—Capitana, pero han pasado solo dos días, no pueden estar allá tan rápido.—Claro que no, pero están tomando esa ruta, aún deben estar en aguas ecuatorianas, recuerden que se camuflan de la guardia costera.—Entonces debemos dar aviso a nuestros hombres que identifiquen este buque en las costas ecuatorianas.—Prepárense para salir, señores —ordenó.Emiliano cerró los ojos, agradeció a Dios, ahora debían buscar la embarcación, pero eso con los contactos de Amparo era sencillo, enseguida agarró su móvil y llamó a Miguel.—Te tengo noticias, embarcaron a las chicas en un barco, con destino a las Bahamas y de ahí a Europa.—¿Qué? —cuestionó Miguel—, hay que rescatarlas.El corazón del hombre bombeaba con fuerza descomunal.—Sí lo sé, pero aún no tenemos las coordenadas de esa embarcación, de acuerdo a los días que han pasado, asumimos que están en aguas nacionales.—Gracias Dios —comunicó Miguel—, yo quiero ir con ustedes.—Eso no es permitido, no podemos arriesgar a civiles.—Tú eres un
Mónica le había disparado a Albeiro, había fallado, pero del susto el hombre dejó de apuntar a Lu, y disparó a la chica, la hirió, Luciana aprovechó para agarrar el arma que estaba en el piso, y no le tembló la mano, disparó en contra de aquel infeliz, lo hizo en la pierna, porque no merecía morir tan fácilmente. Albeiro gruñó de dolor, se agarró la pierna y como el cobarde que era intentó salir huyendo. —No te muevas —gritó Lu. Los hombres de Albeiro lograron atrapar a las chicas, las abofetearon, recuperaron las armas, se armó una guerra de golpes y balas. Y de pronto se escuchó un helicóptero, y pasos en la parte de arriba. —¡La policía! —exclamaron los delincuentes. —Preparen las armas —gritó Albeiro. —Chicas al suelo —gritó Lu, como pudieron se arrastraron bajo las mesas. Albeiro cojeando corrió con el resto de sus hombres a la salida de emergencia, listo para saltar a uno de los botes salvavidas y escapar. Pero cuando llegaron a cubierta varios policías acribillaron a los
Emiliano palideció al mirar aquella mancha de sangre, sin pérdida de tiempo, cargó a Karla en sus brazos. —¡Necesito ayuda! —gritó mientras subía con la chica en brazos hacia la cubierta.—¿Estás herida? ¿Qué ocurrió? —preguntó enseguida Lu, acercándose a ella. Karla negó con la cabeza, y Lu de inmediato se dio cuenta de lo que estaba pasando, sintió un estremecimiento en el corazón. —Van a estar bien, tu bebé es tan fuerte como tú, ya lo verás. —Eso espero —respondió Karla, con la voz entrecortada. De inmediato desde el helicóptero bajaron una camilla, y subieron a Karla con cuidado para trasladarla al hospital más cercano que estaba en las islas Galápagos, dentro de territorio ecuatoriano, y lo mismo habían hecho con Mónica. El resto de chicas corrieron a cambiarse, tenían golpes y heridas menores, pero no querían llegar a tierra, y que sus familiares las vieran vestidas como unas prostitutas, y luego en varios helicópteros fueron trasladas al hospital, requieren una valoraci
—¿Mami? ¿Eres tú? —Los pequeños enfocaron sus azuladas miradas en la pantalla del computador, sus ojos brillaban y sus corazones latían con fuerza. —Me fui tan poquitos días y ya no me reconocen —reclamó Luciana, los miraba y sentía que el corazón se le quería salir del pecho, ansiaba llegar a Colombia y poder abrazarlos. —¿Estás bien? —preguntó Dafne, limpió sus lágrimas. —¿Te hicieron daño los malos? —indagó Mike habló con la voz temblorosa. —Tranquilos, estoy bien, su papá llegó a rescatarme. —Sonrió, mientras gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas. —Bravo, papá —exclamaron los mellizos y aplaudieron—. Eres un héroe. Miguel negó con la cabeza. —Se equivocan, la heroína es su mamá, ella lo hizo, es una mujer muy valiente. —Acarició la mejilla de Luciana. Los pequeños sonrieron. —¿Cuándo vienen por nosotros? —preguntó Dafne. —¿Están aburridos con los abuelos? —indagó Miguel, frunció el ceño. —No, claro que no, está bien divertido, el tío Juan Andrés, puso a Inesita a ha
