CAPÍTULO 2:
La leyenda
de la sirena
En aquella soleada mañana de otoño, una joven de cabello azabache al viento, caminaba descalza por el camino de hierba hacia la playa, llevaba unos shorts y una camisa de cuadros verde entre abierta, sujetaba su cabello en una coleta alta, aunque los pelos más cortos se habían soltado y rondaban por su rostro, sobre sus orejas unos pequeños pendientes perlados las adornaban. Agarraba en su mano derecha las zapatillas que se había quitado con anterioridad, y en su mano izquierda la fina mano de su pequeña. Sonrió al imaginar lo mucho que disfrutaría la niña en la arena frente al mar, y aunque era una pena que su esposo no pudiese acompañarlas, debido a que tenía que ayudar al abuelo a arreglar el tejado, se sentía dichosa de poder disfrutar de un poco de tiempo a solas con su hija.
La niña llevaba un corto vestido de color morado con una florecilla de tela sobre uno de los hombros, en sus pies unos bonitos zapatos de tela lo adornaban y sus rubios rizos aleonados. Emily solía pensar que había sacado el cabello de su padre, pues era difícil de domar.
Apenas una media hora más tarde, llegaban a la playa, admiró como la pequeña se soltaba de su mano y corría a jugar en la orilla, pues amaba mojar sus pies y observar la espuma de las olas. Se agachó junto a las pocas algas que había en la orilla y agarró una pequeña estrellita de mar entre sus manitas, la miró preocupada porque pudiese morir y la lanzó con fuerza hacia el agua.
Su madre llegaba hasta ella entonces, acarició su cabello, estos se enroscaban con sus dedos a causa de la leve brisa marina. La mujer mantenía la mirada fija en el horizonte, mientras la niña miraba embobada hacia ella.
La niña volvió a agacharse junto al agua, para escarbar en la dura arena, pretendía hacer un gran agujero para jugar. Emily miró hacia su hija con un atisbo de ilusión en sus ojos mientras sonreía ilusionada de verla tan feliz y entretenida. Entonces miró hacia el otro lado, donde unos viejos troncos se apilaban junto al mar, parecían estar encallados, sin lugar a dudas algún marinero estaba intentando hacer un muelle o algo por el estilo, agarró el libro que había traído en su bolsa y se encaminó hacia los troncos, pero antes añadió unas palabras hacia su hija…
Emily se acomodó sobre los troncos, sintiendo la delicada brisa marina sobre su rostro, abriendo entonces aquel tomo de “Los viajes de Gulliver” por la mitad. Tan sólo unos minutos más tardes quedaba envuelta por la lectura.
Mientras, la pequeña Andrea se había cansado de aquel estúpido hoyo y ahora corría de un lugar a otro de la playa con sus manitas llenas de arena. Le parecía divertido sentir como la arena iba cayendo de sus diminutas manitas a medida que ella corría. Se agachó nuevamente a llenarlas, apenas la había cogido, cuando sintió un golpe seco en el agua. Volvió la vista hacia la orilla y observó anonada a una joven muchacha en ella, llevaba un corto vestido blanco de seda (parecía un camisón o algo así - pensaba la niña), sus cabellos rubios cristalinos se ensuciaban de arena a medida que las olas chocaban con ella, ya que la chica estaba tumbada inconsciente sobre la orilla. La niña abrió sus pequeñas manos dejando caer toda la arena que acababa de coger y caminó despacio hacia aquella mujer, mientras se limpiaba las manitas en su vestido. Su cabello se movía por su rostro a causa de la brisa marina, haciendo que tuviese que apartarse el cabello con sus pegajosas manos.
A penas había llegado hasta ella, cuando se percató de que tenía un extraño tatuaje en forma de semicírculo círculo en su brazo derecho, el mismo con el que aguantaba su cabeza. Se agachó junto a la joven temiendo que aquella muchacha pudiese estar muerta, pero se sintió agradecida al notar su respiración. Se levantó rápidamente y corrió hacia su madre, la cual aún leía ajena a todo aquello, la niña necesitaba ayudar a aquella extraña mujer que había aparecido en la playa.
