Salvador Arismendi leía frunciendo el ceño el informe que le enviaron desde New York, parpadeó sin poder creer lo que ahí estaba escrito. Se puso de pie contrariado, agarró su iPhone, y marcó a su contacto. —Acabo de leer el informe, pero… ¿Estás segura? —cuestionó. —Nunca te he fallado cariño, fuiste tras la presa equivocada: Simone no es quien crees. —No lo comprendo, la he visto y se parece a Sergio Uribe. —Pues dame más información, ¿deseas que averigüe sobre la familia Uribe?—¡Hazlo! —ordenó. —Bien, tendrás noticias mías en unos días, adiós guapo. Salvador tan solo colgó, resopló, y de nuevo volvió a marcar su móvil. —Doctora Duque, tengo información relevante, ¿podemos vernos? —Doctor Arismendi, ¿me lo puede decir por teléfono?Salvador ladeó los labios.—¿Tiene miedo de estar a solas conmigo?Enseguida se escuchó un bufido, y una sonora carcajada. —Claro que no, solo que ando ocupada con los preparativos de mi boda —recalcó—, lo veo en una hora en el café que queda e
—¡No puede ser! —exclamó Juan Miguel hablando por teléfono con su hermano—, pero están seguros de que no es Sergio —indagó sintiendo un escalofrío—, cada vez nos alejamos más de dar con el infeliz de Albeiro. —Majo acabó de llamar, Arismendi pidió a sus contactos del FBI investigar, Simone no es hombre como pensamos, sino una mujer real —informó—, pero su parecido con Sergio es muy grande que pensamos que de pronto sea su familiar. Miguel resopló, apretó los puños. —Ya no sé qué pensar, si esa mujer no estuviera tan interesada en ti, pensaría que es Albeiro, que se operó, pero no tiene sentido —murmuró. Se escuchó el bufido de Juan Andrés. —Voy a ver qué le saco esta noche. —Ten cuidado hermano, nos enfrentamos no solo a unos delincuentes, sino a una banda de psicópatas. —Tienes razón, también cuídate. —Colgó la llamada. Miguel se quedó pensativo, recordó toda la confesión de Lu, y el corazón se le encogió en el pecho, por el momento no le iba a decir nada hasta saber quién er
—Esto me da miedo Juan Andrés —expuso Paula, mientras le arreglaba el cuello de la camisa—, esa mujer… te devora, y no son celos, sino temor a que te pase algo malo. Juan Andrés abrazó a su esposa, y ella recargó su cabeza en el pecho de él. —Sé cuidarme, no temas, además no iré solo, los hombres de seguridad irán conmigo, encubiertos. Paula retiró su rostro del pecho de Andrés, lo miró a los ojos. —Cuídate. —Se alzó en la punta de sus pies, y rozó sus labios. ****Más tarde, Juan Andrés luciendo una camisa azul marino que le quedaba pegada a su musculoso pectoral llegó al bar donde lo citó Simone, la mujer lucía un vestido bastante atrevido; sin embargo, no se veía femenina, a pesar de que la prenda le quedaba entallada a su figura, y la falda era muy corta. Simone se mojó los labios al ver a Juan Andrés, la mirada le brilló, entonces caminó a él con coquetería. —Hola —saludó ella, lo devoró con los ojos—. Gracias por venir. —Besó la mejilla de Andrés, inhaló su varonil aroma
Luciana junto con sus hijos esperaban en el hospital que el médico les informara que ya podían pasar a visitar a Emiliano. Los tres esperaban impacientes, los niños caminaban por la sala de espera, desesperando a su mamá. —Ya paren, por favor, me tienen mareada —advirtió Lu. —Es que el médico tarda mucho —rezongó Mike. —Y por tanta demora, nuestro papá está en el congreso con la tal Sofy, es una resbalosa —gruñó Dafne. —Y yo las le dije que se porten bien, no queremos causarle problemas a su papá con su amiga, esa señorita va a pensar que yo los influencié, ella no sabe que ustedes dos. —Los acusó con el dedo—, son un par de diablillos que actúan solos. Los pequeños se miraron a los ojos y sonrieron, en ese momento el médico apareció, y Lu recordó que ella no entendía el portugués, pero para buena suerte de ella, una de las enfermeras sabía español, así que tradujo la información. —El señor Gamboa se encuentra en perfecto estado de salud, sus actividades motoras han reaccio
