CAPITULO 26. Mi hijo.

Cuando abrí los ojos estaba sentada en el piso del baño, mi cabeza descansaba sobre mis brazos cruzados encima de la taza del baño.

Me dolía el cuello una barbaridad, pero no tanto como el cuerpo y el orgullo propio.

Comencé a recordar que después de vomitar encima de Gabriel, y reírme muchísimo, corrí al baño para una nueva tanda de vómitos, y pocos segundos después sentí las manos de mi cuñado sujetándome el cabello y elevándome la cabeza para que no me saliera el vómito por la nariz.

Si eso no es amor, no sé qué lo será.

Por esa razón Gabriel estaba dormido al otro extremo del baño, recostado de la pared, usando únicamente un bóxer.

Comencé a moverme y no pude evitar que se me salieran unos quejidos de dolor que lo despertaron.

—¿Beleza, estás bien?

—Adolorida y con mucha resaca.

Él se levantó del piso sin ningún tipo de dolor en su cuerpo, lucía incluso fresco, descansado y atractivo a pesar de no estar peinado y tener restos de vómitos en su cuerpo.

Lo odiaba tanto.

—En ese ca
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