—¡Nada que a ti te interese! —refutó Karla, le guiñó un ojo a su primo, y salió de la habitación de Emiliano como si nada. Miguel no hizo más preguntas, la vida privada de su prima era eso: privada, pero la espina de la duda se le quedó en la mente. —Hola Emiliano, me da gusto verte despierto —comentó con sinceridad Juan Miguel. —¿Cómo estás?—Siento que volví a nacer y te quiero agradecer por eso, por no dejarme morir, y salvar mi vida —respondió también con sinceridad. —Estamos a mano —manifestó Miguel—, tú salvaste a mis hijos a Lu, yo no tenía como agradecerte, pero ahora la deuda ha quedado saldada. —Así es, pero me gustaría pagarte los gastos, no sé como, pero déjame hacerlo. Miguel inspiró profundo, lo miró a los ojos. —Ayúdame a proteger a mi familia, y a encontrar al infeliz de Albeiro, están muy cerca de nosotros —susurró bajo, y empezó a contarle acerca de Simone. La piel de Emiliano se erizó por completo al escuchar a Juan Miguel, apretó sus puños. —Debemos andar c
Miguel reaccionó, sonrió al escucharlos. —Ustedes dos son terribles —murmuró, y se acercó a Lu—, estás hermosa —susurró. —Gracias —contestó Lu, sonrió al ver que causó una gran impresión en él, y luego ella lo miró de pies a cabeza, él vestía unos pantalones de gabardina grises y combinaba su atuendo con una impoluta camisa blanca, calzaba mocasines cafés claros que hacían juego con su cinturón. —También te ves muy atractivo —susurró ella, besó la mejilla de Miguel, inhaló su seductora fragancia y el estómago se le encogió. —Me ves con ojos de amor —murmuró al oído de ella—, estás muy sensual, no me podré concentrar en la cena —advirtió en voz baja. Luciana se mordió los labios. —Ni yo —contestó con sinceridad. Enseguida llevaron a los niños con Karla, y se quedaron con ella. Cuando Miguel y Lu ingresaron al elevador, él aprovechó para besarla, la acorraló contra uno de los muros, ella no puso objeción, al contrario, abrió su boca, dejó que la cálida lengua de él rozara
—Ahora tenemos que actuar con cautela en la siguiente parte de nuestro plan. —La voz oscura y tétrica de Albeiro se escuchó—. En unas semanas más entrarás en acción Esmeralda, y me informarás todo acerca de lo que hace el infeliz de Emiliano. —Apretó los puños. —Como usted ordene señor, ¿me necesita para algo más?—No, puedes irte, haces un buen trabajo, y si logramos lo que nos proponemos, puedes convertirte en mi mano derecha. —La tomó por la cintura—, serás mi favorita, además te compensé bien por vender tu virginidad al infeliz ese. La chica ladeó los labios, era ambiciosa, le gustaba el dinero fácil, así que se prestó para todo ese macabro plan. —¿Qué se ha sabido de Simone? —preguntó Albeiro a su hombre de confianza, cuando Esmeralda los dejó solos. —Señor, de no ser porque ella tiene el poder, yo le sugeriría no hacer más tratos, pienso que en algún momento nos va a meter en problemas y nos van a descubrir, cuando tiene a Juan Andrés Duque cerca, se enloquece. Albeiro gruñ
Luciana no esperó más, salió despavorida hacia el interior del hotel, el corazón le retumbaba con violencia, aplastaba el botón del elevador, ansiosa. Miguel no tardó en reunirse con ella, luego de darle una corta y breve disculpa al señor Pastrana, sentía el alma en vilo, con las manos temblorosas marcó al móvil del escolta que siempre vigilaba a los niños. —Mis hijos —sollozaba Lu, sintiendo profunda desesperación. —Tranquila amor, ya me estoy comunicando con el hombre que los custodia —expresó con rapidez, se quedó helado cuando enviaba a buzón. —¿Qué ocurre? —preguntó Lu, sentía que de un momento a otro iba a enloquecer, la cabeza le daba vueltas. —No responde —balbuceó Miguel, juntos entraron al elevador, parecía que los pisos pasaban con lentitud, y cuando al fin llegaron corrieron a la alcoba. —¡Mike! ¡Dafne! —gritó Lu, los buscó en la alcoba, en la terraza. —¡No están! —gritó sollozando. —¡Se llevaron a mis hijos! —exclamó cayó de rodillas sobre la baldosa llorando con d
