Luciana junto con sus hijos esperaban en el hospital que el médico les informara que ya podían pasar a visitar a Emiliano. Los tres esperaban impacientes, los niños caminaban por la sala de espera, desesperando a su mamá. —Ya paren, por favor, me tienen mareada —advirtió Lu. —Es que el médico tarda mucho —rezongó Mike. —Y por tanta demora, nuestro papá está en el congreso con la tal Sofy, es una resbalosa —gruñó Dafne. —Y yo las le dije que se porten bien, no queremos causarle problemas a su papá con su amiga, esa señorita va a pensar que yo los influencié, ella no sabe que ustedes dos. —Los acusó con el dedo—, son un par de diablillos que actúan solos. Los pequeños se miraron a los ojos y sonrieron, en ese momento el médico apareció, y Lu recordó que ella no entendía el portugués, pero para buena suerte de ella, una de las enfermeras sabía español, así que tradujo la información. —El señor Gamboa se encuentra en perfecto estado de salud, sus actividades motoras han reaccio
Lu junto a sus niños regresaron al hotel, y cuando entraron por el área de la piscina, los tres fruncieron el ceño al mirar como Sofía coqueteaba con Juan Miguel. Estaban sentados en unos taburetes, frente al bar, bebían limonadas, y ella a cada instante reía, y le acariciaba la mano. —Esa bruja te lo quiere quitar mamá, haz algo. —Ambos pequeños sacudieron de la mano a Lu, ella estaba estática. Luciana suspiró profundo. —Niños yo no voy a hacerle un escándalo a su papá, pero sí es una resbalosa de lo peor, más bien acerquémonos, pero sean discretos. Luciana más tardó en hablar que los niños en correr al lado de su papá, se metieron en medio de ambos, y separaron a Sofía de él. —Hola papi —saludó Dafne. —¿Me cargas? ¿Ya no tienes que ir al congreso?Juan Miguel sonrió al verlos, los observó conternura, alzó en sus brazos a Dafne, y la sentó en sus piernas, la niña se prendió al cuello de su papá como una garrapata. —Buenas tardes, niños —respondió él—, saluden a Sofía. —Hola —
—¡Nada que a ti te interese! —refutó Karla, le guiñó un ojo a su primo, y salió de la habitación de Emiliano como si nada. Miguel no hizo más preguntas, la vida privada de su prima era eso: privada, pero la espina de la duda se le quedó en la mente. —Hola Emiliano, me da gusto verte despierto —comentó con sinceridad Juan Miguel. —¿Cómo estás?—Siento que volví a nacer y te quiero agradecer por eso, por no dejarme morir, y salvar mi vida —respondió también con sinceridad. —Estamos a mano —manifestó Miguel—, tú salvaste a mis hijos a Lu, yo no tenía como agradecerte, pero ahora la deuda ha quedado saldada. —Así es, pero me gustaría pagarte los gastos, no sé como, pero déjame hacerlo. Miguel inspiró profundo, lo miró a los ojos. —Ayúdame a proteger a mi familia, y a encontrar al infeliz de Albeiro, están muy cerca de nosotros —susurró bajo, y empezó a contarle acerca de Simone. La piel de Emiliano se erizó por completo al escuchar a Juan Miguel, apretó sus puños. —Debemos andar c
Miguel reaccionó, sonrió al escucharlos. —Ustedes dos son terribles —murmuró, y se acercó a Lu—, estás hermosa —susurró. —Gracias —contestó Lu, sonrió al ver que causó una gran impresión en él, y luego ella lo miró de pies a cabeza, él vestía unos pantalones de gabardina grises y combinaba su atuendo con una impoluta camisa blanca, calzaba mocasines cafés claros que hacían juego con su cinturón. —También te ves muy atractivo —susurró ella, besó la mejilla de Miguel, inhaló su seductora fragancia y el estómago se le encogió. —Me ves con ojos de amor —murmuró al oído de ella—, estás muy sensual, no me podré concentrar en la cena —advirtió en voz baja. Luciana se mordió los labios. —Ni yo —contestó con sinceridad. Enseguida llevaron a los niños con Karla, y se quedaron con ella. Cuando Miguel y Lu ingresaron al elevador, él aprovechó para besarla, la acorraló contra uno de los muros, ella no puso objeción, al contrario, abrió su boca, dejó que la cálida lengua de él rozara
