¿Qué tal ese reencuentro entre Miguel y Luciana? ¿Qué pasará en esa oficina? Leo sus comentarios y reseñas.
Luciana palideció, lo observó con angustia, temía que Irma apareciera de un momento a otro, y el tormentoso pasado volviera y lastimara a sus hijos. —Señor Duque, usted me confunde, yo me llamo Lucía, está equivocado. —Desvió su mirada.Miguel se quedó contemplándola por segundos, moría de ganas de besarla, de abrazarla, el corazón le latía con fuerza. —¿Ya no confías en mí? —preguntó sintiendo la garganta rasposa. —Ya le dije, está confundido, déjeme salir —solicitó ella, se reflejó en la limpia mirada de él, el corazón le vibró. Lu se aproximó a la puerta, las manos le temblaban, giró la cerradura, esta no se abrió, resopló—. Voy a gritar pidiendo ayuda —expresó sin mirarlo, se puso a pelear con el mango, agitándolo con desesperación. Miguel no pudo contenerse más, la abrazó por la cintura, cerró sus ojos al volver a sentir su calor, y el perfume de su piel, su corazón se estremeció. —No tengas miedo, yo jamás te haría daño, lo sabes, no soy tu enemigo Luciana —susurró al oído
—¡Tú no comprendes! —vociferó Lu sollozando—. Emiliano arriesgó su vida por salvar la mía y de mis bebés, sin ese hombre yo no habría podido sola con mis hijos, y tú apareces a quererlo cambiar todo de la noche a la mañana, las cosas no funcionan así Juan Miguel Duque.—Para ti es fácil decirlo, y comprendo que estés agradecida con Emiliano, yo también lo estoy, pero no es justo, yo lo perdí todo, a ti, a mis hijos, me quedé hasta sin memoria, y no encontraba un motivo para luchar por volver a caminar, a hablar. —Apretó sus puños—, hasta que empezaste a aparecer en mis sueños, y ahora resulta que yo debo hacerme a un lado. —Negó con la cabeza—, no lo voy a aceptar, si tengo que pelear por mis derechos lo haré —enfatizó. Luciana volvió a inclinar su cabeza, se abrazó a sí misma y volvió a llorar. —No hagas esto más difícil, mientras más cerca estemos de ti, corremos peligro, Albeiro no me va a perdonar por lo que le hice, se va a vengar. —¿Y piensas que yo lo voy a permitir? —gruñó—
—¡Luciana! ¡Juan Miguel! Ambos se separaron de golpe, sintiendo el frenético palpitar de sus corazones. Miraron al hombre que los sorprendió y soltaron el aire que estaban conteniendo. —¡Qué imprudentes son! —recriminó Juan Andrés—. Emiliano te anda buscando —comunicó mirando a Lu.—Debo volver con él —expresó Luciana con angustia, miró una vez más a Juan Miguel, y suspiró. Miguel la tomó de la mano. —No faltes mañana, o caso contrario estaré en tu casa, hablando con la verdad con Emiliano —enfatizó, aún sentía en sus labios, el sabor de los besos de Lu que tanta falta le habían hecho. —Te di mi palabra —dijo Lu, ella también aún guardaba en sabor de los labios de Miguel, cuanto había añorado con ese beso. De inmediato se alejó y buscó el tocador, necesitaba retocarse el maquillaje, el peinado, antes de que su esposo la encontrara. —¿Cómo te sientes? —preguntó Juan Andrés a su hermano, notó en el semblante de Miguel, dudas, desconcierto; sin embargo, sus ojos volvieron a brillar
El corazón de Juan Miguel tembló al escuchar a su hermano, su cuerpo entero se paralizó. —No, ella no sabe mentir, yo sentí que aún le importo, cuando le conté de mi accidente me preguntó qué cómo estoy, y sus ojos me miraban con el brillo de siempre, y cuando nos besamos. —Suspiró profundo—, fue como si el alma me regresara al cuerpo, y no la obligué, ella correspondió como en el pasado, aún me ama, solo que está muy lastimada. —No te confundas, no quiero que te ilusiones, averigua antes como es la relación de Lu y ese hombre, los niños te pueden informar —recomendó Juan Andrés. Miguel cerró sus ojos, liberó un suspiro. —Tienes razón —expresó. ****Unos minutos después Juan Miguel regresó al salón, desde lejos observaba a Luciana, intentaba contenerse, pero su corazón se aceleraba al verla, se concentró en saludar a los invitados, personas dueños de grandes cadenas de supermercados en donde se iba a comercializar el café. Y unos minutos después Emiliano se le acercó. —Juan Mig
