Era un completo desconocido. No tenía más de treinta años, pelo oscuro y ojos marrones. Muy delgado y por su cara podía asegurar que no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba haciendo. No tenía nada en sus manos, solo un celular.Le preguntaban que estaba haciendo en la casa, pero no hablaba inglés. Nicholas se acercó y le quitó el teléfono de las manos. Nuevamente le habló, pero el desconocido con acento al parecer mexicano no entendió.Miré a Nicholas y le dije que yo haría las preguntas y traduciría de ser necesario.—Está bien, nena, pero no te acerques a él, no te alejes de mi tampoco. No sabemos si está solo.—¿Cuál es tu nombre? —pregunté, tranquila y con una voz suave. Se veía muy asustado y me daba lástima maltratarlo.—Ismael, señorita —respondió, temblando.—¿Estás solo?—No lo sé, señorita.—¿Qué haces acá?—Me pagaron para entrar y grabarlos —respondió de inmediato. Como si fuera un discurso aprendido.—¿Cuánto te pagaron?—Señorita, por favor, yo no les quería roba
Mientras Nicholas tomaba el arma con fuerza, un hombre se hacía visible entre la noche.Nunca lo había visto, era alto, robusto, canoso y parecía granjero. Nos tocó la ventana y Nicholas bajó un poco el vidrio para saber que quería.—¿Están bien? ¿Puedo ayudarles?Mi rubio le explicó que nos habíamos quedado estancados en el lodo, así que ofreció ayuda para sacarnos por la mañana, cuando se pudiera ver algo. —Señora, la veo pálida, ¿por qué no vamos a mi casa que queda a solo un par de pasos? Toman una ducha, un café y descansan.No nos quedaba de otra que aceptar, el desconocido por lo menos se veía amable. Llegamos a su casa, era una casa muy bonita, sin lujos, pero era notorio el calor de hogar en ella. El hombre se llamaba Robert, nos presentó a su esposa llamada Rhoda. Era una mujer delgada que parecía sacada de una revisa de alemanes con su mantel en la cintura. Tenía su cabello muy rubio. Su hija, Paige, literalmente se le tiró a los brazos a Nicholas. Tenía mi edad, era muy
—Nicholas, ¿no crees en fantasmas verdad?—No, por eso ayer me dio risa.Tomamos aire y empezamos a buscar un lugar por donde entrar. Se veía todo cerrado. Entre por un ventanal que estaba quebrado. Pasé a cortarme en el brazo, pero no fue nada grave. Corrí a abrirle la puerta principal a Nicholas.La casa era muy antigua, había olor a madera vieja. Estaba completamente vacía, no había nada en ella que pudiese darme alguna pista de quién nos acosaba.No me cabía en la cabeza como es que habíamos llegado hasta ahí y caído en el juego de un enfermo mental. Ni fantasmas ni fotografías ni cartas ni nada que pudiera decirnos algo.Recorrimos la casa completa. Lo único que nos faltaba por revisar era el sótano, pero ahí sí me daba miedo entrar. Estábamos bajando las escaleras y Nicholas por molestarme me hace: ¡Bu!—¡Ah...! —grité.Ambos reímos hasta que llegamos a la puerta del sótano y la abrimos. Entramos y era un tesoro para museo, lleno de ropa antigua, libros y cajas con juguetes. Eso
Rápidamente fui en busca de mi cartera, en ella podría encontrar algo más sobre la persona de la que yo sospechaba. No encontré nada, todo lo que tenía en ella se lo habían llevado. Nicholas solo me miraba, veía en su cara que estaba asustado, pero trataba de mantener la calma.—¿Qué pasa, Emilia? —preguntó, nervioso. —Nicholas, las respuestas han estado tan cerca. He estado ciega, pero ahora me di cuenta de lo que ha estado ocurriendo. Necesito viajar a Chile.—¿Qué, pero te volviste loca? No puedes llegar e irte así como así. Quién está detrás de esto es peligroso y si haces un movimiento apresurado o equivocado, podrías hasta morir.Él tenía razón, lo mío eran solo sospechas, no tenía pruebas ni nada concreto.—Em, ¿me vas a contar?Lo miré, no pude, ya lo había involucrado tanto que ponerlo en peligro nuevamente era lo peor que podía hacer. Amaba a ese hombre y por ningún motivo me permitiría que algo le ocurriese.—No, Nicholas, solo fue mi ansiedad. La verdad es que aún no se
