Era la primera vez que Dafne y Mike estaban frente al mar, jugaron con las olas, miraron el atardecer, comieron frente a la bahía, rieron, gritaron, pasaron un momento muy divertido junto a su padre. Para Miguel escuchar las risas de sus hijos alegraba su triste alma, pero no dejaba de pensar en el rostro lleno de melancolía de Luciana, pero ya no podía estar tras de ella, mendigando por su amor, así que luego que volvieron al hotel, y dejó a su hijos en la suite y se despidió de ellos, se fue a bañar y a cambiar de ropa, listo para empezar su nueva vida, y quizás Sofía era la solución a su mal de amores; sin embargo, los niños no iban a permitir que sus padres estuvieran separados, así que idearon un plan. Y mientras Lu se duchaba Dafne corrió a tocar la puerta de la suite de Karla. —Hola, ¿todo en orden? —indagó la chica cuando abrió. —Necesitamos tu ayuda —suplicó la niña con la voz agitada. —¿De qué se trata?—Nuestro papá se citó hoy en la noche con una resbalosa bien guapa,
El beso se volvió intenso, Miguel no se resistió, no podía hacerlo, la amaba, la deseaba, la apretó con su cuerpo contra uno de los muros del elevador, Luciana restregó su cuerpo hacia él, mientras sentía que se quedaba sin aliento, y el oxígeno empezaba a faltarle. Las manos de Miguel, le recorrieron el talle, la escuchó gemir sobre sus labios, y de pronto un leve resquicio de conciencia le hizo volver a la realidad, entonces él se separó de golpe de Lu. Ella abrió sus ojos, desconcertada, ambos respiraban agitados, sus cuerpos clamaban por seguir, pero la mente de Miguel, le decía que eso no estaba bien. —¿Qué ocurre? —preguntó Lu, lo miró aturdida. —Esto no está bien Luciana, no puedes un día terminar conmigo y a las pocas horas aparecer y besarme, me tienes en una cuerda floja —rebatió inhaló profundo intentando recomponerse—, no soy un juguete al que puedes manejar a tu antojo, no quiero pensar que hoy de nuevo estás en mí brazos, mañana ocurre algo con Emiliano, y corres d
Salvador Arismendi leía frunciendo el ceño el informe que le enviaron desde New York, parpadeó sin poder creer lo que ahí estaba escrito. Se puso de pie contrariado, agarró su iPhone, y marcó a su contacto. —Acabo de leer el informe, pero… ¿Estás segura? —cuestionó. —Nunca te he fallado cariño, fuiste tras la presa equivocada: Simone no es quien crees. —No lo comprendo, la he visto y se parece a Sergio Uribe. —Pues dame más información, ¿deseas que averigüe sobre la familia Uribe?—¡Hazlo! —ordenó. —Bien, tendrás noticias mías en unos días, adiós guapo. Salvador tan solo colgó, resopló, y de nuevo volvió a marcar su móvil. —Doctora Duque, tengo información relevante, ¿podemos vernos? —Doctor Arismendi, ¿me lo puede decir por teléfono?Salvador ladeó los labios.—¿Tiene miedo de estar a solas conmigo?Enseguida se escuchó un bufido, y una sonora carcajada. —Claro que no, solo que ando ocupada con los preparativos de mi boda —recalcó—, lo veo en una hora en el café que queda e
—¡No puede ser! —exclamó Juan Miguel hablando por teléfono con su hermano—, pero están seguros de que no es Sergio —indagó sintiendo un escalofrío—, cada vez nos alejamos más de dar con el infeliz de Albeiro. —Majo acabó de llamar, Arismendi pidió a sus contactos del FBI investigar, Simone no es hombre como pensamos, sino una mujer real —informó—, pero su parecido con Sergio es muy grande que pensamos que de pronto sea su familiar. Miguel resopló, apretó los puños. —Ya no sé qué pensar, si esa mujer no estuviera tan interesada en ti, pensaría que es Albeiro, que se operó, pero no tiene sentido —murmuró. Se escuchó el bufido de Juan Andrés. —Voy a ver qué le saco esta noche. —Ten cuidado hermano, nos enfrentamos no solo a unos delincuentes, sino a una banda de psicópatas. —Tienes razón, también cuídate. —Colgó la llamada. Miguel se quedó pensativo, recordó toda la confesión de Lu, y el corazón se le encogió en el pecho, por el momento no le iba a decir nada hasta saber quién er