Emily se paró en seco al observar como su hija se agachaba junto a una joven de cabellos rubios totalmente inconsciente. Miró hacia atrás preocupada intentando encontrar a alguien más en la playa, pero era inútil no había nadie más allí. Tras volver nuevamente la vista hacia la joven se percató de que aún respiraba, quizás se había desmayado o… pero no tuvo tiempo de pensar demasiado, porque la joven había abierto los ojos lentamente y miraba hacia ella para rogarle algo. Se agachó junto a aquella muchacha y escuchó un sonido extraño que provenía de su boca. Era como una especie de chillido, pero no se parecía en nada a algo que hubiese escuchado con anterioridad. La joven tocó su garganta preocupada, dándose cuenta de que su voz no sonaba como siempre lo había hecho, aun así, decidió intentarlo una vez más. Pero de nuevo tan sólo ese irritante sonido salía de sus cuerdas vocales. Y entonces, cayó en la cuenta, pues tras sentir la suave brisa marina sobre su rostro, recordó que estaba en la tierra de los humanos, en aquel lugar nadie podría comprenderla si usaba su lenguaje materno. Miró hacia la niña, preparada para hablar adecuadamente, percatándose de que aquellos ojos eran iguales a los de él…
Apenas unos minutos más tarde, Emily corría junto a su hija hacia la cabaña, con aquella mujer en brazos, la verdad era que pesaba menos de lo que había esperado, pero era bastante incordio por su cabello que era bastante largo y enredadizo
William se limpiaba las manos con un trozo de tela mientras reía divertido con Chuck, el abuelo de Emily, ambos caminaban hacia la pequeña cabaña construida junto a la principal, donde el muchacho vivía con Emily y su pequeña hija Andrea. El hombre la había construido justo después de casarse con la joven, y se sentía agradecido y dichoso de poder tener la oportunidad de vivir junto a la mujer que amaba. Aun recordaba la fiesta de compromiso en aquel hermoso lugar…
Lucía un nuevo traje azul con corbata del mismo color, que Chuck había elegido y costeado para la ocasión, agarraba a este mientras sonreía feliz sintiendo el cálido brazo de su abuelo postizo sobre su hombro, su cabello engominado hacia atrás, y su barba recortada. El abuelo llevaba un traje gris de rayas, su cabello corto y canoso y su barba recién afeitada. Ambos sonreían dichosos junto al altar y al cura, admirando a la hermosa Emily caminar con su espléndido vestido de novia hacia ellos.
Emily sonrió frente a su futuro esposo, mientras sentía como su abuelo cogía su mano y la posaba sobre la de William, para hacer un leve movimiento de cabeza, en señal de que aprobaba dicha unión.
Abrió la puerta de la cabaña haciendo un pequeño gesto con la mano hacia el anciano para invitarle a entrar, ya que tenía la intención de invitarle a un buen ron de antaño, uno que había traído consigo desde su época. Pero antes de que ambos pudiesen entrar en la estancia, el abuelo se dio la vuelta al notar como su pequeña bisnieta Andrea los llamaba…
El muchacho corrió hacia su esposa, agarró a aquella extraña muchacha de cabellos amarillos y la cargó hacia la casa, mientras su esposa le seguía, explicándole el lugar donde la había encontrado y la extraña petición que la joven le había hecho justo antes de volver a desmayarse.
William se dio la vuelta la abrazó con la intención de tranquilizarla, pero lo cierto era que él estaba bastante nervioso también por todo aquello. Ya no sólo eran aquellos extraños sueños, su colgante, las visiones, o el cierto parecido entre su madre y aquella mujer azteca, si no que ahora también aparecía una sirena frente a ellos. Si, aquella mujer era una sirena, lo había deducido tras ver la marca de su brazo, aquel era el sello que se les quedaba a los de su especie una vez que la cola se les había secado, era una forma de reconocerse entre ellos.
