Desperté con los ojos hinchados de tanto llorar. Nicholas, estaba a mi lado viendo sus redes sociales.—Hola, bonita, ¿cómo dormiste? —Me dio un dulce beso en los labios. —Mejor de lo que esperaba. —Me senté en la cama y me tapé la cara con las manos para que no me llegara luz a los ojos—. ¿Y el pequeño?—Vino Alexandra a buscarlo temprano. Llegó en la madrugada de sus vacaciones.No tenía ánimo para nada, ni siquiera me interesaba saber si habían hablado sobre lo ocurrido en Cuba. Nicholas se levantó y a los diez minutos llegó con el desayuno y otro bonito ramo de flores. Me alegraba las mañanas con sus lindos detalles.Teníamos reunión con su agente y posterior a eso con el abogado.Sabía que lo ocurrido no había sido accidente, fue un aviso.Almorzamos y a los veinte minutos llegó quien manejaba la carrera de mi rubio. Vimos las fechas disponibles para el matrimonio por la iglesia y recién Nicholas en un año tenía espacio. Maritza dejaría agendado para primavera.Mi celular empez
El equipo médico me examinó. No estaba lastimada, pero si choqueada con todo lo que había ocurrido en las últimas horas. Nicholas no se separó de mí en ningún momento, hacía preguntas a los médicos y ellos amablemente le respondían todas sus dudas.Nos fuimos a casa y mi boca no era capaz de decir ni una palabra. Me sentía como una verdadera mujerzuela. Si Nicholas se enteraba de lo que había hecho en ese lugar, no me lo perdonaría jamás.El personal de aseo me recibió con abrazos y felices con mi regreso, pero mi cara decía más que cualquier palabra. Quería acostarme y no saber nada más del mundo.Llegué a nuestra cama y me ahogué en llantos.—Cariño, tranquila, estás en casa. —Me abrazó.—Tengo que contarte algo. Si no me quieres perdonar lo entenderé. —Agaché la mirada.—¿Te hizo algo que no me has dicho?—Él no. Yo sí.—¿Te acostaste con él?—No. Le hice sexo oral. Estaba asustada. El sexo siempre lo tranquilizaba. Creí que así...—Ojalá ese imbécil se esté pudriendo en el infiern
Estaba en el departamento de Renato hace cuatro horas. El aún no llegaba. Según lo que me había contado, su pareja se encontraba en una gira con algún otro famoso, así que tenía el lugar solo para mí.Me encontraba en el piso número veinte. Necesitaba desaparecer, no quería seguir viviendo.Me asomé al balcón y solo podía imaginarme cayendo. Era lo que quería y estaba dispuesta a hacer.Crucé la barrera de vidrio, cerré los ojos y sin pensar en nada más me solté. Rápidamente dos brazos me agarraron fuertemente.En esos momentos estaba en shock, no hablaba, no entendía y tampoco reconocía a quien trataba de hacerme entrar en razón.—Em, vamos, reacciona, soy Renato.Caí desmayada en el suelo.Desperté en un lugar que no conocía. Recordaba muy poco. Lo único que se me venía a la cabeza era la cara de alegría de Alexandra cuando me vio.Nicholas estaba a mi lado, pero no quería verlo. Se veía mal, triste y arrepentido.Renato entró a la habitación, me miró y supo de inmediato lo que ten
Estaba de vuelta en mi país hace dos semanas.Renato me prestó dinero para los pasajes y para establecerme. Tenía que buscar un trabajo y algo que hacer con mi vida.Las llamadas telefónicas de managers y programas de televisión no paraban. Me ofrecían ostentosas sumas para contar mi verdad tanto en Chile como en EE.UU, pero para mí era tema cerrado. No había nada que contar y mucho que olvidar.El lunes siguiente recibí la llamada de un abogado diciéndome que tenía algo importante que hablar conmigo. Me llamó la atención lo insistente. Por lo mismo concreté una cita. Nos sentamos en una cafetería, la cual proporcionaba privacidad.—Hola, Emilia, soy Eduardo Castillo. —Estiró su mano para saludar. —Hola. —Estiré la mía para responder el saludo.Tomamos asiento y al mismo tiempo puso una gran cantidad de papeles sobre la mesa.—Disculpa, Eduardo, ¿qué es lo hago aquí? —pregunté, mientras intentaba traducir algo de las hojas que habían sobre la mesa. —Andrés te dejó como heredera de t
