Desperté en la cama de mi rubio y no lo encontré a mi lado. Me levanté, tomé mis cosas y fui a la ducha.Bajé las escaleras y la mesa del desayuno estaba servida. Toda la casa patas para arriba con el servicio que no había ido el fin de semana.Ordené un poco y me senté a su lado. Estaba tan concentrado en su celular que demoró en darse cuenta de que yo había llegado. Levantó la cara y me sonrió. —Buenos días. —Se acercó y me dio un tierno beso.—Buenos días, rubio favorito. —Lo miré embobada por lo sexi que se veía esa mañana. —¿Rubio favorito? ¿Acaso hay otro? —preguntó, frunciendo el ceño. —No, por supuesto que no. —Reí.Tomamos desayuno conversando de lo que es la agenda del día, él se veía guapísimo con ropa deportiva, listo para ir a lo suyo.—Es hora, vamos, tienes cita con el doctor y yo mi ensayo en un rato —dijo, mirando su reloj de pulsera. —¿No me acompañaras? —Hice un puchero. —Me encantaría hacerlo, pero no puedo. Te llevarán y luego te recogerán, cuando estés lista
Desperté en el hospital, asustada y desorientada. Traté de moverme pero era imposible con el dolor que sentía. Se me vino a la cabeza la peor escena que había vivido desde que conocía a Andrés. Toqué el timbre para llamar a la enfermera de inmediato. Necesitaba saber cómo estaba mi bebé y Nicholas.—Señorita Emilia, me alegro de que despertara —susurró la enfermera, mientras entraba en la habitación. —¿Cómo está mi bebé? —pregunté, preocupada. —Por favor, cálmese, no es momento de que se altere. —Acarició mi mano.—Solo dígame si sigue vivo —pedí, esperando una respuesta positiva, pero no fue así. —No había ningún bebé, señorita. Usted no estaba embarazada —dijo.¿Cómo podía ser eso posible si ayer el doctor me dijo lo contrario? ¿Será que todo fue planeado por Alexandra?No sabía qué pensar o decir. Ayer había pasado todo el día creyendo que estaba embarazada de Andrés y resulta que no lo estuve. ¿Andrés sabía que era mentira y por eso no le importó dispararme en el estómago o r
Terminó el concierto y personal de la productora me preguntó si quería ir al camerino de Nicholas para acompañarlo. Me llevaron y con un beso apasionado me recibió.—Fue muy lindo lo que hiciste. —Lo abracé. —La noche aún no termina —respondió, mientras bebía agua. —No quiero que acabe.Permanecimos abrazados sin decir nada. A los segundos nos abrieron la puerta del camerino y vi a mi italiano favorito.—¡Felicidades! —exclamó.Me acerqué a Rentado y con un fuerte abrazo le agradecí por toda su preocupación.El italiano abrió una botella de champagne y brindamos por el futuro que nos esperaba.—Emilia, espero ser yo quien te ayude con tu vestido de novia —dijo, cruzándose de brazos mientras esperaba una respuesta. —Eso es obvio —contesté.—Déjame hacer mi trabajo, no quiero verte en esos lugares espantosos de nuevo. Para eso me pagan. A todo esto, Nicholas, ¿viste cómo te la deje hoy?—Está hermosa. —Me miró, sonriendo. —Espera a ver lo que trae bajo el vestido. —Movió las cejas d
Desperté con los ojos hinchados de tanto llorar. Nicholas, estaba a mi lado viendo sus redes sociales.—Hola, bonita, ¿cómo dormiste? —Me dio un dulce beso en los labios. —Mejor de lo que esperaba. —Me senté en la cama y me tapé la cara con las manos para que no me llegara luz a los ojos—. ¿Y el pequeño?—Vino Alexandra a buscarlo temprano. Llegó en la madrugada de sus vacaciones.No tenía ánimo para nada, ni siquiera me interesaba saber si habían hablado sobre lo ocurrido en Cuba. Nicholas se levantó y a los diez minutos llegó con el desayuno y otro bonito ramo de flores. Me alegraba las mañanas con sus lindos detalles.Teníamos reunión con su agente y posterior a eso con el abogado.Sabía que lo ocurrido no había sido accidente, fue un aviso.Almorzamos y a los veinte minutos llegó quien manejaba la carrera de mi rubio. Vimos las fechas disponibles para el matrimonio por la iglesia y recién Nicholas en un año tenía espacio. Maritza dejaría agendado para primavera.Mi celular empez
