AlaiDespués de despedirnos de todos, Max y yo nos encaminamos a una cabaña donde pasaremos el fin de semana como viaje de bodas, ya que con el bebé no es bueno viajar. Entramos al auto y estoy sumergida en mis pensamientos hasta que siento cómo Max toma mi mano.—¿Todo bien, amor? ¿No me dirás lo que pasó? —pregunta suplicando.—Amor, no pasó nada, solo que me puse triste porque no tenía a mi familia conmigo y sabes que el embarazo me pone más sensible de lo normal —le digo. Él me mira no muy convencido.—¿Segura?—Sí, amor —toqué su mejilla y le di un casto beso.Llegamos a una cabaña enorme y hermosa con acabados muy rústicos.—¿Te gusta?—Me encanta, amor —de un momento a otro, Max me toma en brazos y entramos a la casa hasta llegar a la habitación. Él me deposita en el suelo y me acerca a él.—Te deseo con locura, señora Martínez —me encanta cómo suena.—Yo también, señor Martínez —lo tomo de la mejilla y lo beso con mucha pasión. Se la quito de un tirón y este me voltea para baja
AlaiMe despierto con unas fuertes ganas de comer, pero cuando intento levantarme me da un mareo que me hace caer de nuevo a la cama. Escucho cómo abren la puerta y es Max con una bandeja con comida.—Hola, amor —pone la bandeja en la cama y besa mi frente—. A desayunar, espero que te guste.Miro lo que hay en la bandeja y empiezo a comer todo. Cuando termino, Max la retira y me mira.—¿Cómo te sientes? Ayer me diste un buen susto —me mira preocupado.—Me siento mejor, amor.—Dime, ¿por qué te alteraste así? ¿Qué está pasando? —Mierda, ¿ahora qué le digo?—Max, el bebé me tiene nerviosa. Ya casi nace, solo faltan dos meses y medio. Estoy nerviosa —él me mira sin poder creerlo.—Ay, nena, intento creerte, pero no puedo. Tus ojos me dicen lo contrario, pero no te forzaré a que me digas lo que te pasa —da un suspiro—. Aunque me encantaría que me tuvieras confianza. Soy tu esposo.Se me cae el alma al piso. Siento un enorme dolor en el corazón, pero no puedo decir nada. No puedo.—Max, yo…
AlaiLlego a casa de Tam hecha un mar de lágrimas.—¡Alai, Dios! ¿Qué te pasó? —me dice mi amiga, muy preocupada.—Le pedí el divorcio a Max —digo llorando.—¿Por qué, amiga? —le cuento todo lo que pasó y mi amiga se llena de rabia.—Ese viejo infeliz se salió con la suya, logró lo que quería —yo no paro de llorar.—Amiga, tienes que dejar de llorar por el bien de la bebé —me suplica mi amiga, pero es imposible, tengo un dolor fuerte en el pecho y es por todo el daño que me ha hecho Max.—Ven, vamos a la habitación —yo asiento y cuando me voy a parar siento un dolor punzante en el vientre que hace que me doble.—¿Amiga, estás bien? —cuando observo mis pantalones veo que hay sangre, así que miro a Tamara con cara de horror.—¡Tam, llévame al hospital ya! —agarramos todo y salimos. En el camino comienzo a sentir más dolor, lo que me hace gritar.—¡Ahhh, m****a!—Tranquila, amiga, respira. Voy a llamar a Max —mierda, no quiero que esté aquí, pero me matará si no le digo nada. Solo asiento
AlaiYa había pasado una semana desde el nacimiento de mi hija. Es hermosa, tiene piel blanca, pelo rubio y ojos azules. Lo mejor de todo es que deja descansar a su madre en la noche. Max ha estado ahí acompañándome en todo momento, pero nuestra relación sigue igual. Yo insisto en el divorcio, pero él se niega a dármelo. Me dice que no está dispuesto a perderme. El padre de Max ha tratado de acercarse a mí, pero yo no se lo permito; lo quiero lo más lejos posible de mí y de mi bebé.Son las 7 am y Max viene a las 8, así que arreglo a la bebé y, aprovechando que está dormida, me meto al baño. Cuando salgo, me voy al armario y miro qué me pongo hasta que veo algo lindo."Esto queda bien, menos mal que el embarazo no me dejó mal el cuerpo", pienso.Salgo y, justo a tiempo, llega Max. Cuando abro la puerta, lo veo con su ropa formal, que tanto me encanta.—Hola, estás hermosa —me da un beso en la mejilla y yo me ruborizo.—Gracias, Max. Ven, pasa, la bebé ya está despierta.Él me sigue y l