Luciana los abrazó, y besó la frente de cada uno de sus hijos. —Eso es imposible, en la vida no se puede tenerlo todo, unos ganan, otros pierden, pero les prometo que intentaré que ambos no sufran.—¿Y cómo supiste lo de nuestro papá? —cuestionó Mike. Luciana se aclaró la garganta. —Me encontré con él. Dafne y Mike abrieron sus ojos con amplitud, la mirada les brilló. —¿Qué te dijo? ¿Te confesó que sigue enamorado de ti? —preguntó Dafne con emoción—, nuestro papá es muy guapo, y muy lindo, nos trata con cariño, juega con nosotros, nos comprende. El corazón de Luciana empezó a latir con fuerza descomunal, suspiró profundo. —Siempre ha sido un hombre bueno, y muy guapo. —Se mordió los labios. —Y tú eres muy linda, debió quedarse mudo cuando te vio —añadió Mike. Luciana alargó un suspiro, recordó su encuentro y como Miguel no podía contener sus lágrimas al verla, el momento había sido muy emotivo, y bastante fuerte para ambos, entonces escucharon la cerradura. —Por favor no vay
Juan Miguel sintió que todos sus músculos se tensaron, la frente de su frente saltó. Se puso de pie, respirando agitado. —¿Qué? —cuestionó, golpeó con sus puños una columna. —Mal p@rido —espetó—, como me gustaría tenerlo en frente y acabar yo mismo con ese sujeto —gruñó, miró a Lu, y no pudo contener sus lágrimas, se aproximó a ella, la abrazó muy fuerte—, no imagino tu sufrimiento, guardándote todo en silencio, y no pienso reclamarte, porque sé que una persona bajo amenaza se queda callada. —Intenté decirte las cosas, pero no tuve el valor. —Sollozó abrazada a él. —Cuántas heridas debes tener en tu alma, mi amada Lu. —Le acarició el cabello, sentía un ardor en su pecho—, pero voy a curarte, mi amor te sanará. Lu derramó un gran torrente de lágrimas al escucharlo. —No me digas esas cosas Miguel, por favor —suplicó lloriqueando—. No comprendes, soy otra mujer, y Lucia Cedeño es esposa de Emiliano, y aunque antes éramos una pareja de mentira, ahora sí lo somos de verdad. —Pero
Luciana y doña Caridad volvieron a casa alrededor de las dos de la tarde. Emiliano la recibió con una expresión de profunda seriedad. —¡Toda la mañana en ese bendito hospital! —reclamó en tono enérgico. Lu se sobresaltó al escuchar el tono de la voz de él. —¡No me grites! —rebatió con firmeza, lo miró a los ojos—, no en frente de mis hijos —advirtió. Mike se puso alerta, apretó sus puños. Dafne se hizo para atrás, miró al hombre que gritaba parpadeando.Emiliano resopló y relajó un poco su postura tensa. —¿Por qué demoraste? —indagó—, te he estado llamando y no respondes, me tenías angustiado, y los niños con hambre —bajó el tono de su voz.Luciana apretó los párpados, resopló. —Lo lamento. —Se disculpó—, nos tuvieron dando un montón de vueltas, tú sabes cómo son en los hospitales públicos, había una fila de gente muy larga —mintió, odiaba hacerlo, sentía que él podía adivinar que no era verdad lo que decía, pero solo era una suposición de ella. —Es cierto, y ¿cómo está, doña C
Entonces la música que sonaba en el salón se apagó, un profundo silencio se hizo en el ambiente, Luciana pasó a la mitad del escenario, las notas de la melodía empezaron a escucharse en las bocinas. Ella agarró el micrófono, cantó la primera estrofa, y de vez en cuando miraba a Miguel, y en el coro se acercó muy cerca de la mesa de él. Miguel la observaba embelesado, bebía a sorbos su trago mientras la contemplaba y escuchaba cantar, suspiraba a cada instante como un adolescente enamorado. —Se acabó, se acabó, se acabó. Pon punto final a este sueño —entonó, y miró a Miguel con profunda seriedad—. No pienses en continuar una historia que ya ha pasado de tiempo. —Irguió la barbilla, y volteó para proseguir cantando—. Se acabó, se acabó, se acabó. Sigue las reglas del juego. No sirve de nada jurar, prometer, ni rogar, cuando se apaga el fuego. —Volvió y se paró frente a él para concluir con la melodía. —¿Cuándo se apaga el fuego? —indagó Miguel frunció el ceño, bebió de un solo golp