Pasaron dos semanas, mis papeles ya estaban en trámite y el abogado me estaba ayudando para estar legalmente con la visa de trabajo. Conseguí hacer aseo en más casas particulares, lo que me proporcionaba una buena estabilidad económica. Era un trabajo que me agradaba mucho, había aprendido algo más de inglés y mantenía mi cabeza ocupada. Creía que a mis veinticuatro años aún estaba a tiempo de rehacer mi vida y, pese a todo, seguía creyendo en el amor.Decidí activar el Wifi de mi celular de Chile para escribirle a mi amiga y avisarle que estaba bien.Me llegaron muchos mensajes de Andrés, pero no quise leer ninguno, así que lo bloqueé para no saber nada más de él.Posterior a eso me dispuse a escribirle a mi ex compañera de departamento: «Paulina, espero que estés bien, yo ya estableciéndome en un lugar nuevo. Te escribiré con mi nuevo número telefónico dentro de unas semanas. Te quiero.»Seguí en mis haberes y no tenía respuestas, pero sí había recibido y leído el mensaje, así qu
Solo tenía una hora de diferencia con Chile. Paulina no me respondía, estaba muy preocupada. Le escribí para darle el número telefónico de mi hotel, así cuando ella pudiera me llamaría o intentaría comunicarse con algún recado.Durante el tiempo que estuve con Andrés las cosas se fueron agravando, los golpes e insultos eran cada vez más recurrentes. Dejar de trabajar no me ayudó para nada, al contrario, estaba aún más sola.Una de las peleas más fuertes que tuvimos fue el día que le pedí permiso para volver al trabajo, ya habían pasado dos años sin hacerlo. No quería que saliera de casa, él decía que podía mantenerme y que no había ninguna posibilidad de que yo, siquiera, pensara en volver. Me armé de valor y respondí a sus respuestas tan negativas. —Andrés, necesito salir, ver gente —dije, suplicando.—Puedes conversar con el servicio. Además, ¿a quién necesitas ver con tanta urgencia? —respondió molesto.Su mirada era tan dura que desde un comienzo supe que sería imposible convenc
No pegué un ojo en toda la noche. A las siete y media de la mañana llamé a mi abogado, le comenté que estaría fuera por unos días, y a mis jefes para decirles que tenía que viajar de urgencia, quienes no pusieron problema alguno. Tomé mis cosas e hice el registro de salida del hotel donde me estaba quedando.Me dirigí a rentar un auto y, sin saber qué hacer o adónde dirigirme, regresé a Miami. El GPS me ayudó a llegar al lugar donde se toman los cruceros y, aunque todo mi dinero se iría en eso, creí que era la única forma de que no me encontrara. Pagué por el crucero más largo, así pasaría más días en el medio del mar y eso me daría tiempo de pensar y tomar una decisión más calmada.Hice los trámites y, cinco horas más tarde, me encontraba saliendo desde el puerto.Tuve que pagar una habitación costosa, pero era lo único disponible. No sabía cómo lo haría para sobrevivir luego de ese gasto inesperado.Era mi primer día, tenía una habitación muy bonita y pensé en disfrutarla. Lo mere
Desperté. No tenía ganas de nada, solo de dormir. Decidí levantarme tarde y esconderme entre mis sábanas. Intenté seguir durmiendo, pero los nervios no me dejaron, así que me preparé para ir al gimnasio y votar todas las malas energías que tenía que tirar.Llegué dispuesta a hacer deporte y me subí a la trotadora. Lo más probable era que al otro día sintiera músculos que no conocía, pero necesitaba cansarme.Me bajé de la máquina y fui por una colchoneta para trabajar abdominales, estaban apiladas una sobre la otra, muy altas y pesadas para poder sacarla. Se me estaba haciendo muy difícil conseguir tirarla al piso.Sin ver quién estaba en el costado de la pila de colchonetas, escuché una voz algo conocida.—Te ayudo.—Gracias —dije, levantando la cabeza. Ahí estaba el guapo rubio de la noche anterior, sonriéndome.—No sabía qué hacías deporte, Nicholas sin apellido.«Emilia, ¿eres tarada? Si es cosa de verlo para darse cuenta de que pasa la vida trabajando su cuerpo», pensé.—Hay much
