Al día siguiente me desperté con los ojos hinchados de tanto llorar, me bañé, me arreglé y me fui a la universidad. Lo único positivo es que pensaba mantenerme bastante ocupada para no caer en depresión una vez más, esta no sería la última despedida de Rámses.Ayer, cuando regresamos del aeropuerto me atragante de helado junto con Gabriel, él quería decir que era solidario conmigo, pero la verdad es que Gabriel también extrañaría a Rámses y también necesitaba el exceso de azúcar.Saludé en la universidad a mis dos amigas y aprovecharon de ponerme al día de las vacaciones con sus familias.—Señorita Maggio, ya veo que no puede luchar usted sola sus batallas, sino que debe enviar a sus lacayos por usted.El profesor Hemlinch se acercó hasta mí haciéndome retroceder, su semblante era de coraje y sostenía una hoja en la mano, que alzó al aire cuando comenzó a hablar.—¿No aguanta mi presión? ¿Cree que la acoso?. Cuando esté en el mundo real y fuera de la protección de sus benefactores, ya
Pasamos el fin de semanas encerrados y yo seguía molesta.Me llamaron un par de veces para tratar de explicarme los motivos que tuvieron, pero finalmente ese no era el problema, porque entendía muy bien por qué tomaron esas medidas de seguridad, pero lo que me tenía molesta era que no me lo dijeses, que me creyesen débil o incluso inestable, tal como me dijo Fernando en un momento de la última llamada: “No queríamos que te desestabilizaras”.No les colgué el teléfono porque sería confirmar mi “desequilibrio”, pero era lo que se merecían.Ni siquiera pudimos ver a Isaack y a Donovan, porque el primero tuvo un juego en otra ciudad y el pelirrojo lo acompañó.Rámses también me llamó y aunque hablé con él, seguía también molesta. Lamentablemente ahora desconfiaba de que fuese sincero conmigo siempre, como lo habíamos acordado. Era un tema sensible, así que lo evitábamos, lo que resultó bastante sencillo considerando que Rámses se había tomado lo que parecía ser una tonelada de café y que
Ni Rámses o Hayden me atendieron el teléfono. El primero seguramente seguía en vuelo y el segundo quizás estaba de guardia.—Vámonos, te llevaremos al hospital— Gabriel comenzó a levantar a Donovan de su lugar a pesar de que este se negaba.En pocos minutos estuvimos en el hospital, uno de los requisitos de Hayden cuando aprobó la elección de nuestro departamento. El de Mike fue que quedara lo suficientemente cerca de una estación de policía como para que la zona fuese segura, pero no tan cerca como para que a él le diera tiempo de llegar a rescatar a los chicos ante cualquier “eventualidad”, sus comillas, no mías. A veces siento lastima por Keithan, ser su corredor de inmuebles en todas las mudanzas debe ser una pesadilla.Gabriel y yo nos quedamos sentados en la sala de espera, mientras Donovan era atendido, el bullicio de las emergencias me tenían un poco nerviosa y el olor a antiséptico me molestaba en la nariz. No le habíamos dicho nada a Fernando ni a Mike de lo sucedido, pero e
No se por cuánto tiempo estuve sentada en el terminal sin saber qué hacer. Se sentían como horas, pero probablemente hayan sido solo minutos. No cargaba mi teléfono conmigo, cuando salí de la casa solo tomé el bolso de mano donde estaban mis documentos y el dinero. Por lo menos sabía que nadie me rastrearía, y con nadie quería decir Rámses.Me dolía pensar en él, así que lo evitaba a toda costa, apartaba cada pensamiento que me llevase a tener que enfrentar la cruda y dolorosa realidad, una que no estaba todavía preparada para aceptar. Y para seguir en mi negación, me levanté y caminé a una cabina de teléfono. No me sabía muchos números en mi vida, así que marqué uno de los pocos que aun recordaba, con la esperanza de que no lo hubiese cambiado.—¿Alo?.—Hola, soy…—¡Amelia! ¿Cómo estás?—Bien. Ehm… —dudé en explicarle, pero estaba desesperada—. Necesito uhm…—¿Dónde estás?—me apremió. Escuché como el ruido que escuchaba de fondo desaparecía.—En el terminal de Atlanta.—Bien, súbete