Al día siguiente, era como el medio día cuando Marypaz al enterarse que su tío Miguel ansiaba tener más hijos fue nuevamente acompañada esta vez de Mike y Dafne a hacerle una propuesta al vecino del abuelo. Una vez más se encontraron con el hijo del señor Villamizar. —Hola niño, ¿está tu papá? —indagó la pequeña. El pequeño resopló, dibujó una mueca en sus labios. —No se encuentra, y dejen de venir a molestarnos —advirtió. Mike era mucho más pequeño, apenas tenía cinco años, claro que era alto para su edad, pero el otro niño le doblaba la edad, sin embargo, irguió la barbilla y se paró frente a su prima para defenderla. —Venimos a hacer una nueva propuesta —dijo el niño con firmeza. —Ya les dijo mi papá que no estamos vendiendo —habló el niño. —Ahora te ofrezco doscientos pesos por cada hectárea, es mucho dinero —expuso Marypaz—, quiero treinta hectáreas, haz el cálculo. El niño de nuevo empezó a contar con los dedos se quedó en silencio varios minutos. —Son como… seis mil pe
Mafer y Malú habían llegado al llamado de su hermano, ambas estaban consolando a los niños luego de aquel susto. Eduardo y Abel sus respectivos esposos corrieron montaña arriba para ayudar, sin embargo, ya Miguel, bajaba de la mano de su esposa, acompañados del señor Villamizar. —¿Estáis bien? —indagó Eduardo a los tres. —¡Joder! ¿Qué os ha ocurrido?Miguel apretó su puño, estaba completamente pálido al igual que Luciana. —No sé cómo la loca de Irma escapó, agredió a los niños y casi nos lleva al abismo.Luciana aún temblaba, casi no podía salir del shock en el cual se encontraba, cuando llegaron a la planicie corrió hacia sus pequeños, los abrazó. —¿Están bien? —indagó con la voz temblorosa y el rostro lleno de lágrimas. —Me duele un poco la cabeza. —Se quejó Dafne. —Ya los va a revisar el médico, tranquilos. —Volvió a abrazarlos. Luego miró a Marypaz. —¿Te hizo daño?La pequeña negó con la cabeza, y en ese momento llegó Juan Andrés. —¿Están todos bien? —preguntó y de inmedi
—Porque era la única forma de conseguir que me vendiera un poquito de sus tierras, es que cuando seamos grandes, no vamos a caber en esta hacienda. —Lamento mucho que mi nieta haya engañado a su hijo, de todos modos, agradecemos su muestra de generosidad y aceptamos los víveres, para repartirlos entre los trabajadores —expresó Joaquin. Esteban frunció los labios, fulminó con la mirada a Marypaz. —Tan grande y se cree los cuentos de mi prima —susurró Dafne en voz baja, pensó que el niño no la escuchó, pero no fue así. —¡Nunca se van a quedar con mis tierras! —vociferó, observó a Dafne con la mirada llena de seriedad. —¡Esteban! —recriminó su padre. —Ella empezó. —Acusó a Dafne. —Solo dije que lo pienso —contestó la niña. —Señor Villamizar, disculpe a los niños, en especial a mi hija —explicó Luciana—, ella tiene un coeficiente intelectual elevado, dice las cosas sin filtro. —No se preocupe, además yo le expliqué a mi hijo que eso de la pobreza no era verdad, pero insistió, vi
Al día siguiente el canto de las aves, el murmullo de los trabajadores despertó a Luciana y los niños en la hacienda. Todos abrieron sus ojos menos Miguel. —Amor —susurró Lu, lo movió, pero él tenía los ojos cerrados. —Papá, es hora de despertar —comunicó Dafne. —Papi, prometiste que haríamos un video con Inesita —dijo Mike y también lo movió. —Miguel —volvió a repetir Luciana, su corazón empezó a latir con fuerza descomunal—. Despierta —susurró la voz le sonó agitada. —¿Se murió? —cuestionaron Dafne y Mike, se abrazaron y empezaron a llorar. Luciana sintió que la sangre se le congeló, y el corazón se le estrujó. —No, no, hay que llamar a una ambulancia. Al escuchar el llanto de los niños, María Paz golpeó la puerta. —¿Todo en orden?Mike saltó de la cama, corrió a abrir. —Mi papá no se mueve, está muerto…María Paz palideció, se sostuvo del marco de la puerta, y luego abrió la puerta de golpe, miró a su hijo como inerte en la cama. —No, no puede ser, mi hijo no. —¿Qué est