—Ahora tenemos que actuar con cautela en la siguiente parte de nuestro plan. —La voz oscura y tétrica de Albeiro se escuchó—. En unas semanas más entrarás en acción Esmeralda, y me informarás todo acerca de lo que hace el infeliz de Emiliano. —Apretó los puños. —Como usted ordene señor, ¿me necesita para algo más?—No, puedes irte, haces un buen trabajo, y si logramos lo que nos proponemos, puedes convertirte en mi mano derecha. —La tomó por la cintura—, serás mi favorita, además te compensé bien por vender tu virginidad al infeliz ese. La chica ladeó los labios, era ambiciosa, le gustaba el dinero fácil, así que se prestó para todo ese macabro plan. —¿Qué se ha sabido de Simone? —preguntó Albeiro a su hombre de confianza, cuando Esmeralda los dejó solos. —Señor, de no ser porque ella tiene el poder, yo le sugeriría no hacer más tratos, pienso que en algún momento nos va a meter en problemas y nos van a descubrir, cuando tiene a Juan Andrés Duque cerca, se enloquece. Albeiro gruñ
Luciana no esperó más, salió despavorida hacia el interior del hotel, el corazón le retumbaba con violencia, aplastaba el botón del elevador, ansiosa. Miguel no tardó en reunirse con ella, luego de darle una corta y breve disculpa al señor Pastrana, sentía el alma en vilo, con las manos temblorosas marcó al móvil del escolta que siempre vigilaba a los niños. —Mis hijos —sollozaba Lu, sintiendo profunda desesperación. —Tranquila amor, ya me estoy comunicando con el hombre que los custodia —expresó con rapidez, se quedó helado cuando enviaba a buzón. —¿Qué ocurre? —preguntó Lu, sentía que de un momento a otro iba a enloquecer, la cabeza le daba vueltas. —No responde —balbuceó Miguel, juntos entraron al elevador, parecía que los pisos pasaban con lentitud, y cuando al fin llegaron corrieron a la alcoba. —¡Mike! ¡Dafne! —gritó Lu, los buscó en la alcoba, en la terraza. —¡No están! —gritó sollozando. —¡Se llevaron a mis hijos! —exclamó cayó de rodillas sobre la baldosa llorando con d
—Tranquilos. —Miguel abrazó a sus hijos—, su mamá de la impresión volvió a desmayarse, la están atendiendo, yo vine porque quiero charlar con ustedes. —Los miró a los ojos—, no pueden confiar en nadie, voy a ver la manera de instalarles un dispositivo de rastreo o alguna forma de que, si alguien se los lleva, podamos encontrarlos. —¿Un secuestro? —preguntó Dafne, se aferró al cuello de su papá. —Niños, en esta vida hay gente muy mala, no les importa dañar a los inocentes, pero no teman, ni Emiliano, ni mi familia, y yo con más razón no vamos a permitir que los lastimen, los vamos a proteger.Emiliano apretó los puños, respiró agitado, al escuchar eso, pensó en Lu, la conocía, debía estar al borde del colapso, sus hijos eran todo en su vida.«Cuando te atrape mal parido, no voy a tener piedad de ti, lo que Lu te hizo no será nada comparado con yo lo que yo te haré… cuídate Albeiro»Los niños confiaron en las palabras de su padre, y ahora iban a estar más alertas que nunca. ****Juan
—Niños. —Lu los llamó con suavidad, y los movió para que despertaran. Los pequeños se removieron, parpadearon, pero siguieron dormidos, más bien el primero en abrir los ojos, fue Emiliano. —Lu —exclamó la miró a los ojos. —¿Cómo estás? —Mejor, ya más tranquila, al saber que mis hijos están a salvo. ¿Y tú? —Yo bastante mejor, el médico me dijo que me iba a dar el alta, pero aún no puedo viajar, tendré que esperar unos días más en el hotel. —La contempló con ternura.—No te preocupes por nada —expuso Miguel—, lo que necesites cuentas con nosotros. Emiliano asintió, estaba por hablar cuando fue interrumpido. —Mami —la voz de Mike interrumpió la charla. —¿Cómo estás? —El niño se sentó, y la abrazó. Luciana cerró sus ojos, estrechó con fuerza a su pequeño. —Estoy bien, mucho mejor, vinimos por ustedes. Dafne también abrió sus ojos, miró a su mamá, se lanzó a ella. —¿Ya no te sientes mal? —preguntó y la abrazó. Lu correspondió las muestras de cariño de sus hijos, los abrazó muy f