—¡No, no puedes hacer eso! —exclamó, palideció—, ellos son muy astutos, nos van a descubrir, es mejor irnos de este país, que no nos encuentren —suplicó. Miguel inhaló profundo, se quedó en silencio. —Tal vez tengas razón, pero no podemos vivir huyendo, en cualquier parte del mundo nos van a encontrar Lu, es hora de enfrentarlos. —La tomó de las manos—, y necesito tu ayuda, porque por obvias razones Paula no puede estar cuando yo suplante a Juan Andrés, y contigo tendré que portarme como tu cuñado en frente de Simone. Luciana negó con la cabeza, no se quedó muy convencida. —Qué Dios nos agarre confesados —musitó temblorosa. —Todo estará bien, tendré un equipo de seguridad cerca, te prometo que esta vez ellos no nos van a vencer. Lu asintió, intentó confiar en Miguel, pero le era imposible, conocía a la perfección como operaban esas bandas de delincuentes, y ellos no tenían piedad de nadie. —Regresemos a la cama, amor, ven tienes que descansar, has estado muy nerviosa —le dijo M
Majo sintió un cálido estremecimiento, su estómago se encogió. «Quítame los malos pensamientos» imploró a la virgen. —Claro —contestó, pero se le notaba tensa, casi no podía caminar con soltura, las escenas eróticas de su sueño aparecían a cada instante y su ropa interior se humedeció, pero no era la única, de nuevo Salvador al sentir la cercanía de ella, sintió como su miembro se hinchaba, le pareció verla desnuda como en sus sueños, y percibió mucho calor. —¿Qué ocurre? —preguntó y notó como él la devoraba con los ojos. Salvador se aclaró la garganta. —Ya pedí que investigaran a Simone, espero tener ese informe mañana mismo —comunicó—, me mantuve atento a ver los movimientos de esa mujer, pero pasó encerrada en la suite, le llevaron las comidas a la habitación —indicó sin dejar de mirar los labios de Majo. —Mis hermanos se están alistando para poner en marcha el plan de seducción, espero las cosas funcionen —comunicó, lo miró a los ojos y no pudo evitar recordar los besos que l
Río de Janeiro, Brasil.Karla caminaba impaciente de un lado a otro por el frío y blanco pasillo de aquel hospital privado al cual trasladó a Emiliano, entrelazaba sus manos, con gran nerviosismo. —Señorita. —La voz del médico hablando en portugués captó su atención. Karla frunció el ceño, y por suerte conocía el idioma, así que habló. —¿Cómo sigue? —indagó. —Debemos operar ya, caso contrario el paciente se muere, ¿es usted familiar? —preguntó el especialista—, requerimos autorización. Aquellas palabras retumbaron en el cerebro de Karla. «Si no se opera se muere. ¡Miguel no me lo perdonaría! ¿Pero si autorizo y fallece? ¡Dios ilumíname!»Karla no sabía qué decisión tomar, se sentía entre la espada y la pared. —Deme unos minutos —solicitó. El médico asintió, ella sacó de su bolso su móvil y de nuevo marcó a su primo, pero Miguel ya no respondió. —Seguramente ya viajaron, ¿y ahora? —susurró. Se recargó en una de las paredes, y se puso a meditar los pros y los contras de esa dec
Karla se atragantó con la saliva. —¡Dafne! —recriminó Lu. —Emiliano está enamorado de mi mamá —advirtió Mike con seriedad. —Pero no pueden estar juntos, por nuestro papá —reclamó Dafne. Miguel se estremeció, se sintió como el intruso, el que había llegado a robar la calma de la familia que eran ellos, apretó su puño, no era justo, él no sabía de la existencia de sus hijos, ni que Lu estaba viva.—Los acompaño al taxi —dijo Miguel. Los niños se despidieron de su mamá, y Miguel junto con Karla salieron del hospital. —Es una situación complicada, no te sientas mal, tú tienes derechos —advirtió Karla, abrazó a su primo al verlo tan abatido. —Me siento derrotado en ocasiones —susurró bajito. —Los Duque nunca nos rendimos —avisó ella, lo besó en la mejilla—, ve con Lu, yo me llevaré a los niños, estaremos bien. Miguel sonrió, sintió algo de alivio al escuchar las palabras de su prima, inhaló profundo y regresó con Lu, la contempló con tristeza, estaba sentada abrazada así misma, ag