—Tranquilos. —Miguel abrazó a sus hijos—, su mamá de la impresión volvió a desmayarse, la están atendiendo, yo vine porque quiero charlar con ustedes. —Los miró a los ojos—, no pueden confiar en nadie, voy a ver la manera de instalarles un dispositivo de rastreo o alguna forma de que, si alguien se los lleva, podamos encontrarlos. —¿Un secuestro? —preguntó Dafne, se aferró al cuello de su papá. —Niños, en esta vida hay gente muy mala, no les importa dañar a los inocentes, pero no teman, ni Emiliano, ni mi familia, y yo con más razón no vamos a permitir que los lastimen, los vamos a proteger.Emiliano apretó los puños, respiró agitado, al escuchar eso, pensó en Lu, la conocía, debía estar al borde del colapso, sus hijos eran todo en su vida.«Cuando te atrape mal parido, no voy a tener piedad de ti, lo que Lu te hizo no será nada comparado con yo lo que yo te haré… cuídate Albeiro»Los niños confiaron en las palabras de su padre, y ahora iban a estar más alertas que nunca. ****Juan
—Niños. —Lu los llamó con suavidad, y los movió para que despertaran. Los pequeños se removieron, parpadearon, pero siguieron dormidos, más bien el primero en abrir los ojos, fue Emiliano. —Lu —exclamó la miró a los ojos. —¿Cómo estás? —Mejor, ya más tranquila, al saber que mis hijos están a salvo. ¿Y tú? —Yo bastante mejor, el médico me dijo que me iba a dar el alta, pero aún no puedo viajar, tendré que esperar unos días más en el hotel. —La contempló con ternura.—No te preocupes por nada —expuso Miguel—, lo que necesites cuentas con nosotros. Emiliano asintió, estaba por hablar cuando fue interrumpido. —Mami —la voz de Mike interrumpió la charla. —¿Cómo estás? —El niño se sentó, y la abrazó. Luciana cerró sus ojos, estrechó con fuerza a su pequeño. —Estoy bien, mucho mejor, vinimos por ustedes. Dafne también abrió sus ojos, miró a su mamá, se lanzó a ella. —¿Ya no te sientes mal? —preguntó y la abrazó. Lu correspondió las muestras de cariño de sus hijos, los abrazó muy f
«No puede ser» pensó Majo, su cuerpo tembló por completo, al momento que llegó a Mompox, recordó que Sebastián fue alcalde de aquella ciudad en el pasado, la piel se le erizó. Cuando bajó del avión, afuera del aeropuerto les esperaban varios autos blindados, en color negro, se sintió como en una película de narcotraficantes. —¿A dónde iremos? —indagó, se sacó las gafas y miró a los ojos de Arismendi. —A un municipio a una hora y algo más, no te puedo decir el nombre, lo sabrás cuando lleguemos —respondió. Majo asintió, agarró con fuerza su bolso, inhaló profundo, era la única mujer con todo ese ejército de hombres que parecían agentes del FBI. Uno de los escoltas de Salvador le abrió la puerta de la SUV, Majo subió y al lado de ella se acomodó Arismendi. El abogado notó que Majo se rascó la mano, y miró una marca rojiza sobre su dorso. Enseguida sacó de un bolso de cuero negro un frasco, y un tubo de crema. —Ten, es repelente para los mosquitos —le entregó el envase—, po
—Gracias, pero no puedo salir de la piscina, mis papás me pidieron quedarme aquí. Simone frunció los labios. —Pero Juan Andrés y yo… somos muy buenos amigos, te aseguro que no se va a enojar. —Sonrió. El pequeño dudó, se quedó pensativo, pero recordó las advertencias de su madre, entonces negó. —No me gusta desobedecerlos. —Se lanzó al agua y nadó hasta llegar al lugar en donde estaban otros niños. Simone apretó los puños, no pudo hacer nada, había guardias alrededor, y de inmediato hubieran notado que se llevaba al niño a la fuerza. «Ya encontraré la forma de recuperarte»Entonces se alejó, con el ceño fruncido, y decidió subir a la oficina de Paula, y reclamarle por la travesura de Marypaz. «Hija tuya tenía que ser esa mocosa impertinente» gruñó en el elevador, apretando los puños.****—Regrese a su casa señorita María Joaquina —expresó con voz gruesa el hombre que la sacó de esa balacera y la llevó de vuelta a Mompox, al aeropuerto. Majo estaba pálida, pero al verse libre