—Jamás te habría extrañado. Pensé que eras una persona decente. ¿Por qué haces esto?—Ahora me vas a dejar hablar a mí. Te voy a contar mi historia. Te daré el beneficio de saber todo antes de morir.—Sabía que alguien ayudaba a Andrés, no podría haberlo hecho todo solo.—Y no lo hizo. Fuiste más lenta de lo que pensé. A estas alturas, según yo estarías enterrada y olvidada. Mi padre era el dueño de la mansión. No mató ni a mi madre ni a mí. Escapamos. Era médico, pero estaba completamente loco, por eso mi madre se escapó conmigo. Él era un maniático del control, sabía perfectamente dónde nos escondíamos, así ella por mi seguridad, me envió a Chile. Ahí me adopto quien fue mi padre: César Merino. —Ahora entiendo..., doctor Merino. —Rodolfo Merino Cooper. Volví a mi apellido cuando mi padre falleció. Dejo una herencia bastante suculenta y no podía perderlo. Hice todos los trámites necesarios para volver a ser un Cooper. —Tú me robaste toda la documentación que tenía en mi cartera so
¡Hola a todos! Les cuento que ya está disponible el borrador de la secuela de «No me busques». Te encontraré estará pronto en BueNovela. Les dejo la Sinopsis.Todo parece volver a la normalidad en la vida de Emilia. Después de lo ocurrido —y un final un poco confuso para ella—, decide seguir su vida junto a Nicholas, hasta que una llamada inesperada y muchas mentiras la obligan a llegar a la verdad. Sin saber qué es lo que encontrará y las consecuencias de su decisión, sigue involucrándose en la oscuridad de un juego que parece interminable.Te encontraré es la secuela de No me busques, en donde las fantasías de Emilia y Nicholas cobrarán vida, sin imaginar que todo lo que hacen, está siendo observado por una persona que está dispuesta a todo, con tal de conseguir lo que quiere.¿Te atreves a jugar?
Llevaba en casa sólo una semana. Todo me traía los peores recuerdos que una mujer puede tener. Cada vez que planeaba tener sexo con Nicholas mi cabeza se bloqueaba y mi libido desaparecía. No entendía por qué, ya que el sexo siempre fue mi solución mental. Ni hablar siquiera de desvestirme frente a él, me sentía sucia y avergonzada. Renato se reía de mi diciendo que mi vagina se había puesto un candado y que había quedado muda porque hablaba mucho, pero yo sabía que a ella le quedaba mucho que decir, sobretodo de Nicholas. Agradecía cada momento, cada mimo y cada cariño que me daban, pero nada me subía el ánimo. Mi psiquiatra me recomendó tomar un descanso, lejos de todos. Necesitaba sanar, pero no quería estar sola. Tenía que pensar, el tiempo me diría que hacer y si entrar a rehabilitación era la solución, lo haría.
No era fácil tener la mente clara en esos momentos. De verdad estaba arrancando y, aunque estaba a solo unas horas de alejarme de todo, tenía miedo. Miedo de que, mi exnovio, me encontrara y se enterara de que en mis planes, no estaba la idea de regresar con él.Durante mucho tiempo soporté sus amenazas, sus gritos y sus golpes, pensando que algún día cambiaría y que volveríamos a ser felices como lo fuimos en el comienzo de nuestra relación, pero me equivoqué. Nada cambió de su parte. Me encontraba en el aeropuerto de Santiago, Chile, pidiendo a Dios que la fila del counter se apresurara, ya que quería ingresar pronto a la salida internacional para no ser encontrada.Desde que mis padres fallecieron en un accidente automovilístico cuando solo tenía dieciocho años, me las he arreglado sola. Si bien es cierto, mi vida no era la más acomodada, pero era feliz y estaba consciente de que mi padre y madre, siempre trataron de darme lo mejor en cuanto a educación. En casa no nos sobraba, aun