Lu junto a sus niños regresaron al hotel, y cuando entraron por el área de la piscina, los tres fruncieron el ceño al mirar como Sofía coqueteaba con Juan Miguel. Estaban sentados en unos taburetes, frente al bar, bebían limonadas, y ella a cada instante reía, y le acariciaba la mano. —Esa bruja te lo quiere quitar mamá, haz algo. —Ambos pequeños sacudieron de la mano a Lu, ella estaba estática. Luciana suspiró profundo. —Niños yo no voy a hacerle un escándalo a su papá, pero sí es una resbalosa de lo peor, más bien acerquémonos, pero sean discretos. Luciana más tardó en hablar que los niños en correr al lado de su papá, se metieron en medio de ambos, y separaron a Sofía de él. —Hola papi —saludó Dafne. —¿Me cargas? ¿Ya no tienes que ir al congreso?Juan Miguel sonrió al verlos, los observó conternura, alzó en sus brazos a Dafne, y la sentó en sus piernas, la niña se prendió al cuello de su papá como una garrapata. —Buenas tardes, niños —respondió él—, saluden a Sofía. —Hola —
—¡Nada que a ti te interese! —refutó Karla, le guiñó un ojo a su primo, y salió de la habitación de Emiliano como si nada. Miguel no hizo más preguntas, la vida privada de su prima era eso: privada, pero la espina de la duda se le quedó en la mente. —Hola Emiliano, me da gusto verte despierto —comentó con sinceridad Juan Miguel. —¿Cómo estás?—Siento que volví a nacer y te quiero agradecer por eso, por no dejarme morir, y salvar mi vida —respondió también con sinceridad. —Estamos a mano —manifestó Miguel—, tú salvaste a mis hijos a Lu, yo no tenía como agradecerte, pero ahora la deuda ha quedado saldada. —Así es, pero me gustaría pagarte los gastos, no sé como, pero déjame hacerlo. Miguel inspiró profundo, lo miró a los ojos. —Ayúdame a proteger a mi familia, y a encontrar al infeliz de Albeiro, están muy cerca de nosotros —susurró bajo, y empezó a contarle acerca de Simone. La piel de Emiliano se erizó por completo al escuchar a Juan Miguel, apretó sus puños. —Debemos andar c
Miguel reaccionó, sonrió al escucharlos. —Ustedes dos son terribles —murmuró, y se acercó a Lu—, estás hermosa —susurró. —Gracias —contestó Lu, sonrió al ver que causó una gran impresión en él, y luego ella lo miró de pies a cabeza, él vestía unos pantalones de gabardina grises y combinaba su atuendo con una impoluta camisa blanca, calzaba mocasines cafés claros que hacían juego con su cinturón. —También te ves muy atractivo —susurró ella, besó la mejilla de Miguel, inhaló su seductora fragancia y el estómago se le encogió. —Me ves con ojos de amor —murmuró al oído de ella—, estás muy sensual, no me podré concentrar en la cena —advirtió en voz baja. Luciana se mordió los labios. —Ni yo —contestó con sinceridad. Enseguida llevaron a los niños con Karla, y se quedaron con ella. Cuando Miguel y Lu ingresaron al elevador, él aprovechó para besarla, la acorraló contra uno de los muros, ella no puso objeción, al contrario, abrió su boca, dejó que la cálida lengua de él rozara
—Ahora tenemos que actuar con cautela en la siguiente parte de nuestro plan. —La voz oscura y tétrica de Albeiro se escuchó—. En unas semanas más entrarás en acción Esmeralda, y me informarás todo acerca de lo que hace el infeliz de Emiliano. —Apretó los puños. —Como usted ordene señor, ¿me necesita para algo más?—No, puedes irte, haces un buen trabajo, y si logramos lo que nos proponemos, puedes convertirte en mi mano derecha. —La tomó por la cintura—, serás mi favorita, además te compensé bien por vender tu virginidad al infeliz ese. La chica ladeó los labios, era ambiciosa, le gustaba el dinero fácil, así que se prestó para todo ese macabro plan. —¿Qué se ha sabido de Simone? —preguntó Albeiro a su hombre de confianza, cuando Esmeralda los dejó solos. —Señor, de no ser porque ella tiene el poder, yo le sugeriría no hacer más tratos, pienso que en algún momento nos va a meter en problemas y nos van a descubrir, cuando tiene a Juan Andrés Duque cerca, se enloquece. Albeiro gruñ