Dormí solo por cansancio, pero no porque mi mente me dejase tranquila. En algún momento de la noche él se giró y me abrazó. Ni ese gesto logró calmar mi paranoica mente.Así que cuando despertó las ganas por preguntarle eran más fuertes que cualquier otra cosa.—¿Tienes mucho tiempo despierta?—murmuró acercándose hasta mí.—Algo.Mis músculos estaban tensos y tuvo que notarlo cuando intentó, como siempre, moverme a su antojo para abrazarme.—¿Estás bien?.No, no lo estoy, ¿Quién coño es Lisa?. Eso era lo que quería decirle, pero no podía ser tan hostil en mi pregunta.—No descansé mucho—mentí y por primera vez, él no me descubrió en la mentira.—¡Arriba todo el mundo! Hay que aprovechar el día—gritó Mike desde nuestra sala. ¿Cómo entraron? No lo sé.Pero lo agradecí, porque era la excusa perfecta para levantarme antes de explotar en la cara de Rámses con unas suposiciones que no tenían ningún basamento.Tomé una ducha para despejar mi mente y funcionó, porque cuando salí del baño me
Desperté primero que Rámses, me deslicé de entre sus brazos y cerré la puerta con excesivo cuidado para no despertarlo.En cuanto llegué a la sala Gabriel estaba sentado en el mueble, su cabeza recostada sobre su puño cerrado, sus ojos cerrados. La visión me enterneció. Entré a su cuarto para cambiarme rápidamente y usar el baño.—¿Estás lista?—preguntó en cuanto salí y asentí en respuesta. Él bostezó y se desperezó mientras caminábamos.Subimos los pisos que nos separaban de la casa de Donovan e Isaack. Guardábamos una copia de la llave de su departamento y me dieron permiso para usar su cocina y preparar el pastel de cumpleaños de Rámses. Gabriel sería mi asistente y…El timbre sonó y mi cuñado abrió la puerta.—Buenos días—saludó Hayden.Mike solo murmuró un quedo saludo. Venía con varios cafés en su mano y comenzó a repartirlos.—Yo había hecho café—me quejé.—Tranquila Mia, más para mi— Hayden me saludó con un beso en la mejilla—. Ignóralo, anoche pasó toda la noche hablando con
—Bueno, muñeca, esperé hasta último momento para hablar del tema: La primera audiencia en el juicio.Amelia palideció, pero asintió.Estábamos todos reunidos en la sala de su departamento. Hubiese preferido algo más privado, pero así era la familia, esta familia.Les expliqué a todos lo que haríamos en la audiencia y lo que debían esperar, respondí las preguntas que cada uno me hizo pero finalmente llegué a la parte que sabía que odiarían, no podía evitarla por más que quisiera.Si fuesen cualquier otro cliente la historia sería muy distinta. Respiré profundo y continué hablando.—Presenté una solicitud al tribunal para que la audiencia de declaración de Amelia fuese a puertas cerradas, lo que significa que no podrán entrar.Los “¡¿Qué?!” no se hicieron esperar por parte de cada O’Pherer presentes, e incluso de Hayden; y mientras todos despotricaban contra mí, permanecí impasible.De todos mis clientes, estos eran definitivamente los peores, los que más me generaban trabajo, los más c
Al día siguiente me desperté con los ojos hinchados de tanto llorar, me bañé, me arreglé y me fui a la universidad. Lo único positivo es que pensaba mantenerme bastante ocupada para no caer en depresión una vez más, esta no sería la última despedida de Rámses.Ayer, cuando regresamos del aeropuerto me atragante de helado junto con Gabriel, él quería decir que era solidario conmigo, pero la verdad es que Gabriel también extrañaría a Rámses y también necesitaba el exceso de azúcar.Saludé en la universidad a mis dos amigas y aprovecharon de ponerme al día de las vacaciones con sus familias.—Señorita Maggio, ya veo que no puede luchar usted sola sus batallas, sino que debe enviar a sus lacayos por usted.El profesor Hemlinch se acercó hasta mí haciéndome retroceder, su semblante era de coraje y sostenía una hoja en la mano, que alzó al aire cuando comenzó a hablar.—¿No aguanta mi presión? ¿Cree que la acoso?. Cuando esté en el mundo real y fuera de la protección de sus benefactores, ya