Horas después, Miguel casi no había dormido nada, la verdad no entendía la actitud de Luciana; sin embargo, decidió ya no insistir más y enfocarse en cuidar a sus hijos, y ganarse su cariño. Con el semblante descompuesto, tocó a la puerta de la suite de Karla, ella tampoco había descansado del todo, los niños eran bastante inquietos para dormir, apareció con el cabello vuelto un desastre, y tocándose el cuello. —Hola —saludó con Miguel, lo miró con atención, notó el semblante lleno de contrariedad de su primo. —¿Murió? —susurró bajito. Miguel negó con la cabeza. —Emiliano se va a salvar, la operación fue un éxito, Luciana se quedó con él. Karla parpadeó, se hizo a un lado, arrugó el ceño. —¿Por qué traes esa cara? —indagó. Miguel antes de hablar con Karla, echó un vistazo a sus hijos, los contempló dormidos y sintió su corazón achicarse, pensó en que talvez nunca serían una familia. Suspiró, y mientras su prima le servía café, empezó a contarle lo que ocurrió con Lu. —¿Se volv
Los niños se miraron entre ellos, abrieron sus labios, sin saber qué decir, sus corazones se oprimieron. Sofía se sintió incómoda ante esa situación, por lo que decidió emprender su retirada. —Ha sido un gusto verte Mike, nos vemos en la noche. —Besó la mejilla de él. —¿Por qué en la noche? —cuestionó Miguel le sonrió, ignorando por completo a Lu—, te invito a almorzar. Sofía sacudió la cabeza, no supo qué responder. —No, no quiero interrumpir tu momento familiar. Miguel se aproximó a sus hijos. —¿Tienen algún problema si voy a almorzar con Sofía?Mike y Dafne se quedaron en silencio, alzaron sus cabezas y miraron a Lu, ella negó. —No, no hay inconveniente —susurró Mike. —Los veo en la tarde —les dijo Miguel, les acarició sus cabezas—, sé que no lo comprenden, su mamá les va a explicar todo. —Miró a Lu, con ira, enojo y frustración. Luciana en esos instantes quería que la tierra se abriera y la tragara, pero ella había propiciado todo con sus decisiones sin importarle que se
Era la primera vez que Dafne y Mike estaban frente al mar, jugaron con las olas, miraron el atardecer, comieron frente a la bahía, rieron, gritaron, pasaron un momento muy divertido junto a su padre. Para Miguel escuchar las risas de sus hijos alegraba su triste alma, pero no dejaba de pensar en el rostro lleno de melancolía de Luciana, pero ya no podía estar tras de ella, mendigando por su amor, así que luego que volvieron al hotel, y dejó a su hijos en la suite y se despidió de ellos, se fue a bañar y a cambiar de ropa, listo para empezar su nueva vida, y quizás Sofía era la solución a su mal de amores; sin embargo, los niños no iban a permitir que sus padres estuvieran separados, así que idearon un plan. Y mientras Lu se duchaba Dafne corrió a tocar la puerta de la suite de Karla. —Hola, ¿todo en orden? —indagó la chica cuando abrió. —Necesitamos tu ayuda —suplicó la niña con la voz agitada. —¿De qué se trata?—Nuestro papá se citó hoy en la noche con una resbalosa bien guapa,
El beso se volvió intenso, Miguel no se resistió, no podía hacerlo, la amaba, la deseaba, la apretó con su cuerpo contra uno de los muros del elevador, Luciana restregó su cuerpo hacia él, mientras sentía que se quedaba sin aliento, y el oxígeno empezaba a faltarle. Las manos de Miguel, le recorrieron el talle, la escuchó gemir sobre sus labios, y de pronto un leve resquicio de conciencia le hizo volver a la realidad, entonces él se separó de golpe de Lu. Ella abrió sus ojos, desconcertada, ambos respiraban agitados, sus cuerpos clamaban por seguir, pero la mente de Miguel, le decía que eso no estaba bien. —¿Qué ocurre? —preguntó Lu, lo miró aturdida. —Esto no está bien Luciana, no puedes un día terminar conmigo y a las pocas horas aparecer y besarme, me tienes en una cuerda floja —rebatió inhaló profundo intentando recomponerse—, no soy un juguete al que puedes manejar a tu antojo, no quiero pensar que hoy de nuevo estás en mí brazos, mañana ocurre algo con Emiliano, y corres d