—¿Cómo estás?—Bien—mentí.—Sigues siendo una muy mala mentirosa Beleza. ¿Estás lista?.—Ya casi termino—volví a mentir y él rio—. Te espero donde siempre.Gabriel se acababa de bajar del avión que lo sacó de Atlanta y quería venirme a buscar a la universidad. Una semana permaneció con Rámses, el mismo tiempo que yo permanecí sola. Bueno con Donovan, Isaack y Albert, mi guardia asignado; pero sin Rámses.En todos esos días no he hablado con el francés, ni por llamada ni por mensajes. He sabido poco de él, solo las cosas que me comentaba Gabriel cuando me llamaba, sabía que no quería saber de Rámses pero aún así me daba la información que me moría por conocer.Porque tan bien me conocía Gabriel, que entendía mi bipolarismo.Así que dejaba pistas claras y obvias en nuestras conversaciones, como cuando me dijo que iban saliendo a una reunión, o que tenía que ir a comprar unas medicinas para el tratamiento, o que había pasado la noche en vela.Rámses no lo estaba pasando bien, eso estaba
—Sí, ya estoy aquí, Hayd— respondí un tanto cansada, no logré dormir bien la noche anterior.La cita con la terapista era hoy, así que obviamente tenía más de cinco llamadas de Hayden monitoreándome que fuese. ¿Es que ya no trabaja?—Chévere, te caerá bien, ya lo verás. Me cuentas como te va, voy saliendo a la reunión con Rámses. Hoy está más insoportable que nunca, por cierto. —¿Y eso por qué?—era la primera vez que preguntaba directamente por Rámses, pero me sentía en confianza suficiente con Hayden como para hacerlo.—Dice que le hubiese gustado estar contigo allá, por lo menos se conformaba con saber cómo te fue y saberlo directamente por ti, pero no te angusties, Mia, nadie muere por un rompimiento o cual sea el status que tienen ahora, además de que él sigue necesitando un escarmiento.Suspiré profundamente y me despedí de Hayden en cuánto escuché la voz de Rámses al fondo. Ciertamente estaba de mal humor y cuando intuyó con quien hablaba su padrino el silencio que hizo fue tan
Cuando abrí los ojos estaba sentada en el piso del baño, mi cabeza descansaba sobre mis brazos cruzados encima de la taza del baño.Me dolía el cuello una barbaridad, pero no tanto como el cuerpo y el orgullo propio.Comencé a recordar que después de vomitar encima de Gabriel, y reírme muchísimo, corrí al baño para una nueva tanda de vómitos, y pocos segundos después sentí las manos de mi cuñado sujetándome el cabello y elevándome la cabeza para que no me saliera el vómito por la nariz.Si eso no es amor, no sé qué lo será. Por esa razón Gabriel estaba dormido al otro extremo del baño, recostado de la pared, usando únicamente un bóxer.Comencé a moverme y no pude evitar que se me salieran unos quejidos de dolor que lo despertaron.—¿Beleza, estás bien?—Adolorida y con mucha resaca.Él se levantó del piso sin ningún tipo de dolor en su cuerpo, lucía incluso fresco, descansado y atractivo a pesar de no estar peinado y tener restos de vómitos en su cuerpo.Lo odiaba tanto. —En ese ca
—¿Tú qué?—dijimos al unísono.No era horror, era sorpresa.—Bajen la voz ¿quieren? Estamos en un hospital—Hayden nos lo recordó.—¿Tienes un hijo?—Rámses le reprochó.—Si y ya les contaremos todo, pero este no es el lugar ni el momento. Vamos a la camioneta—nos instó Mike.Comenzamos a salir del hospital, los hermanos no le quitaban la vista de encima al chico en la silla de ruedas, detecté un dejo de preocupación, curiosidad y quizás hasta celos. O quizás estaba haciendo transferencia de mis propios sentimientos.Hayden llevaba a Jeremy en la silla de rueda, varios pasos por delante de nosotros. Iban conversando y no alcanzaba a escuchar que se decían. La curiosidad me mataba.—Papá…—pidió Rámses.—No, escuchen, le corresponde a Hayden contarles, no a mí ni a Mike. Así que sean pacientes y por favor, no juzguen antes de que escuchen toda la historia. Tampoco le reprochen ni a él ni a ninguno por no decirles nada. Hagamos de esta situación algo bueno. Jeremy es un gran chico, una vez