MAXIMOTomé la cremallera del vestido de Alai y la bajé, dándole besos en la espalda, lo que provocó que ella emitiera leves gemidos que me excitaban. Cuando su vestido ya estaba en el suelo, observé su lencería de arriba a abajo con descaro.- ¿Te gusta lo que ves? -preguntó Alai coqueta.- Me encanta, nena. -Me lancé sobre ella y comencé a besar su cuello, bajando a sus pechos, liberándolos uno por uno y dándoles atención a cada uno.- Mmm, Max, sigue, me encanta. -Tomó mi cabeza y la acercó más a sus senos, dejándome casi sin aire pero deseoso de probar sus pezones. De repente, Alai se impulsó y me tumbó de espaldas, colocándose encima de mí y moviendo sus caderas sobre mi bulto, que estaba a punto de estallar.- Creo que sigues muy vestido. -Comenzó a quitar mi camisa y a repartir besos por mi pecho. Retiró la camisa y luego bajó mi pantalón.- Quiero ver qué tienes ahí. -Soltó una risa y bajó mis pantalones y mi bóxer de un tirón, dejando a la vista mi gran erección. Ella lo tomó
ALAILlegué a casa y vi a Tam jugando con mi princesita, así que me acerqué, tomé en brazos a mi bebé y le di un sonoro beso en la mejilla.- Tienes mucho que contar - me dice Tam.- Ya suéltalo, Alai.- Me acosté con Max - Tam pega un grito que asusta a mi princesa, y yo de inmediato la arrullo para que quede dormida.- ¿Y se reconciliaron?- Estuvimos a punto, pero llegó el pesado de su padre y ahí arruinó el momento. Max se fue y me dejó sola con él, y comenzó su coqueteo y amenazas, así que decidí irme - le digo a Tam.- Amiga, ¿cuándo le dirás la verdad a Máximo?- Quería decírselo hoy, pero justo llegó su padre y no pude. Además, no sé si él me crea - doy un gran suspiro hasta que escucho mi celular.- Dios, es Max. Mejor contesto.Hola, Max.- Nena, ¿por qué te fuiste así?- Tenía cosas que hacer y, además, no sabía nada de la bebé - trato de justificarme.- Yo te hubiera traído a casa - me reprocha.- Max, no quería molestar y, además, tú estabas con tu padre. No quería incomod
ALAILlegué a casa hecha un mar de lágrimas y, cuando Tamara me vio, corrió hacia mí.- Amiga, ¿qué pasó? ¿Qué tienes?- Amiga, el padre de Max le dijo que yo era la que me había insinuado y él le creyó. Me dijo que todo y, al final, me amenazó con quitarme a mi hija - lloré más fuerte y mi amiga me abrazó con mucha fuerza.- Tranquila, amiga, todo estará bien.Pasaron dos meses y no volví a saber de Max ni de su padre. Lo único que sabía era del abogado que nos estaba separando, y esta vez Max sí ayudó para que el divorcio fuera más rápido.Me levanté temprano para arreglar a mi princesa. La organicé y me duché para salir a dar una vuelta con ella, pero, cuando voy a salir, tocan la puerta. Voy y abro, y cuando lo hago, me llevo la gran sorpresa: es Max con dos caballeros.- ¿Qué haces aquí? - le digo seca.- Vengo por mi hija - me entrega un papel. Yo lo abro y, al leerlo, no lo puedo creer. Un juez le concedió la custodia completa de mi hija y yo no sabía nada. No, esto no puede ser
MÁXIMOCuando llegué con Alai y alguien gritó que entró en paro, mi corazón dejó de latir. En esos instantes sentía que el aire no me llegaba a los pulmones y amenazaba con dejarme sin aire. Alai, mi pequeña Alai, estaba mal y todo era mi culpa. Ella tenía razón, yo le quité la vida. M****a. Me sentía como una basura por todo lo que le hice, es que no tengo perdón de Dios. Llamo a su amiga y cuando aparece me suelta una sonora bofetada.—Esto te lo tienes bien merecido, Max. Si a Alai le pasa algo, juro que nunca te perdonaré. Y créeme que tu hija tampoco —me dice Tamara llorando. Cuando sale el médico, nos dice—La señorita presenta un desorden alimenticio y, a causa de eso, le dio un paro respiratorio. Su corazón dejó de funcionar, pero ya logramos estabilizarla. Le pondremos una sonda y la alimentaremos mientras tanto.Tamara y yo asentimos y nos sentamos a esperar hasta que sale una enfermera y nos indica que podemos pasar. Tamara deja que pase yo primero y cuando entro, mi alma se