Río de Janeiro, Brasil.Karla caminaba impaciente de un lado a otro por el frío y blanco pasillo de aquel hospital privado al cual trasladó a Emiliano, entrelazaba sus manos, con gran nerviosismo. —Señorita. —La voz del médico hablando en portugués captó su atención. Karla frunció el ceño, y por suerte conocía el idioma, así que habló. —¿Cómo sigue? —indagó. —Debemos operar ya, caso contrario el paciente se muere, ¿es usted familiar? —preguntó el especialista—, requerimos autorización. Aquellas palabras retumbaron en el cerebro de Karla. «Si no se opera se muere. ¡Miguel no me lo perdonaría! ¿Pero si autorizo y fallece? ¡Dios ilumíname!»Karla no sabía qué decisión tomar, se sentía entre la espada y la pared. —Deme unos minutos —solicitó. El médico asintió, ella sacó de su bolso su móvil y de nuevo marcó a su primo, pero Miguel ya no respondió. —Seguramente ya viajaron, ¿y ahora? —susurró. Se recargó en una de las paredes, y se puso a meditar los pros y los contras de esa dec
Karla se atragantó con la saliva. —¡Dafne! —recriminó Lu. —Emiliano está enamorado de mi mamá —advirtió Mike con seriedad. —Pero no pueden estar juntos, por nuestro papá —reclamó Dafne. Miguel se estremeció, se sintió como el intruso, el que había llegado a robar la calma de la familia que eran ellos, apretó su puño, no era justo, él no sabía de la existencia de sus hijos, ni que Lu estaba viva.—Los acompaño al taxi —dijo Miguel. Los niños se despidieron de su mamá, y Miguel junto con Karla salieron del hospital. —Es una situación complicada, no te sientas mal, tú tienes derechos —advirtió Karla, abrazó a su primo al verlo tan abatido. —Me siento derrotado en ocasiones —susurró bajito. —Los Duque nunca nos rendimos —avisó ella, lo besó en la mejilla—, ve con Lu, yo me llevaré a los niños, estaremos bien. Miguel sonrió, sintió algo de alivio al escuchar las palabras de su prima, inhaló profundo y regresó con Lu, la contempló con tristeza, estaba sentada abrazada así misma, ag
Horas después, Miguel casi no había dormido nada, la verdad no entendía la actitud de Luciana; sin embargo, decidió ya no insistir más y enfocarse en cuidar a sus hijos, y ganarse su cariño. Con el semblante descompuesto, tocó a la puerta de la suite de Karla, ella tampoco había descansado del todo, los niños eran bastante inquietos para dormir, apareció con el cabello vuelto un desastre, y tocándose el cuello. —Hola —saludó con Miguel, lo miró con atención, notó el semblante lleno de contrariedad de su primo. —¿Murió? —susurró bajito. Miguel negó con la cabeza. —Emiliano se va a salvar, la operación fue un éxito, Luciana se quedó con él. Karla parpadeó, se hizo a un lado, arrugó el ceño. —¿Por qué traes esa cara? —indagó. Miguel antes de hablar con Karla, echó un vistazo a sus hijos, los contempló dormidos y sintió su corazón achicarse, pensó en que talvez nunca serían una familia. Suspiró, y mientras su prima le servía café, empezó a contarle lo que ocurrió con Lu. —¿Se volv
Los niños se miraron entre ellos, abrieron sus labios, sin saber qué decir, sus corazones se oprimieron. Sofía se sintió incómoda ante esa situación, por lo que decidió emprender su retirada. —Ha sido un gusto verte Mike, nos vemos en la noche. —Besó la mejilla de él. —¿Por qué en la noche? —cuestionó Miguel le sonrió, ignorando por completo a Lu—, te invito a almorzar. Sofía sacudió la cabeza, no supo qué responder. —No, no quiero interrumpir tu momento familiar. Miguel se aproximó a sus hijos. —¿Tienen algún problema si voy a almorzar con Sofía?Mike y Dafne se quedaron en silencio, alzaron sus cabezas y miraron a Lu, ella negó. —No, no hay inconveniente —susurró Mike. —Los veo en la tarde —les dijo Miguel, les acarició sus cabezas—, sé que no lo comprenden, su mamá les va a explicar todo. —Miró a Lu, con ira, enojo y frustración. Luciana en esos instantes quería que la tierra se abriera y la tragara, pero ella había propiciado todo con sus decisiones sin importarle que se
