Ya estaba sentada en el último avión, tratando de despejar mis ideas y de olvidarme de los mensajes recibidos. Lo primero que quería hacer era escribirle a mi amiga para decirle que estaba bien. Era peligroso que llegaran a pensar que me ayudó a planear mi escape.Cerré los ojos y regresé al momento en el que desperté luego de mi primera noche de sexo con mi ex.Miré a mí alrededor y solo estaban las copas y el desastre de la noche anterior. Me encontraba sola.Tomé mi celular y le escribí a mi amiga un WhatsApp:«Paulina, estoy bien. Debí haberte avisado que no llegaría.»Miré cuidadosamente por la puerta para verificar que no hubiese nadie, me vestí y salí corriendo hacia la ducha.Estaba dándome un baño, pensando dónde estaba mi jefe y que pasaría ahora que hubo sexo entre nosotros.Sentí que alguien me abrazó por la espalda. Era él, desnudo, no nos dijimos nada, solo disfrutamos del agua caer.No sabía si lo que estaba sintiendo era amor, pero era fuerte. Lo necesitaba para poder
Llegué a Orlando y solo necesitaba descansar.Retiré mi maleta y fui a tomar un taxi para llegar al hotel. Si bien es cierto, mi inglés no era el mejor, lo entendía, por eso había decidido irme a ese lugar, ya que es sabido que hay muchos latinos y eso podría ayudarme con la comunicación.No sabía aún nada de mi futura vida, solo que entré como turista, que tenía ahorros para vivir un mes y dinero para pagar a un abogado que pueda ayudarme con la visa de trabajo.El hotel más económico me acomodaba, ya que quedaba en todo el sector turístico de la ciudad, lo que me permitiría moverme para buscar trabajo. Por lo económico que era, me daba para extender mi estadía en caso de que no encontrara algo que hacer pronto.Me acomodé en el hotel, accioné mi teléfono y lo primero que vi es que mi celular se había colapsado con la llegada de tantos mensajes y WhatsApp:«Emilia, ¿dónde te fuiste? Estoy preocupado.»«¿Por qué me haces esto?»«Sabes que recorreré el mundo para encontrarte.»No quise
Pasaron dos semanas, mis papeles ya estaban en trámite y el abogado me estaba ayudando para estar legalmente con la visa de trabajo. Conseguí hacer aseo en más casas particulares, lo que me proporcionaba una buena estabilidad económica. Era un trabajo que me agradaba mucho, había aprendido algo más de inglés y mantenía mi cabeza ocupada. Creía que a mis veinticuatro años aún estaba a tiempo de rehacer mi vida y, pese a todo, seguía creyendo en el amor.Decidí activar el Wifi de mi celular de Chile para escribirle a mi amiga y avisarle que estaba bien.Me llegaron muchos mensajes de Andrés, pero no quise leer ninguno, así que lo bloqueé para no saber nada más de él.Posterior a eso me dispuse a escribirle a mi ex compañera de departamento: «Paulina, espero que estés bien, yo ya estableciéndome en un lugar nuevo. Te escribiré con mi nuevo número telefónico dentro de unas semanas. Te quiero.»Seguí en mis haberes y no tenía respuestas, pero sí había recibido y leído el mensaje, así qu
Solo tenía una hora de diferencia con Chile. Paulina no me respondía, estaba muy preocupada. Le escribí para darle el número telefónico de mi hotel, así cuando ella pudiera me llamaría o intentaría comunicarse con algún recado.Durante el tiempo que estuve con Andrés las cosas se fueron agravando, los golpes e insultos eran cada vez más recurrentes. Dejar de trabajar no me ayudó para nada, al contrario, estaba aún más sola.Una de las peleas más fuertes que tuvimos fue el día que le pedí permiso para volver al trabajo, ya habían pasado dos años sin hacerlo. No quería que saliera de casa, él decía que podía mantenerme y que no había ninguna posibilidad de que yo, siquiera, pensara en volver. Me armé de valor y respondí a sus respuestas tan negativas. —Andrés, necesito salir, ver gente —dije, suplicando.—Puedes conversar con el servicio. Además, ¿a quién necesitas ver con tanta urgencia? —respondió molesto.Su mirada era tan dura que desde un comienzo supe que sería imposible convenc
