando ingresó, la sala estaba alumbrada solo con velas, había una alfombra en el centro, con dos copas, vino, una tabla con carnes frías y frutas. Sonrió y suspiró al ver que Lu había preparado todo eso para él.—Ya llegué cariño, ¿en dónde estás?—Ponte cómodo —dijo Lu, su voz se escuchó cercana, pero el resto de la