Era la primera vez que Dafne y Mike estaban frente al mar, jugaron con las olas, miraron el atardecer, comieron frente a la bahía, rieron, gritaron, pasaron un momento muy divertido junto a su padre. Para Miguel escuchar las risas de sus hijos alegraba su triste alma, pero no dejaba de pensar en el rostro lleno de melancolía de Luciana, pero ya no podía estar tras de ella, mendigando por su amor, así que luego que volvieron al hotel, y dejó a su hijos en la suite y se despidió de ellos, se fue a bañar y a cambiar de ropa, listo para empezar su nueva vida, y quizás Sofía era la solución a su mal de amores; sin embargo, los niños no iban a permitir que sus padres estuvieran separados, así que idearon un plan. Y mientras Lu se duchaba Dafne corrió a tocar la puerta de la suite de Karla. —Hola, ¿todo en orden? —indagó la chica cuando abrió. —Necesitamos tu ayuda —suplicó la niña con la voz agitada. —¿De qué se trata?—Nuestro papá se citó hoy en la noche con una resbalosa bien guapa,
El beso se volvió intenso, Miguel no se resistió, no podía hacerlo, la amaba, la deseaba, la apretó con su cuerpo contra uno de los muros del elevador, Luciana restregó su cuerpo hacia él, mientras sentía que se quedaba sin aliento, y el oxígeno empezaba a faltarle. Las manos de Miguel, le recorrieron el talle, la escuchó gemir sobre sus labios, y de pronto un leve resquicio de conciencia le hizo volver a la realidad, entonces él se separó de golpe de Lu. Ella abrió sus ojos, desconcertada, ambos respiraban agitados, sus cuerpos clamaban por seguir, pero la mente de Miguel, le decía que eso no estaba bien. —¿Qué ocurre? —preguntó Lu, lo miró aturdida. —Esto no está bien Luciana, no puedes un día terminar conmigo y a las pocas horas aparecer y besarme, me tienes en una cuerda floja —rebatió inhaló profundo intentando recomponerse—, no soy un juguete al que puedes manejar a tu antojo, no quiero pensar que hoy de nuevo estás en mí brazos, mañana ocurre algo con Emiliano, y corres d
Salvador Arismendi leía frunciendo el ceño el informe que le enviaron desde New York, parpadeó sin poder creer lo que ahí estaba escrito. Se puso de pie contrariado, agarró su iPhone, y marcó a su contacto. —Acabo de leer el informe, pero… ¿Estás segura? —cuestionó. —Nunca te he fallado cariño, fuiste tras la presa equivocada: Simone no es quien crees. —No lo comprendo, la he visto y se parece a Sergio Uribe. —Pues dame más información, ¿deseas que averigüe sobre la familia Uribe?—¡Hazlo! —ordenó. —Bien, tendrás noticias mías en unos días, adiós guapo. Salvador tan solo colgó, resopló, y de nuevo volvió a marcar su móvil. —Doctora Duque, tengo información relevante, ¿podemos vernos? —Doctor Arismendi, ¿me lo puede decir por teléfono?Salvador ladeó los labios.—¿Tiene miedo de estar a solas conmigo?Enseguida se escuchó un bufido, y una sonora carcajada. —Claro que no, solo que ando ocupada con los preparativos de mi boda —recalcó—, lo veo en una hora en el café que queda e
—¡No puede ser! —exclamó Juan Miguel hablando por teléfono con su hermano—, pero están seguros de que no es Sergio —indagó sintiendo un escalofrío—, cada vez nos alejamos más de dar con el infeliz de Albeiro. —Majo acabó de llamar, Arismendi pidió a sus contactos del FBI investigar, Simone no es hombre como pensamos, sino una mujer real —informó—, pero su parecido con Sergio es muy grande que pensamos que de pronto sea su familiar. Miguel resopló, apretó los puños. —Ya no sé qué pensar, si esa mujer no estuviera tan interesada en ti, pensaría que es Albeiro, que se operó, pero no tiene sentido —murmuró. Se escuchó el bufido de Juan Andrés. —Voy a ver qué le saco esta noche. —Ten cuidado hermano, nos enfrentamos no solo a unos delincuentes, sino a una banda de psicópatas. —Tienes razón, también cuídate. —Colgó la llamada. Miguel se quedó pensativo, recordó toda la confesión de Lu, y el corazón se le encogió en el pecho, por el momento no le iba a decir nada hasta saber quién er