Me desperté en una cama que no era mía, sin zapatos y arropada. «¿Cómo llegué aquí?», me pregunté. Miré a mi lado y estaba sola. Me sentí perdida y desorientada. Lo único que recordaba es que me había quedado dormida en el sofá, escuchando la melodía de una guitarra.Me levanté y recorrí la habitación. En una esquina habían tres guitarras, un piano y varios instrumentos que no conocía.Salí del dormitorio y entré a otro en búsqueda del guapo y sexi cantante, pero no estaba. Me llamó la atención una fotografía muy bonita de un pequeño que estaba en el escritorio de lo que parecía ser su oficina.Me acerqué y observé con ternura.«¿Será él de niño?», pensé mientras analizaba cada una de las facciones. —¡Hola, bonita! Es mi hijo. Tiene tres años y su nombre es Nathaniel, pero le decimos Nathe. —Tomó la fotografía y la miró con ternura. —¡¿Tienes un hijo?, ¿eres casado?! —exclamé, preocupada.De inmediato, retrocedió y se explicó:—No pienses tonterías. Estoy divorciado. Todo terminó
Me dolía la cabeza y no sabía dónde estaba. Intentaba abrir los ojos, pero era imposible. Mi cuerpo estaba inmóvil. Me rendí y regresé a un profundo sueño.Cuando desperté, noté que me encontraba en una habitación desconocida. Todo era tan blanco y pulcro que se sentía frío. Caminé hacia la ventana y en el exterior habían muchas personas paseando en los jardines.Me miré a mi misma. Estaba con una camisa de dormir y sin ropa interior. Me sentía desnuda y perdida.¿Qué hacía en ese lugar? ¿Todo fue un sueño? No obstante, era imposible. La noche anterior yo me encontraba con Andrés asumiendo que debía regresar con él.—Hola, Emilia —dijo Andrés mientras me miraba cruzado de brazos y apoyado en una pared, esperando el momento para hacerme sentir aún más confundida.Escuché su voz y me dio un escalofrío intenso. Él estaba ahí, era real y nada había sido un sueño.—Andrés, ¿qué es lo que hago aquí? ¿Dónde estoy? —pregunté mientras retrocedía asustada alejándome de él.—Estás haciendo el tr
Sabía el nombre de la clínica. Tenía que llevar a cabo un plan y para eso necesitaba un celular con internet. Era complicado, pero era la única opción que tenía. Si lograba hacerle llegar a Nicholas un mensaje por redes sociales quizá podría ayudarme a salir.Haría una fotografía y crearía una cuenta en Instagram. En algún momento me comentó que era la red social que más utilizaba y en algunos momentos se daba el tiempo de leer.Llamé a la enfermera con el timbre. De inmediato llegó a mi dormitorio.—Hola, me dieron ganas de dibujar. ¿Me podrías traer un lápiz, una hoja, pinceles, acuarelas o lo que tengas a mano, por favor? —Hice un gesto de súplica.Si algo bueno tenía esa clínica es que, si me portaba bien, conseguía todo lo que necesitaba, por lo mismo tenía que irme con cuidado, ya que un paso mal hecho me dejaría sin oportunidades. La enfermera me llevó lo solicitado.Dibujé un barco, muchas estrellas, un hombre y una mujer.Al hombre le hice una guitarra roja y a la mujer un v
—Emilia, su novio viene por usted. —Ecuché decir a la enfermera mientras entraba a mi habitación. —Muchas gracias.Tenía mis maletas listas, me habían avisado en la mañana que mi alta estaba autorizada y que irían por mí. Sabía que llegar nuevamente a esa casa sería un castigo eterno, pero también tenía claro que era la única forma de salir de la clínica.Vi a Andrés firmando mi alta psiquiátrica. Me saludó con un cálido beso en la boca. Se veía feliz y muy relajado, en algún momento pensé que tenía ánimos de cambiar. Intenté poner cara de alegría para ocultar mi preocupación y me encaminé por el pasillo a la salida del hospital.Me despedí de todo el personal que me atendió durante mi proceso. Tenía que admitir que, a pesar de todo, la atención fue muy buena, me trataron con mucho cariño.Estaba saliendo por la puerta delantera cuando frente a frente lo vi a él y a dos hombres gigantes que lo acompañaban. No podía creerlo, era Nicholas. Vestido con una sudadera, pantalón de depor