CAPITULO 28. Testigos

El día del juicio llegó y yo estaba en el baño encerrada, muerta de nervios, creyendo que vomitaría todo lo que comí en estos días.

—Vamos, bombón, abre la puerta.

Las arcadas no desaparecían y cuando volví a sentir la necesidad de vaciar mi estomago, la puerta de mi habitación se abrió y Rámses entró. Me sujetó el cabello y acarició mi espalda mientras el poco aire que tenía abandonaba mi cuerpo.

No tenía nada que vomitar, pero las nauseas y las arcaras eran reales.

—Vamos, bombón, no tienes nada que vomitar. Un poco de agua te ayudará.

—Me ayudaría no ir, no tener que verlo—dije mientras Rámses me ayudaba a ponerme en pie.

—Lo sé, pero tienes que ir, Mike dijo que sería algo sencillo y rápido.

—Gracias.

—Cuando quieras, bombon. Pero la próxima vez que quieras que entre al baño contigo solo pidemelo, no tienes que fingir vomitos.

Le golpeé en el pecho y el fingió sentir gran dolor.

Los últimos días seguimos compartiendo habitación y cama, porque Hayden, Mike y Fernando continuaban en
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