El día del juicio llegó y yo estaba en el baño encerrada, muerta de nervios, creyendo que vomitaría todo lo que comí en estos días.—Vamos, bombón, abre la puerta.Las arcadas no desaparecían y cuando volví a sentir la necesidad de vaciar mi estomago, la puerta de mi habitación se abrió y Rámses entró. Me sujetó el cabello y acarició mi espalda mientras el poco aire que tenía abandonaba mi cuerpo.No tenía nada que vomitar, pero las nauseas y las arcaras eran reales.—Vamos, bombón, no tienes nada que vomitar. Un poco de agua te ayudará.—Me ayudaría no ir, no tener que verlo—dije mientras Rámses me ayudaba a ponerme en pie.—Lo sé, pero tienes que ir, Mike dijo que sería algo sencillo y rápido.—Gracias.—Cuando quieras, bombon. Pero la próxima vez que quieras que entre al baño contigo solo pidemelo, no tienes que fingir vomitos.Le golpeé en el pecho y el fingió sentir gran dolor.Los últimos días seguimos compartiendo habitación y cama, porque Hayden, Mike y Fernando continuaban en
Enrique, como dijo que se llamaba, me abrazaba con fuerza y aunque yo también tenía mis brazos a su alrededor no puedo decir que se lo estaba correspondiendo. Era demasiado confuso para poder reaccionar.—Enrique, por favor—dijo Ameth, saliendo de su estado de shock y mientras se acercaba con rapidez a nosotros.Mi papá.Qué raro se escuchaba incluso en mi cabeza.Mi papá.Nunca lo necesité, nunca lo eché de menos, ni siquiera en los días en que debían asistir los padres a alguna reunión o evento. El día del padre asistía mi mamá, así+ como muchas otras mamás que también eran papá al mismo tiempo. No necesité de su figura, pero cuando Stuart comenzó a ganarse ese puesto… No, no quiero asociar a Stuart a una figura de padre, no es justo que amolde esa casilla a Ameth cuando no sabía quién era la persona que ahora tenía delante de mí.—Vamos, hijo. Dale un respiro. Lo lamento Mia… Enrique por favor—insistió ahora con la mano sobre el hombro de mi hermano.La cabeza me iba a explotar. Ha
—Buenos días manita, ¿Qué tal esos nervios?.El mensaje de Enrique me hizo reír. No habíamos dejado de escribirnos en ningún momento, en una eterna conversación que tenía bastante celoso a Rámses. Era divertido hablar con él. Al principio me pidió mil veces disculpas por la forma como terminó nuestra improvisada salida, me dijo que no quería presionarme pero que sinceramente esperaba que aceptara. Su sinceridad me gustaba, aun no me sentía del todo cómoda con la idea de un “hermano”, era algo nuevo y muy sorpresivo para mi, pero Enrique era persistente y estaba decidido a que me acostumbrase a él y a la idea.Así que desde ese día hablábamos por mensajes, me preguntaba de todo, en un interrogatorio que a veces se tornaba incómodo. Era como tener un fan, si es que yo supiese lo que es eso, pero en esa misma medida también conocía de él porque no solo preguntaba, sino que también respondía sus propias preguntas. Fue así como sabía que tuvo una infancia bastante difícil por la sobreprot
Puto francés.—¡Rámses!—grité con fuerza y escuché a los hermanos reírse.Salí de la habitación enfurecida, pisando con fuerza. Estaban sentados en las sillas del mesón de la cocina, cada uno con una taza de café en la mano.—¡No vuelvas a hacerlo! ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? ¡No quiero dormir en la misma cama que tú!.—Primero: ¿Por qué no? ¿Por qué retrocedimos?. Segundo: vas en pijamas muy cortas, bombón, eso es un excelente incentivo para seguir haciéndolo; y tercero: lo seguiré haciendo aunque duermas completamente cubierta.Gruñí enojada y me di media vuelta para ir a cambiarme. No le había dicho a Rámses lo que leí en su teléfono hace unos días, pero mucho me costó mantenerme serena para no ahogarlo mientras dormía. Esa noche tomé mis cosas y me acosté en el sofá; pensé en repetir lo mismo la noche siguiente pero amanecí en mi cama, acurrucada con él. Todas las noches era lo mismo, no importase donde me durmiese, él siempre conseguía la forma de cargarme sin despertar