Rámses O´Pherer.—¡Maldición, maldición, maldición.—Ya cálmate, ¿quieres?—¡Que me calme una mierda!. Perdí el puto vuelo.—Habrán otros…—No, no los hay. No hay más cupos por la fecha. Puto San Valentín. ¡Maldición!.—Escucha, Rámses, lo mejor que te pudo haber ocurrido es no haberte subido en ese avión. ¿Crees que Amelia no te notaría distinto?¿Que Fernando o Gabriel no te descubrirían?. Mírate en el estado en que te encuentras, has perdido mucho peso, las ojeras, los ojos.Me giré en mis talones y le di la espalda. Sé que tenía razón pero mi reflejo en el vidrio de la ventana, le dio la razón a Susana. Había perdido muchos kilos, el ritmo de estudio y trabajo era realmente agotador, no comía a las horas y a veces simplemente no lo hacía. Y las ojeras y la cara demacrada… eso era culpa de las putas pastillas. Las pupilas… no tenía ni siquiera como explicarlas.Quería dejarlas, de verdad que sí, pero no veía la forma de poder estudiar y aprobar los exámenes, sin ellas. Era imposible
Rámses estaba acostado en el mueble de Hayden. Iba sin camiseta, con un pantalón gris deportivo y descalzo. Estaba dormido pero en una posición bastante incomoda y hasta extraña.La casa olía muy mal, como a comida vieja. El ambiente en general era pesado, incluso caluroso. Sobre la mesa de centro habían dos platos con comida, se veía que no la habían tocado mucho, pero que llevaban allí bastante tiempo. Tambien habia varias botellas de agua, jugos y hasta bebidas energéticas. Algunas ropas de Rámses estaban regadas por la estancia, tambien las valijas de Gabriel, Fernando y Mike.—No lo despiertes, por fin logró dormirse de cansancio—me pidió Fernando y asentí sin poder apartar la mirada del francés tatuado que estaba acostado.Su respiración era lenta y acompasada, tenía una pequeña barba que se me hacía muy extraña en él, pues siempre estaba pendiente de mantenerse bien rasurado. Su cabello estaba enmarañado a niveles que no lo había visto antes.Por primera vez no conseguí nada se
—¿Cómo estás?—Bien—mentí.—Sigues siendo una muy mala mentirosa Beleza. ¿Estás lista?.—Ya casi termino—volví a mentir y él rio—. Te espero donde siempre.Gabriel se acababa de bajar del avión que lo sacó de Atlanta y quería venirme a buscar a la universidad. Una semana permaneció con Rámses, el mismo tiempo que yo permanecí sola. Bueno con Donovan, Isaack y Albert, mi guardia asignado; pero sin Rámses.En todos esos días no he hablado con el francés, ni por llamada ni por mensajes. He sabido poco de él, solo las cosas que me comentaba Gabriel cuando me llamaba, sabía que no quería saber de Rámses pero aún así me daba la información que me moría por conocer.Porque tan bien me conocía Gabriel, que entendía mi bipolarismo.Así que dejaba pistas claras y obvias en nuestras conversaciones, como cuando me dijo que iban saliendo a una reunión, o que tenía que ir a comprar unas medicinas para el tratamiento, o que había pasado la noche en vela.Rámses no lo estaba pasando bien, eso estaba
—Sí, ya estoy aquí, Hayd— respondí un tanto cansada, no logré dormir bien la noche anterior.La cita con la terapista era hoy, así que obviamente tenía más de cinco llamadas de Hayden monitoreándome que fuese. ¿Es que ya no trabaja?—Chévere, te caerá bien, ya lo verás. Me cuentas como te va, voy saliendo a la reunión con Rámses. Hoy está más insoportable que nunca, por cierto. —¿Y eso por qué?—era la primera vez que preguntaba directamente por Rámses, pero me sentía en confianza suficiente con Hayden como para hacerlo.—Dice que le hubiese gustado estar contigo allá, por lo menos se conformaba con saber cómo te fue y saberlo directamente por ti, pero no te angusties, Mia, nadie muere por un rompimiento o cual sea el status que tienen ahora, además de que él sigue necesitando un escarmiento.Suspiré profundamente y me despedí de Hayden en cuánto escuché la voz de Rámses al fondo. Ciertamente estaba de mal humor y cuando intuyó con quien hablaba su padrino el silencio que hizo fue tan