—Esto me da miedo Juan Andrés —expuso Paula, mientras le arreglaba el cuello de la camisa—, esa mujer… te devora, y no son celos, sino temor a que te pase algo malo. Juan Andrés abrazó a su esposa, y ella recargó su cabeza en el pecho de él. —Sé cuidarme, no temas, además no iré solo, los hombres de seguridad irán conmigo, encubiertos. Paula retiró su rostro del pecho de Andrés, lo miró a los ojos. —Cuídate. —Se alzó en la punta de sus pies, y rozó sus labios. ****Más tarde, Juan Andrés luciendo una camisa azul marino que le quedaba pegada a su musculoso pectoral llegó al bar donde lo citó Simone, la mujer lucía un vestido bastante atrevido; sin embargo, no se veía femenina, a pesar de que la prenda le quedaba entallada a su figura, y la falda era muy corta. Simone se mojó los labios al ver a Juan Andrés, la mirada le brilló, entonces caminó a él con coquetería. —Hola —saludó ella, lo devoró con los ojos—. Gracias por venir. —Besó la mejilla de Andrés, inhaló su varonil aroma
Luciana junto con sus hijos esperaban en el hospital que el médico les informara que ya podían pasar a visitar a Emiliano. Los tres esperaban impacientes, los niños caminaban por la sala de espera, desesperando a su mamá. —Ya paren, por favor, me tienen mareada —advirtió Lu. —Es que el médico tarda mucho —rezongó Mike. —Y por tanta demora, nuestro papá está en el congreso con la tal Sofy, es una resbalosa —gruñó Dafne. —Y yo las le dije que se porten bien, no queremos causarle problemas a su papá con su amiga, esa señorita va a pensar que yo los influencié, ella no sabe que ustedes dos. —Los acusó con el dedo—, son un par de diablillos que actúan solos. Los pequeños se miraron a los ojos y sonrieron, en ese momento el médico apareció, y Lu recordó que ella no entendía el portugués, pero para buena suerte de ella, una de las enfermeras sabía español, así que tradujo la información. —El señor Gamboa se encuentra en perfecto estado de salud, sus actividades motoras han reaccio
Lu junto a sus niños regresaron al hotel, y cuando entraron por el área de la piscina, los tres fruncieron el ceño al mirar como Sofía coqueteaba con Juan Miguel. Estaban sentados en unos taburetes, frente al bar, bebían limonadas, y ella a cada instante reía, y le acariciaba la mano. —Esa bruja te lo quiere quitar mamá, haz algo. —Ambos pequeños sacudieron de la mano a Lu, ella estaba estática. Luciana suspiró profundo. —Niños yo no voy a hacerle un escándalo a su papá, pero sí es una resbalosa de lo peor, más bien acerquémonos, pero sean discretos. Luciana más tardó en hablar que los niños en correr al lado de su papá, se metieron en medio de ambos, y separaron a Sofía de él. —Hola papi —saludó Dafne. —¿Me cargas? ¿Ya no tienes que ir al congreso?Juan Miguel sonrió al verlos, los observó conternura, alzó en sus brazos a Dafne, y la sentó en sus piernas, la niña se prendió al cuello de su papá como una garrapata. —Buenas tardes, niños —respondió él—, saluden a Sofía. —Hola —
—¡Nada que a ti te interese! —refutó Karla, le guiñó un ojo a su primo, y salió de la habitación de Emiliano como si nada. Miguel no hizo más preguntas, la vida privada de su prima era eso: privada, pero la espina de la duda se le quedó en la mente. —Hola Emiliano, me da gusto verte despierto —comentó con sinceridad Juan Miguel. —¿Cómo estás?—Siento que volví a nacer y te quiero agradecer por eso, por no dejarme morir, y salvar mi vida —respondió también con sinceridad. —Estamos a mano —manifestó Miguel—, tú salvaste a mis hijos a Lu, yo no tenía como agradecerte, pero ahora la deuda ha quedado saldada. —Así es, pero me gustaría pagarte los gastos, no sé como, pero déjame hacerlo. Miguel inspiró profundo, lo miró a los ojos. —Ayúdame a proteger a mi familia, y a encontrar al infeliz de Albeiro, están muy cerca de nosotros —susurró bajo, y empezó a contarle acerca de Simone. La piel de Emiliano se erizó por completo al escuchar a Juan Miguel, apretó sus puños. —Debemos andar c