Luciana abrió sus ojos aturdida, miró a su alrededor, estaba en un oscuro cuarto, pero no sabía en qué lugar, percibió un movimiento inusual, y muchos pasos encima. —¿Un barco? —susurró. —Así es querida. —Aquella tétrica voz le erizó la piel, el infeliz de Albeiro encendió las luces y se presentó ante ella. Luciana sintió que la piel se le erizó, se quedó estática como una fría estatua. —Hasta que nos volvemos a encontrar mi querida Lu —musitó y la observó con aquella mirada sombría. Luciana estaba petrificada, no sabía cuál sería su destino, solo pensaba en sus hijos, en Miguel, y los ojos se le amotinaron de lágrimas. —¿Qué quieres? —murmuró ella con la voz temblorosa. Albeiro carcajeó y su risa retumbó en las paredes. —¿No lo sabes? —Acercó su rostro a ella, la tomó de las mejillas—, venganza, tú me mutilaste, me dejaste inservible, y eso la vas a pagar bien caro —sentenció arrastrando las palabras. —¡Solo me defendí! —gritó ella—, y lo volvería a hacer. ¿Piensas matarme?
—¿Por qué no llega mamá? —preguntó Dafne frunciendo el ceño. —Ya tenemos hambre papá —avisó Mike. Miguel sintió que el corazón se le rompía en miles de pedazos, miró los inocentes rostros de sus hijos, y sus ojos expectantes, esperando una respuesta, la garganta se le secó. —¿Pasa algo? —indagó Mike, arqueó una de sus cejas. Miguel los tomó de las manos a ambos, los llevó a la sala y se sentó con ellos. —Niños…—La voz le tembló—, su mamá, está desaparecida. Los tiernos corazones de los niños empezaron a latir a toda prisa, sus frágiles cuerpos temblaron ante la noticia, y sus ojos derramaron varias lágrimas. Miguel de inmediato los abrazó, requería sacar fuerzas para confortar a sus hijos, sabía que Lu estaría anhelando eso, aunque por dentro se estaba muriendo sin tener noticias de ella. —¡Mami! —sollozaron los chiquitines sintiéndose desvalidos sin tener a su mamá cerca. —Dile a Emiliano que la busque, papá —suplicó Mike gimoteando. —Ya lo está haciendo, la vamos a encontr
Las chicas asintieron, no tenían otra salida más que confiar en Dios, para las que eran creyentes y en Luciana todas.—Escuchen bien, debemos guardar los cubiertos de plástico que nos dejan en las comidas, sé que no son de mucha ayuda, pero podemos picarles los ojos con los cuchillos, comprendan que cualquier cosa nos puede servir como arma —susurró.Entonces las muchachas luego de alimentarse, y como Lu ordenó no todas guardaron los cuchillos, para no levantar sospechas.—Intentemos dormir, requerimos tener fuerza —murmuró, cerró sus ojos, pero no podía conciliar el sueño, no dejaba de pensar en sus hijos, en Miguel, el corazón le temblaba de solo imaginar que no los volvería a ver, también tenía miedo, solo que no lo demostraba; sin embargo, esta vez estaba decidida a vencer todos los demonios que la atormentaban, no solo los interiores, sino los exteriores como Albeiro y toda esa banda criminal.Karla tampoco podía dormir, sollozaba bajito.—¿Por qué lloras? —le preguntó Lu en voz
Ely y Carlos en la mansión Vidal se sentían angustiados por la desaparición de Karla, el señor Duque movió sus influencias, contrató investigadores privados que se movilizaban para encontrar pistas.Joaquin y María Paz llegaron con los hijos de Andrés e Inesita, angustiados por todo lo que había ocurrido, y estaba sucediendo.—Lo lamento tanto —le dijo María Paz a Ely, la abrazó—, confío en que Karla y Lu estén bien, y pronto las tengamos de regreso.—Espero lo mismo —balbuceó Elizabeth sin parar de llorar.Joaquin se acercó a su hermano Carlos, lo abrazó para darle valor.—Hay que atrapar a esos infelices.—Eso espero, no puede ser que mi niña esté desaparecida, no comprendo cómo les pasa estas cosas a mis hijos, en el pasado fue a Gabo, ahora Karla, y lo que le ocurrió a Karol —resopló, apretó sus puños.—Son sucesos que nos marcan y nos hacen fuertes, recuerda todo lo que tuvimos que pasar nosotros para construir las familias que ahora tenemos, no decaigas, los Duque somos fuertes