El equipo médico me examinó. No estaba lastimada, pero si choqueada con todo lo que había ocurrido en las últimas horas. Nicholas no se separó de mí en ningún momento, hacía preguntas a los médicos y ellos amablemente le respondían todas sus dudas.Nos fuimos a casa y mi boca no era capaz de decir ni una palabra. Me sentía como una verdadera mujerzuela. Si Nicholas se enteraba de lo que había hecho en ese lugar, no me lo perdonaría jamás.El personal de aseo me recibió con abrazos y felices con mi regreso, pero mi cara decía más que cualquier palabra. Quería acostarme y no saber nada más del mundo.Llegué a nuestra cama y me ahogué en llantos.—Cariño, tranquila, estás en casa. —Me abrazó.—Tengo que contarte algo. Si no me quieres perdonar lo entenderé. —Agaché la mirada.—¿Te hizo algo que no me has dicho?—Él no. Yo sí.—¿Te acostaste con él?—No. Le hice sexo oral. Estaba asustada. El sexo siempre lo tranquilizaba. Creí que así...—Ojalá ese imbécil se esté pudriendo en el infiern
Estaba en el departamento de Renato hace cuatro horas. El aún no llegaba. Según lo que me había contado, su pareja se encontraba en una gira con algún otro famoso, así que tenía el lugar solo para mí.Me encontraba en el piso número veinte. Necesitaba desaparecer, no quería seguir viviendo.Me asomé al balcón y solo podía imaginarme cayendo. Era lo que quería y estaba dispuesta a hacer.Crucé la barrera de vidrio, cerré los ojos y sin pensar en nada más me solté. Rápidamente dos brazos me agarraron fuertemente.En esos momentos estaba en shock, no hablaba, no entendía y tampoco reconocía a quien trataba de hacerme entrar en razón.—Em, vamos, reacciona, soy Renato.Caí desmayada en el suelo.Desperté en un lugar que no conocía. Recordaba muy poco. Lo único que se me venía a la cabeza era la cara de alegría de Alexandra cuando me vio.Nicholas estaba a mi lado, pero no quería verlo. Se veía mal, triste y arrepentido.Renato entró a la habitación, me miró y supo de inmediato lo que ten
Estaba de vuelta en mi país hace dos semanas.Renato me prestó dinero para los pasajes y para establecerme. Tenía que buscar un trabajo y algo que hacer con mi vida.Las llamadas telefónicas de managers y programas de televisión no paraban. Me ofrecían ostentosas sumas para contar mi verdad tanto en Chile como en EE.UU, pero para mí era tema cerrado. No había nada que contar y mucho que olvidar.El lunes siguiente recibí la llamada de un abogado diciéndome que tenía algo importante que hablar conmigo. Me llamó la atención lo insistente. Por lo mismo concreté una cita. Nos sentamos en una cafetería, la cual proporcionaba privacidad.—Hola, Emilia, soy Eduardo Castillo. —Estiró su mano para saludar. —Hola. —Estiré la mía para responder el saludo.Tomamos asiento y al mismo tiempo puso una gran cantidad de papeles sobre la mesa.—Disculpa, Eduardo, ¿qué es lo hago aquí? —pregunté, mientras intentaba traducir algo de las hojas que habían sobre la mesa. —Andrés te dejó como heredera de t
Desperté, miré a mi lado y Nicholas se veía dormido. Me acomodé y quedé de lado para observarlo.—Emilia, duérmete. Aún quedan tres horas de viaje.Me avergoncé, no estaba dormido y se dio cuenta de que lo estaba mirando.—No puedo dormir —dije.—Tampoco yo. ¿Vemos una película?—Okey, escógela tú. —Levanté y deje caer los hombros. Puso Titanic. Era obvio que había una doble intención en eso. Recordé la forma en que nos conocimos y una risita poco disimulada salió de mi boca.Estábamos concentrados, pero en la escena de sexo me sonrojé al ver a mi ex rubio con esa sonrisa traviesa que tanto me gustaba. —Espero que ahora no nos inundemos —dijo, pasado un rato mientras veía la escena en donde el iceberg chocaba con el barco. —Tranquilo, estarás tú para salvarnos.Nos miramos. Mi coño maldito no se detenía, pidiendo una última vez con el cantante. «Sexo traidor, deja de mojarte. Este es el peor momento para pedir al rubio sexi dentro de ti», pensé.Sabía que si daba el paso volveríam