Desperté, miré a mi lado y Nicholas se veía dormido. Me acomodé y quedé de lado para observarlo.—Emilia, duérmete. Aún quedan tres horas de viaje.Me avergoncé, no estaba dormido y se dio cuenta de que lo estaba mirando.—No puedo dormir —dije.—Tampoco yo. ¿Vemos una película?—Okey, escógela tú. —Levanté y deje caer los hombros. Puso Titanic. Era obvio que había una doble intención en eso. Recordé la forma en que nos conocimos y una risita poco disimulada salió de mi boca.Estábamos concentrados, pero en la escena de sexo me sonrojé al ver a mi ex rubio con esa sonrisa traviesa que tanto me gustaba. —Espero que ahora no nos inundemos —dijo, pasado un rato mientras veía la escena en donde el iceberg chocaba con el barco. —Tranquilo, estarás tú para salvarnos.Nos miramos. Mi coño maldito no se detenía, pidiendo una última vez con el cantante. «Sexo traidor, deja de mojarte. Este es el peor momento para pedir al rubio sexi dentro de ti», pensé.Sabía que si daba el paso volveríam
Estábamos en el avión. Nicholas no sabía que Renato regresaba conmigo.No me sentía bien, el vuelo fue realmente una eternidad. En ese momento solo pensé en que debería haber comprado un asiento en el baño, ya que estuve todo el viaje devolviendo la comida.Me sentía débil, pero nada impediría que pudiera reencontrarme con el futuro padre de mi hijo.Llegamos a Rio de Janeiro a las seis de la tarde y nos fuimos directamente al lugar en donde había quedado Renato de retomar su trabajo.A las ocho el espectáculo había empezado, escuchar su voz hacía que me sintiera mejor.Maritza, la agente, me abrazó, no podía creer lo que estaba viendo.—Emilia, regresaste.—Espero no tener que irme nuevamente.Me llevaron al camarín, ahí podía ver el concierto en la pantalla. Estaba nerviosa, nadie me aseguraba de que él estuviera soltero o aún enamorado de mí. Así que, psicológicamente, me preparé para lo peor.—Em, estas muy pálida, ¿necesitas algo —preguntó Renato.—Solo agua, estoy mareada y sien
Al día siguiente de la boda, Nicholas tenía que ir a ensayos coreográficos. Me quedé todo el día sola en casa.Estaba tan aburrida que decidí hacerme un Instagram, el cual a la hora ya tenía más de ocho mil seguidores.Decidí escribirle un WhatsApp a Renato para darle las gracias, pero sabía que no tendría respuestas, porque estaban llenos de trabajo, pensando en los espectáculos que tenían por el país y la gira a Europa que se aproximaba.Terminando mi mensaje me entró uno de la plástica. Sin ganas, lo abrí, ya que sabía que nada bueno podría haber venido de ella. «Emilia, es momento hablar. Hay cosas que tú realmente no sabes. Me gustaría decírtelo por este medio, ya que para mí es tan desagradable verte como lo es para ti, pero no puedo. Por favor, es realmente importante.»No quería responder, pero la curiosidad que viene en nuestro gen femenino actuó de inmediato. «Okey. Dime a qué hora y dónde», respondí. «Ahora. Voy en camino. Te envío la ubicación del café. Por favor, no t
Llegué a casa, abrí la puerta y al mirar hacia el cuarto de estar que estaba a mi derecha, vi que el pequeño Nathe venía corriendo a mis brazos. Sin dudarlo, acepté su cariño y le entregué el mío.Bajé el desnivel con Nathe en brazos y me di cuenta de que Nicholas me estaba mirando serio y con cara de preocupación. «¿Le habrán enviado el video?», pensé.Antes de decir algo, me acerqué para saludarlo con un tierno beso.De inmediato Nicholas le estiró los brazos a su pequeño y le pidió a la niñera que se hiciera cargo de él.—Nicholas, me estás asustando. ¿Qué está pasando? ¿No se suponía que hoy llegabas tarde?Se sentó en el sofá y tomándose la cabeza me respondió:—Encontraron a Alexandra muerta en su casa, al parecer la asesinaron.Lo que me estaba contando no era una broma y todo lo que había pasado en la tarde tampoco. Tantos problemas no me dejaban tiempo ni para pensar, estaba al borde de un colapso nervioso.Mi celular empezó a recibir rápidamente mensajes.—¿Quién te escribe