—¡Luciana! —exclamó Juan Andrés. Se alejó de inmediato de la cercanía de Simone—, por favor no le digas nada a Paula —suplicó. Para Simone la llegada de Lu, cayó como anillo al dedo, pero iba a probar su fidelidad a Paula. —Lu, necesitamos una aliada, no sabemos cómo ocurrió, pero esto se dio de pronto —dijo Simone. Luciana frunció el ceño, debía interpretar muy bien su papel. —Pues… no me agrada la infidelidad, aunque Paula y yo tenemos diferencias, creo que no es correcto. —Tienes razón Lu —expuso Andrés—, pero no es lo que estás pensando, entre Simone y yo aún no ha pasado nada. —Entonces me parece bien que no sigan, y terminen con esta relación clandestina. —Luciana, hablemos, de mujer a mujer —solicitó Simone. Lu miró a Andrés, y le pidió salir, él lo hizo de inmediato. «De la que me salvé» expresó en la mente, ya en el pasillo, respiró aliviado, pero enseguida fue a la oficina de él, donde se encontraba su hermano. Abrió la puerta de golpe.—Una vez más, y al que mando
Majo se encontraba en la pérgola, alejada de la casa, se hallaba sentada en una hamaca, abrazada así misma, sin dejar de llorar. —No puedes estar muerto, eres el abogado del diablo, debes tener un pacto m@ldito Salvador Arismendi —masculló apretando sus puños—, no debería dolerme tu muerte, ni siquiera éramos amigos, pero no dejo de pensar que salvaste mi vida. ¿Por qué? ¿Por qué no te salvaste tú? —Colocó su mano en el pecho, en verdad le dolía la muerte de aquel infeliz.Se quedó en silencio, volvió a sollozar. —Y ahora no voy a poder vivir tranquila, sabiendo que te debo la vida —susurró, con la voz entrecortada, entonces tomó su móvil, empezó a revisar las noticias, requería saber en dónde lo iban a enterrar, cuando iba a efectuarse su sepelio. Entonces abrió sus ojos con gran sorpresa, se puso de pie de un solo golpe, al mirar que la noticia de la muerte de Arismendi, era falsa, pero como había sido víctima de un atentado, y estaba herido lo estaban atendiendo en un hospital p
Luciana, deambulaba de un lado a otro por el pasillo de la clínica a la cual llevaron a Juan Miguel, entrelazaba sus manos orando, angustiada y nerviosa. —Señorita. —La voz de una enfermera la asustó. —¿Cómo está mi… esposo? —indagó con la voz entrecortada. —Ya despertó, el médico necesita hablar con ambos —informó. Luciana se llevó la mano al pecho, sintió un estremecimiento, un escalofrío que le recorrió la columna. Siguió a la enfermera, y entró a la habitación, y corrió a abrazar a Miguel. —¿Cómo estás? —indagó sollozando, mientras besaba su rostro. —Tranquila, me encuentro mejor, no llores. Lu no podía sentirse tranquila, no hasta saber que iba a decir el médico. El especialista se aclaró la garganta y captó la atención de ambos. —¿Qué sucede doctor? —cuestionó Miguel. —Los estudios realizados, muestran que tienes un coágulo de sangre en el cerebro, y según tu historial, estabas en tratamiento y lo dejaste. ¿Por qué? —preguntó con seriedad el neurólogo. Lu miró a Miguel
Enseguida entraron, había un gran pasillo el cual conectaba al enorme salón, en medio estaba la pista de baile con varios tubos, a lo lejos el bar, y las mesas al frente. Las luces eran rojas, así como el resto de la decoración. Luciana se estremeció, recordó sus primeros años en ese oficio, bailando delante de una gran cantidad de hombres, el estómago se le encogió. —Empecemos —propuso Simone, agitó su mano y el DJ colocó una pista musical, perfecta para el entrenamiento. Luciana miraba por todo lado, observaba el lugar, guardando en su mente cada espacio, sobre todo las salidas de emergencia. De inmediato Lu para disimular subió al escenario, y le enseñó a Simone, primero a calentar el cuerpo. —Nos volvemos a ver Lucianita —susurró Albeiro observando a través de las cámaras, sentado en el sillón en su oficina—, sigues tan hermosa. —Se mojó los labios, la mirada se le oscureció cuando la observó bailar con esa sensualidad tan propia de ella—, y pensar que te tengo tan cerca, y q