Pero la sirena no la escuchaba, parecía que sólo tenía ojos para su marido, pues sin tan siquiera mirarla, prosiguió hablándole a él…
Una vida que pudo haber sido Emily caminaba despacio con aquel extraño ser con apariencia de una joven y bella muchacha de unos dieciséis años de edad. Aquella muchacha ponía gran esmero en cada paso que daba, pues aún no dominaba el andar con piernas humanas. Cuando casi estaban a unos pocos pasos del mar, se paró en seco y miró a su compañera…Tenías un bonito y próspero destino por delante… - Aclaraba mientras cogía su mano y sonreía con armonía, como si pretendiese mostrarle algo – déjame mostrarte todo lo que has perdido.Emily miró a la joven y asintió con la cabeza, como señal de que estaba de acuerdo.En aquel momento ambas cerraron
Una decisiónde calma Hacía tan sólo una semana desde que la sirena se había marchado, aún no comprendían que era lo que aquel ser les había rogado, pero William sabía que era la única manera de mantener a su amada con vida. Debían viajar al pasado, hacia las montañas del dolor, cerca del monte Kakakorum. Era un viaje lleno de peligros que debían tomar los dos, deberían dejar a su hija atrás, y eso era algo que temía, temía no volver a ver a su pequeña niñita de ojos verdes. Volvió la vista hacia ella que se hallaba sentada en el césped junto a los olivos de detrás de la cabaña y observaba boquiabierta como su abuelo regaba e
Familia Era un mal día para comer fuera, o así lo pensaba Emily, que miraba hacia el mar mientras sentía el fuerte viento marino sobre su rostro, aquel que echaba su cabello hacia atrás de forma peligrosa. Llevaba un bonito vestido blanco, aquel con el que le había conocido por primera vez, y sobre su mano llevaba el brazalete. Miró al cielo una vez más, vislumbrando el sin fin de nubes que se arremolinaban impidiendo ver el sol.William la miraba desde atrás, llevaba puesta sus viejas ropas de capitán, pues aquella tarde sería la última que viviría en aquel hermoso lugar. Caminó hacia su esposa y la abrazó por detrás, para besarla más tarde sobre la cabeza…
Un viaje hacia el otro lado En aquella hermosa mañana otoñal, los pájaros canturreaban alegremente, y los árboles mecían sus castañas hojas tímidamente, el otoño había llegado a aquel valle, y ahora las rojizas hojas cubrían toda la hierba. En lo más alto, junto al acantilado, una pequeña niña de ojos verdes se hallaba sobre aquellas hojas, con su cabello castaño algo enmarañado, miraba hacia el cielo, recordando a sus padres, dejándose llevar por un triste recuerdo que había tenido lugar la noche anterior…Emily vestía unos shorts y una camiseta blanca, llevaba su cabello atorado en un lado, y sobre su muñeca se podía ver un hermoso brazalete con una
El reinode lassirenas Nadaba bajo el mar, introduciendo toda el agua posible en su interior, respirar agua era una sensación que nunca antes había sentido, y se sentía libre de poder hacer aquello sin ahogarse, las pequeñas membranas de su cuello se inflaban con cada horconada de aire. Sus dedos, mucho más largos y puntiagudos, revestidos por unas membranas gelatinosas sentían la calidez del agua sobre ellos. Su pecho se había metido hacia dentro, y ahora todo su cuerpo estaba revestido por un tejido gelatinoso que lo protegía, y su cabello se había convertido en este mismo tejido algoso. Volvió la mirada hacia su derecha, donde William le sonreía, a él también le habían salido agallas en su cuello, pero no
En busca de barco y tripulación Andrea corría por el bosque tras su nuevo perrito, era pequeño y desobediente y siempre se metía por algún lugar donde no debía, en esta ocasión se trataba del bosque oscuro. Odiaba meterse en aquel lugar, pues era un lugar poco iluminado a causa de los mal cuidados árboles y a las espesas grutas que por aquella zona se hallaban, tenía especial miedo a los pequeños murciélagos que salían al anochecer.El último rayo de sol dio cierto brillo hacia su rojo gorro, mientras la niña se percataba de que aquellos árboles se tornaban mucho más asustadizos que de costumbre. Escuchó temerosa a los búhos mientras cerraba sus ojos asustada. Escuchando en aquel
Una gran aventuracomienza. El final del día ha llegado, los últimos rayos de sol en las cristalinas aguas del mar Caribe se han reflejado, parece tranquilo y sin altibajos, tan sólo se escucha el sonido de las gaviotas en busca de costa cercana. Un temible navío en antaño, irrumpe en estas tranquilas aguas, alterando la belleza y naturaleza de estas, formando una leve franja a su paso, haciendo que la mar se mueva de un lado a otro, molestando a los animales marinos que tan apaciguadamente bajo el mar descansan.Sobre la popa del barco un majestuoso capitán se encuentra. Lleva puesto su particular atuendo, aunque sobre su cabellera no hay sombrero alguno, pues ha decidido sentir la agradable brisa nocturna sobre su rostro. Admira maravillado
La Bahíade las3 caídas. En las azules aguas del mar Caribe tres islas hermanas se encuentran, aún no colonizadas por hombres de letras. Las grandes tribus de indios salvajes, también llamados vulgarmente payas por los afamados piratas, las protegen. Viven en armonía, ajenos a los peligros del arma blanca.En la más pequeña de todas, la solitaria Bonacca. Sobre la arena de la playa, el agua está en calma, las olas terminan delicadamente sobre la orilla, trayendo pequeñas conchas que el mar ha arrastrado. La brisa marina mueve los árboles, mientras los coloridos pájaros toman el sol en la arena.Una pequeña barca hunde la quilla de popa sobre la blanca y suave arena, mientras s