Pasamos el fin de semanas encerrados y yo seguía molesta.Me llamaron un par de veces para tratar de explicarme los motivos que tuvieron, pero finalmente ese no era el problema, porque entendía muy bien por qué tomaron esas medidas de seguridad, pero lo que me tenía molesta era que no me lo dijeses, que me creyesen débil o incluso inestable, tal como me dijo Fernando en un momento de la última llamada: “No queríamos que te desestabilizaras”.No les colgué el teléfono porque sería confirmar mi “desequilibrio”, pero era lo que se merecían.Ni siquiera pudimos ver a Isaack y a Donovan, porque el primero tuvo un juego en otra ciudad y el pelirrojo lo acompañó.Rámses también me llamó y aunque hablé con él, seguía también molesta. Lamentablemente ahora desconfiaba de que fuese sincero conmigo siempre, como lo habíamos acordado. Era un tema sensible, así que lo evitábamos, lo que resultó bastante sencillo considerando que Rámses se había tomado lo que parecía ser una tonelada de café y que
Ni Rámses o Hayden me atendieron el teléfono. El primero seguramente seguía en vuelo y el segundo quizás estaba de guardia.—Vámonos, te llevaremos al hospital— Gabriel comenzó a levantar a Donovan de su lugar a pesar de que este se negaba.En pocos minutos estuvimos en el hospital, uno de los requisitos de Hayden cuando aprobó la elección de nuestro departamento. El de Mike fue que quedara lo suficientemente cerca de una estación de policía como para que la zona fuese segura, pero no tan cerca como para que a él le diera tiempo de llegar a rescatar a los chicos ante cualquier “eventualidad”, sus comillas, no mías. A veces siento lastima por Keithan, ser su corredor de inmuebles en todas las mudanzas debe ser una pesadilla.Gabriel y yo nos quedamos sentados en la sala de espera, mientras Donovan era atendido, el bullicio de las emergencias me tenían un poco nerviosa y el olor a antiséptico me molestaba en la nariz. No le habíamos dicho nada a Fernando ni a Mike de lo sucedido, pero e
No se por cuánto tiempo estuve sentada en el terminal sin saber qué hacer. Se sentían como horas, pero probablemente hayan sido solo minutos. No cargaba mi teléfono conmigo, cuando salí de la casa solo tomé el bolso de mano donde estaban mis documentos y el dinero. Por lo menos sabía que nadie me rastrearía, y con nadie quería decir Rámses.Me dolía pensar en él, así que lo evitaba a toda costa, apartaba cada pensamiento que me llevase a tener que enfrentar la cruda y dolorosa realidad, una que no estaba todavía preparada para aceptar. Y para seguir en mi negación, me levanté y caminé a una cabina de teléfono. No me sabía muchos números en mi vida, así que marqué uno de los pocos que aun recordaba, con la esperanza de que no lo hubiese cambiado.—¿Alo?.—Hola, soy…—¡Amelia! ¿Cómo estás?—Bien. Ehm… —dudé en explicarle, pero estaba desesperada—. Necesito uhm…—¿Dónde estás?—me apremió. Escuché como el ruido que escuchaba de fondo desaparecía.—En el terminal de Atlanta.—Bien, súbete
Rámses O´Pherer.—¡Maldición, maldición, maldición.—Ya cálmate, ¿quieres?—¡Que me calme una mierda!. Perdí el puto vuelo.—Habrán otros…—No, no los hay. No hay más cupos por la fecha. Puto San Valentín. ¡Maldición!.—Escucha, Rámses, lo mejor que te pudo haber ocurrido es no haberte subido en ese avión. ¿Crees que Amelia no te notaría distinto?¿Que Fernando o Gabriel no te descubrirían?. Mírate en el estado en que te encuentras, has perdido mucho peso, las ojeras, los ojos.Me giré en mis talones y le di la espalda. Sé que tenía razón pero mi reflejo en el vidrio de la ventana, le dio la razón a Susana. Había perdido muchos kilos, el ritmo de estudio y trabajo era realmente agotador, no comía a las horas y a veces simplemente no lo hacía. Y las ojeras y la cara demacrada… eso era culpa de las putas pastillas. Las pupilas… no tenía ni siquiera como explicarlas.Quería dejarlas, de verdad que sí, pero no veía la forma de poder estudiar y aprobar los exámenes, sin ellas. Era imposible