Esmeralda empezó a llorar. —Yo no he estado con nadie más, solo con usted, no sé cómo pasó —sollozó—, se supone que se cuidó, que lo hicimos con protección. —Por supuesto, yo me cuidé. —La miró con atención. —¿Estás segura de que es mío? —cuestionó—, pudiste haber estado con alguien más. Esmeralda lo abofeteó. —¿Cómo se atreve? —indagó sollozando, fingiendo sentirse ofendida, pero todo era un plan siniestro de Albeiro—, no debí buscarlo, vine porque mi mamá me echó de la casa, pero ya veo que a usted no le importa que su hijo y yo no tengamos en donde vivir. La chica dio vuelta y se alejó, caminando con rapidez. Emiliano se quedó estático, sin poder reaccionar, no hizo nada, él estaba seguro de que se cuidó, sin embargo, Esmeralda, se veía una muchacha inocente, sencilla, sincera. —¿Será posible? —se cuestionó—, debo investigar. **** Max, el amigo de Emiliano, y de la familia Duque, había llegado desde temprano. Los chicos lo habían invitado a desayunar, Lu había prepa
—Por supuesto, no hubiera estado con esa muchacha sin protección. —Pues no te dejes embaucar, pídele una prueba de ADN.—Me dijo que no tiene en donde vivir, que la mamá la echó, son gente muy pobre, ella me inspira ternura, pienso en todas esas muchachas. —Pues… por lástima uno no puede atarse a nadie —comentó Max.—Tienes razón, hablaré con ella. —Bien, debemos idear el plan para atrapar a Albeiro —expuso Max. —Tengo un plan —dijo Emiliano y le comentó a su amigo. Max estuvo de acuerdo, asintió decidido a atrapar a esa banda de criminales. ****Más tarde, Miguel entró a su nuevo hogar, aún no estaba completamente decorada la casa, pero acudía a una cita con Lu, cuando ingresó, la sala estaba alumbrada solo con velas, había una alfombra en el centro, con dos copas, vino, una tabla con carnes frías y frutas. Sonrió y suspiró al ver que Lu había preparado todo eso para él.—Ya llegué cariño, ¿en dónde estás?—Ponte cómodo —dijo Lu, su voz se escuchó cercana, pero el resto de la
Días después. Los gemelos y sus familias llegaron a Colombia, Majo se había encargado de que Luciana recuperara su identidad. En el aeropuerto se separaron, Andrés y su familia se embarcaron en uno de los autos de la hacienda, y Miguel con sus hijos y Lu, lo hicieron en otro. Luciana sentía el corazón apretado, luego de tantos años estaba de nuevo en su tierra natal, añoraba tanto ver a su mamá, a su hermanito, sentía tantas emociones que no las podía explicar. Dafne y Mike miraban por las ventanas, maravillados con el paisaje cafetero. Cuando llegaron a la Momposina abrieron sus ojos con amplitud, la hacienda era bellísima y la casa, como las de las revistas. —Wao, así que este es el castillo del gran Duque de Manizales —expuso Mike. —¿Qué les parece? —preguntó Miguel. —Es hermosa la casa, y la hacienda muy grande. —Dafne frunció el ceño—, no comprendo por qué Marypaz se preocupa, aquí cabe una tribu. —Si la familia se sigue reproduciendo seremos como José Arcadio Buendía de
Más tarde cuando la mayoría de la familia se fue a dormir, y los demás a sus debidas residencias, Lu y Miguel contemplaban el anochecer desde la terraza de la habitación de él en la hacienda. —Se respira tanta paz —comentó Lu, suspiró profundo—, me parece un sueño estar otra vez en mi país, en esta casa, y que mis hijos conocieran la hacienda. Miguel la tenía abrazada de la cintura, y su cabeza reposaba en el cuello de Lu. —Te siento triste a pesar de que estamos acá —murmuró él, la conocía bien. Lu frunció los labios, y su corazón percibió un ligero estremecimiento. —Me gustaría tanto ver a mi mamá, y a mi hermano —balbuceó con la voz temblorosa. Miguel la pegó más a su pecho, y depositó un beso en su hombro. —Pues, podemos arreglar eso, claro que antes debo hablar con ella y explicarle, no queremos que le dé algo de la impresión. Luciana giró de golpe, dejó caer las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos. —¿En serio? ¿La traerás?—Por supuesto —contestó Miguel, la miró