Enrique, como dijo que se llamaba, me abrazaba con fuerza y aunque yo también tenía mis brazos a su alrededor no puedo decir que se lo estaba correspondiendo. Era demasiado confuso para poder reaccionar.—Enrique, por favor—dijo Ameth, saliendo de su estado de shock y mientras se acercaba con rapidez a nosotros.Mi papá.Qué raro se escuchaba incluso en mi cabeza.Mi papá.Nunca lo necesité, nunca lo eché de menos, ni siquiera en los días en que debían asistir los padres a alguna reunión o evento. El día del padre asistía mi mamá, así+ como muchas otras mamás que también eran papá al mismo tiempo. No necesité de su figura, pero cuando Stuart comenzó a ganarse ese puesto… No, no quiero asociar a Stuart a una figura de padre, no es justo que amolde esa casilla a Ameth cuando no sabía quién era la persona que ahora tenía delante de mí.—Vamos, hijo. Dale un respiro. Lo lamento Mia… Enrique por favor—insistió ahora con la mano sobre el hombro de mi hermano.La cabeza me iba a explotar. Ha
—Buenos días manita, ¿Qué tal esos nervios?.El mensaje de Enrique me hizo reír. No habíamos dejado de escribirnos en ningún momento, en una eterna conversación que tenía bastante celoso a Rámses. Era divertido hablar con él. Al principio me pidió mil veces disculpas por la forma como terminó nuestra improvisada salida, me dijo que no quería presionarme pero que sinceramente esperaba que aceptara. Su sinceridad me gustaba, aun no me sentía del todo cómoda con la idea de un “hermano”, era algo nuevo y muy sorpresivo para mi, pero Enrique era persistente y estaba decidido a que me acostumbrase a él y a la idea.Así que desde ese día hablábamos por mensajes, me preguntaba de todo, en un interrogatorio que a veces se tornaba incómodo. Era como tener un fan, si es que yo supiese lo que es eso, pero en esa misma medida también conocía de él porque no solo preguntaba, sino que también respondía sus propias preguntas. Fue así como sabía que tuvo una infancia bastante difícil por la sobreprot
Puto francés.—¡Rámses!—grité con fuerza y escuché a los hermanos reírse.Salí de la habitación enfurecida, pisando con fuerza. Estaban sentados en las sillas del mesón de la cocina, cada uno con una taza de café en la mano.—¡No vuelvas a hacerlo! ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? ¡No quiero dormir en la misma cama que tú!.—Primero: ¿Por qué no? ¿Por qué retrocedimos?. Segundo: vas en pijamas muy cortas, bombón, eso es un excelente incentivo para seguir haciéndolo; y tercero: lo seguiré haciendo aunque duermas completamente cubierta.Gruñí enojada y me di media vuelta para ir a cambiarme. No le había dicho a Rámses lo que leí en su teléfono hace unos días, pero mucho me costó mantenerme serena para no ahogarlo mientras dormía. Esa noche tomé mis cosas y me acosté en el sofá; pensé en repetir lo mismo la noche siguiente pero amanecí en mi cama, acurrucada con él. Todas las noches era lo mismo, no importase donde me durmiese, él siempre conseguía la forma de cargarme sin despertar
—No es mi estilo y no es que mi novia no me deje, tampoco estoy sometido. Y además, ella no es de ese tipo de celosa—me explicaba Ulises.—A mí ni me invitaron—murmuró Jeremy mientras le mostraba unas cosas a Amelia en su computadora.Él la hacía reír y eso me agradaba, aunque igual lo vigilaba de cerca. Solo por si acaso.—¿Pero quieres ir?—le preguntó Ulises.—La verdad es que no—Jeremy señaló algo en la pantalla que hizo a Amelia emocionarse y pedirle que se lo enviase a su correo.¿Qué hacían estos dos?. Miré a mi hermano y achiné los ojos, él los rodó pero se acercó con disimulo para ver lo que hacían.—¿Hayden no te da permiso?—le preguntó Amelia a Jeremy y lo dejó expuesto, porque apenas asintió, se ruborizó—. Puedo insistirle si quieres.—No, está bien. En realidad no es que tenga ganas de ir, pero que me lo prohibiese solo por estar enfermo es sobreprotector.—Se preocupa por ti—respondió Donovan.—¿Enfermo de qué?—Isaack preguntó mientras le ofrecía otro trozo de pizza.—Me