No pegué un ojo en toda la noche. A las siete y media de la mañana llamé a mi abogado, le comenté que estaría fuera por unos días, y a mis jefes para decirles que tenía que viajar de urgencia, quienes no pusieron problema alguno. Tomé mis cosas e hice el registro de salida del hotel donde me estaba quedando.Me dirigí a rentar un auto y, sin saber qué hacer o adónde dirigirme, regresé a Miami. El GPS me ayudó a llegar al lugar donde se toman los cruceros y, aunque todo mi dinero se iría en eso, creí que era la única forma de que no me encontrara. Pagué por el crucero más largo, así pasaría más días en el medio del mar y eso me daría tiempo de pensar y tomar una decisión más calmada.Hice los trámites y, cinco horas más tarde, me encontraba saliendo desde el puerto.Tuve que pagar una habitación costosa, pero era lo único disponible. No sabía cómo lo haría para sobrevivir luego de ese gasto inesperado.Era mi primer día, tenía una habitación muy bonita y pensé en disfrutarla. Lo mere
Desperté. No tenía ganas de nada, solo de dormir. Decidí levantarme tarde y esconderme entre mis sábanas. Intenté seguir durmiendo, pero los nervios no me dejaron, así que me preparé para ir al gimnasio y votar todas las malas energías que tenía que tirar.Llegué dispuesta a hacer deporte y me subí a la trotadora. Lo más probable era que al otro día sintiera músculos que no conocía, pero necesitaba cansarme.Me bajé de la máquina y fui por una colchoneta para trabajar abdominales, estaban apiladas una sobre la otra, muy altas y pesadas para poder sacarla. Se me estaba haciendo muy difícil conseguir tirarla al piso.Sin ver quién estaba en el costado de la pila de colchonetas, escuché una voz algo conocida.—Te ayudo.—Gracias —dije, levantando la cabeza. Ahí estaba el guapo rubio de la noche anterior, sonriéndome.—No sabía qué hacías deporte, Nicholas sin apellido.«Emilia, ¿eres tarada? Si es cosa de verlo para darse cuenta de que pasa la vida trabajando su cuerpo», pensé.—Hay much
Me desperté en una cama que no era mía, sin zapatos y arropada. «¿Cómo llegué aquí?», me pregunté. Miré a mi lado y estaba sola. Me sentí perdida y desorientada. Lo único que recordaba es que me había quedado dormida en el sofá, escuchando la melodía de una guitarra.Me levanté y recorrí la habitación. En una esquina habían tres guitarras, un piano y varios instrumentos que no conocía.Salí del dormitorio y entré a otro en búsqueda del guapo y sexi cantante, pero no estaba. Me llamó la atención una fotografía muy bonita de un pequeño que estaba en el escritorio de lo que parecía ser su oficina.Me acerqué y observé con ternura.«¿Será él de niño?», pensé mientras analizaba cada una de las facciones. —¡Hola, bonita! Es mi hijo. Tiene tres años y su nombre es Nathaniel, pero le decimos Nathe. —Tomó la fotografía y la miró con ternura. —¡¿Tienes un hijo?, ¿eres casado?! —exclamé, preocupada.De inmediato, retrocedió y se explicó:—No pienses tonterías. Estoy divorciado. Todo terminó
Me dolía la cabeza y no sabía dónde estaba. Intentaba abrir los ojos, pero era imposible. Mi cuerpo estaba inmóvil. Me rendí y regresé a un profundo sueño.Cuando desperté, noté que me encontraba en una habitación desconocida. Todo era tan blanco y pulcro que se sentía frío. Caminé hacia la ventana y en el exterior habían muchas personas paseando en los jardines.Me miré a mi misma. Estaba con una camisa de dormir y sin ropa interior. Me sentía desnuda y perdida.¿Qué hacía en ese lugar? ¿Todo fue un sueño? No obstante, era imposible. La noche anterior yo me encontraba con Andrés asumiendo que debía regresar con él.—Hola, Emilia —dijo Andrés mientras me miraba cruzado de brazos y apoyado en una pared, esperando el momento para hacerme sentir aún más confundida.Escuché su voz y me dio un escalofrío intenso. Él estaba ahí, era real y nada había sido un sueño.—Andrés, ¿qué es lo que hago aquí? ¿Dónde estoy? —pregunté mientras retrocedía asustada alejándome de él.—Estás haciendo el tr