La leyenda
de Siren
Tras largos días navegando en aquellos botes sin ver nada más que agua, todos parecen estar algo cansados, y apenas les queda ron o provisiones.
El árbol de la vida Habían llegado, se encontraban frente a un bello prado lleno de abundante vegetación, donde los pájaros cantan y los seres mágicos se resguardan, un precioso paisaje que sólo algunos pueden ser elegidos para verlo.Apenas habían pisado tierra firme cuando ocurrió: tan pronto como el señor Smith puso un pie en aquel mágico lugar todo murió: toda la vegetación del bosque moría, toda la que minutos antes florecía, incluso los altos árboles estaban secos y alicaídos, tan sólo un árbol parece seguir con vida. Se trata de un árbol viejo y grande, su tronco era demasiado grueso y ancho, y estaba cubierto de pequeñas ramitas qu
Elvacío En lo más alto del árbol de la vida, la entrada al mundo de los dioses, el dios viajero construía el portal donde los brazaletes debían ser destruidos. Daba giros extraños con sus manos, mientras una luz verde salía de la nada, parecía que estaba formando una especie de altar que crecía del mismo suelo. Un sinfín de ramas verdes salían de la tierra para formarlo.El dios sol dejará caer un rayo de luz y los fundirá – les informaba el hombre, dando los últimos giros. El lugar ya estaba construido, pronto los brazaletes verían su fin. Aquellos bellos brazaletes que antaño habían salvado a un fiero guerrero y a una hermosa princesa, ya
En aquella oscura noche sin luna, un tenebroso barco de velas rasgadas es azotado por las furiosas olas. El mar ruge con cada trueno, y la lluvia empapa a los marineros que ferozmente luchan por sus vidas, mientras intentan sacar a flote el navío.Un apuesto capitán sale de su camarote con aire risueño y con ganas de aventuras. Agarra un cabo y se lanza hacia cubierta, mientras el resto de sus marineros siguen con sus labores.Sonríe con malicia mientras agarra de nuevo el cabo, sintiendo entonces un latigazo que lo sube hacia el mástil más alto. Levanta su espada con chulería y la blande en el aire. Era todo un gustazo volver a la piratería.Mientras, en cubierta John el largo y el señor Smith mantienen una conversación…
En una tranquila tarde otoñal, junto al majestuoso y pronunciado acantilado, el sol alumbraba en lo más alto. Ni una sola nube asomaba por aquel cielo azul. Los pajarillos canturreaban posándose en los altos árboles mientras sentían la agradable brisa marina sobre sus plumas. Las olas chocaban delicadamente contra las rocas formando una espesa espuma, mientras las profundas grutas se llenaban y vaciaban de agua a su vez. En aquel espeso bosque castaño, no muy lejos del mar, un majestuoso roble se mostraba con ramas vacías. El canto del ruiseñor entristecía aún más aquella imagen, donde tres pequeños bancos de madera traían recuerdos del pasado. Antaño un ilusionado padre los había construido en representación de su amada familia. Aún se podían escuchar las risas en la brisa, entremezclándose con los sonidos del bosque. Los recuerdos felices habían quedado grabados en cada tronco… “Por un momento, los ecos de risas olvidadas de una pequeña niña que jugaba con su madre a dar vueltas a
En un perfecto prado repleto de amapolas, una niña caminaba con pasos inciertos. Vestía un hermoso traje rojo de florecillas amarillas y unos zapatos de charol. Daba pequeños pasos por temor a caerse y estaba ilusionada admirando como los coloridos globos, que sostenía en su mano izquierda, tiraban de ella hacia el cielo. La pequeña estaba cerca de cumplir los tres años de edad, tenía el cabello castaño miel y ojos de un verde intenso. ––Andrea, no te alejes demasiado –– le advirtió su madre, pues en lo que llevaba de semana ya se había perdido tres veces. La primera fue el pasado lunes, cuando perseguía a un extraño conejillo blanco por el bosque que se metió rápidamente en su madriguera. La segunda, dos días después que jugando en la orilla con los pececillos perdió de vista a su madre que seguía caminando hacia casa mientras ojeaba uno de sus libros favoritos. Y la tercera, el día anterior, cuando paseaba por las vías del tren junto a su madre, la mujer se había quedado detrás re
CAPÍTULO 2:La leyendade la sirena En aquella soleada mañana de otoño, una joven de cabello azabache al viento, caminaba descalza por el camino de hierba hacia la playa, llevaba unos shorts y una camisa de cuadros verde entre abierta, sujetaba su cabello en una coleta alta, aunque los pelos más cortos se habían soltado y rondaban por su rostro, sobre sus orejas unos pequeños pendientes perlados las adornaban. Agarraba en su mano derecha las zapatillas que se había quitado con anterioridad, y en su mano izquierda la fina mano de su pequeña. Sonrió al imaginar lo mucho que disfrutaría la niña en la arena frente al mar, y aunque era una pena que su esposo no pudiese acompañarlas, debido a que tení
Una vida que pudo haber sido Emily caminaba despacio con aquel extraño ser con apariencia de una joven y bella muchacha de unos dieciséis años de edad. Aquella muchacha ponía gran esmero en cada paso que daba, pues aún no dominaba el andar con piernas humanas. Cuando casi estaban a unos pocos pasos del mar, se paró en seco y miró a su compañera…Tenías un bonito y próspero destino por delante… - Aclaraba mientras cogía su mano y sonreía con armonía, como si pretendiese mostrarle algo – déjame mostrarte todo lo que has perdido.Emily miró a la joven y asintió con la cabeza, como señal de que estaba de acuerdo.En aquel momento ambas cerraron
Una decisiónde calma Hacía tan sólo una semana desde que la sirena se había marchado, aún no comprendían que era lo que aquel ser les había rogado, pero William sabía que era la única manera de mantener a su amada con vida. Debían viajar al pasado, hacia las montañas del dolor, cerca del monte Kakakorum. Era un viaje lleno de peligros que debían tomar los dos, deberían dejar a su hija atrás, y eso era algo que temía, temía no volver a ver a su pequeña niñita de ojos verdes. Volvió la vista hacia ella que se hallaba sentada en el césped junto a los olivos de detrás de la cabaña y observaba boquiabierta como su abuelo regaba e