Me despertó acariciándome el rostro y cuando me quejé lo escuché reírse.—Vamos, bombón. Llegaremos tarde.—¿A dónde?—pregunté estirándome en la cama.—Tenemos una cita.Sonreí y comencé a levantarme.Anoche, después de la fiesta llegamos a la casa y entre besos y besos, con mi piel quemando por su contacto, mi necesidad desbordada y mis ganas de entregarme a él, me quedé dormida.No sé cómo pasó, estoy segura de que me tuve que desmayar porque lo último que recuerdo es a él levantándose a buscar un condón en alguno de los escondites de Gabriel.Para cuando volví en mí, eran casi las cinco de la mañana y Rámses dormía a mi lado.Y me había cambiado la ropa.Me desmayé, es la única explicación.Habíamos pasado una mañana bastante relajada. Rámses me explicó que Gabriel no llegaría sino hasta el lunes, por lo que teníamos el fin de semana para nosotros solos. No me dijo dónde estaba su hermano ni con quién, él no lo sabía pero yo si me hacía una idea bastante clara y sin embargo me lo r
—Si él cree que puede venir a decirme que hacer, está muy equivocado…—refunfuñé mientras sacaba las llaves de mi cartera para abrir la puerta del departamento. Ameth no podía juzgarme. No lo permitiría.En cuanto entré en el departamento todos mis pensamientos se acallaron repentinamente. El piso estaba cubierto con globos blancos y rosados, del techo también colgaban algunos, las ventanas estaban adornadas con luces de colores, las mismas que pusimos en navidad, y cuyas luces se reflejaban en los globos.Estaba impresionante, hermoso.Y al fondo de la habitación estaba Rámses, con una camisa blanca impecable, con las mangas subidas hasta sus codos, algunos botones abiertos. No llevaba nada debajo por lo que algunos de sus tatuajes podían verse a través de la ropa. Llevaba unos pantalones negros de vestir, y sin zapatos. Lucía sexy con su cabello alborotado, sus piercings, e incluso con su semblante serio mientras hablaba con Hayden y Fernando. Gabriel seguía inflando globos y lanzánd
—Estás hermosísima—me dijo Rámses abrazándome desde atrás.—Tú te ves demasiado sexy para esa fiesta, creo que mejor te quedas.—Nos quedamos ambos, ya dijiste.Rámses comenzó a soltar los botones de mi vestido mientras yo me reía pero no me resistía.—No, señor, nada de eso. Vuelve a poner esos botones donde van—exclamó Fernando entrando sin aviso en la habitación—. Entiendo que estén pasando por la etapa de luna de miel, pero hoy no podemos llegar tarde.A regañadientes Rámses volvió a colocar los botones que alcanzó a soltar y salió de la habitación para que yo pudiese terminar de arreglarme. Hoy era la fiesta inaugural de la oficina de Mike y por supuesto que todos teníamos que estar presentes y puntuales, tal como él lo |exigió.—Beleza…—murmuró Gabriel entrando a la habitación, traía a Rámses a rastras y cargaba una cara como que estaba a punto de morir alguien—. Tenemos que hablar. Hoy… Merda! Eu não sei o que fazer, eu tenho esse segredo que hoje virá à luz e eu acho, eu sint
POV FERNANDO( Tres días antes de la inauguración)—Señor O’Pherer, el presidente le envió los últimos documentos. Su vuelo a Boston ya está organizado.—Muchas gracias Ana.—¿Necesita algo más?—preguntó antes de marcharse.—Que imprimas los documentos, obviamente—le respondió Johana.La odia y no lo disimula. La chica salió de la oficina y Johana resopló molesta.—¿En qué falló Recursos Humanos cuándo la contrato como secretaria?—me preguntó por enésima vez.—No lo sé, francamente—reconozco—. La pobre no sabe hacer nada y por más paciencia que el resto del equipo le tiene, menos tú obviamente, no logra integrarse.—Tengo una paciencia muy medida y créeme que no la gastaré con esa niñata. ¿Cuándo la despedirás?.—No me gusta despedir a la gente, ya lo sabes.—Tampoco te gusta aceptar renuncias, la mía la sigues teniendo en el escritorio.—Le compraré un marco y la pondré en la pared—me burlé y ella me volteó los ojos.—La despediré por ti, entonces.—¿Ves? Somos un excelente equipo. A