—Capitana, pero han pasado solo dos días, no pueden estar allá tan rápido.—Claro que no, pero están tomando esa ruta, aún deben estar en aguas ecuatorianas, recuerden que se camuflan de la guardia costera.—Entonces debemos dar aviso a nuestros hombres que identifiquen este buque en las costas ecuatorianas.—Prepárense para salir, señores —ordenó.Emiliano cerró los ojos, agradeció a Dios, ahora debían buscar la embarcación, pero eso con los contactos de Amparo era sencillo, enseguida agarró su móvil y llamó a Miguel.—Te tengo noticias, embarcaron a las chicas en un barco, con destino a las Bahamas y de ahí a Europa.—¿Qué? —cuestionó Miguel—, hay que rescatarlas.El corazón del hombre bombeaba con fuerza descomunal.—Sí lo sé, pero aún no tenemos las coordenadas de esa embarcación, de acuerdo a los días que han pasado, asumimos que están en aguas nacionales.—Gracias Dios —comunicó Miguel—, yo quiero ir con ustedes.—Eso no es permitido, no podemos arriesgar a civiles.—Tú eres un
Mónica le había disparado a Albeiro, había fallado, pero del susto el hombre dejó de apuntar a Lu, y disparó a la chica, la hirió, Luciana aprovechó para agarrar el arma que estaba en el piso, y no le tembló la mano, disparó en contra de aquel infeliz, lo hizo en la pierna, porque no merecía morir tan fácilmente. Albeiro gruñó de dolor, se agarró la pierna y como el cobarde que era intentó salir huyendo. —No te muevas —gritó Lu. Los hombres de Albeiro lograron atrapar a las chicas, las abofetearon, recuperaron las armas, se armó una guerra de golpes y balas. Y de pronto se escuchó un helicóptero, y pasos en la parte de arriba. —¡La policía! —exclamaron los delincuentes. —Preparen las armas —gritó Albeiro. —Chicas al suelo —gritó Lu, como pudieron se arrastraron bajo las mesas. Albeiro cojeando corrió con el resto de sus hombres a la salida de emergencia, listo para saltar a uno de los botes salvavidas y escapar. Pero cuando llegaron a cubierta varios policías acribillaron a los
Emiliano palideció al mirar aquella mancha de sangre, sin pérdida de tiempo, cargó a Karla en sus brazos. —¡Necesito ayuda! —gritó mientras subía con la chica en brazos hacia la cubierta.—¿Estás herida? ¿Qué ocurrió? —preguntó enseguida Lu, acercándose a ella. Karla negó con la cabeza, y Lu de inmediato se dio cuenta de lo que estaba pasando, sintió un estremecimiento en el corazón. —Van a estar bien, tu bebé es tan fuerte como tú, ya lo verás. —Eso espero —respondió Karla, con la voz entrecortada. De inmediato desde el helicóptero bajaron una camilla, y subieron a Karla con cuidado para trasladarla al hospital más cercano que estaba en las islas Galápagos, dentro de territorio ecuatoriano, y lo mismo habían hecho con Mónica. El resto de chicas corrieron a cambiarse, tenían golpes y heridas menores, pero no querían llegar a tierra, y que sus familiares las vieran vestidas como unas prostitutas, y luego en varios helicópteros fueron trasladas al hospital, requieren una valoraci
—¿Mami? ¿Eres tú? —Los pequeños enfocaron sus azuladas miradas en la pantalla del computador, sus ojos brillaban y sus corazones latían con fuerza. —Me fui tan poquitos días y ya no me reconocen —reclamó Luciana, los miraba y sentía que el corazón se le quería salir del pecho, ansiaba llegar a Colombia y poder abrazarlos. —¿Estás bien? —preguntó Dafne, limpió sus lágrimas. —¿Te hicieron daño los malos? —indagó Mike habló con la voz temblorosa. —Tranquilos, estoy bien, su papá llegó a rescatarme. —Sonrió, mientras gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas. —Bravo, papá —exclamaron los mellizos y aplaudieron—. Eres un héroe. Miguel negó con la cabeza. —Se equivocan, la heroína es su mamá, ella lo hizo, es una mujer muy valiente. —Acarició la mejilla de Luciana. Los pequeños sonrieron. —¿Cuándo vienen por nosotros? —preguntó Dafne. —¿Están aburridos con los abuelos? —indagó Miguel, frunció el ceño. —No, claro que no, está bien divertido, el tío Juan Andrés, puso a Inesita a ha