Ni Rámses o Hayden me atendieron el teléfono. El primero seguramente seguía en vuelo y el segundo quizás estaba de guardia.—Vámonos, te llevaremos al hospital— Gabriel comenzó a levantar a Donovan de su lugar a pesar de que este se negaba.En pocos minutos estuvimos en el hospital, uno de los requisitos de Hayden cuando aprobó la elección de nuestro departamento. El de Mike fue que quedara lo suficientemente cerca de una estación de policía como para que la zona fuese segura, pero no tan cerca como para que a él le diera tiempo de llegar a rescatar a los chicos ante cualquier “eventualidad”, sus comillas, no mías. A veces siento lastima por Keithan, ser su corredor de inmuebles en todas las mudanzas debe ser una pesadilla.Gabriel y yo nos quedamos sentados en la sala de espera, mientras Donovan era atendido, el bullicio de las emergencias me tenían un poco nerviosa y el olor a antiséptico me molestaba en la nariz. No le habíamos dicho nada a Fernando ni a Mike de lo sucedido, pero e
No se por cuánto tiempo estuve sentada en el terminal sin saber qué hacer. Se sentían como horas, pero probablemente hayan sido solo minutos. No cargaba mi teléfono conmigo, cuando salí de la casa solo tomé el bolso de mano donde estaban mis documentos y el dinero. Por lo menos sabía que nadie me rastrearía, y con nadie quería decir Rámses.Me dolía pensar en él, así que lo evitaba a toda costa, apartaba cada pensamiento que me llevase a tener que enfrentar la cruda y dolorosa realidad, una que no estaba todavía preparada para aceptar. Y para seguir en mi negación, me levanté y caminé a una cabina de teléfono. No me sabía muchos números en mi vida, así que marqué uno de los pocos que aun recordaba, con la esperanza de que no lo hubiese cambiado.—¿Alo?.—Hola, soy…—¡Amelia! ¿Cómo estás?—Bien. Ehm… —dudé en explicarle, pero estaba desesperada—. Necesito uhm…—¿Dónde estás?—me apremió. Escuché como el ruido que escuchaba de fondo desaparecía.—En el terminal de Atlanta.—Bien, súbete
Rámses O´Pherer.—¡Maldición, maldición, maldición.—Ya cálmate, ¿quieres?—¡Que me calme una mierda!. Perdí el puto vuelo.—Habrán otros…—No, no los hay. No hay más cupos por la fecha. Puto San Valentín. ¡Maldición!.—Escucha, Rámses, lo mejor que te pudo haber ocurrido es no haberte subido en ese avión. ¿Crees que Amelia no te notaría distinto?¿Que Fernando o Gabriel no te descubrirían?. Mírate en el estado en que te encuentras, has perdido mucho peso, las ojeras, los ojos.Me giré en mis talones y le di la espalda. Sé que tenía razón pero mi reflejo en el vidrio de la ventana, le dio la razón a Susana. Había perdido muchos kilos, el ritmo de estudio y trabajo era realmente agotador, no comía a las horas y a veces simplemente no lo hacía. Y las ojeras y la cara demacrada… eso era culpa de las putas pastillas. Las pupilas… no tenía ni siquiera como explicarlas.Quería dejarlas, de verdad que sí, pero no veía la forma de poder estudiar y aprobar los exámenes, sin ellas. Era imposible
Rámses estaba acostado en el mueble de Hayden. Iba sin camiseta, con un pantalón gris deportivo y descalzo. Estaba dormido pero en una posición bastante incomoda y hasta extraña.La casa olía muy mal, como a comida vieja. El ambiente en general era pesado, incluso caluroso. Sobre la mesa de centro habían dos platos con comida, se veía que no la habían tocado mucho, pero que llevaban allí bastante tiempo. Tambien habia varias botellas de agua, jugos y hasta bebidas energéticas. Algunas ropas de Rámses estaban regadas por la estancia, tambien las valijas de Gabriel, Fernando y Mike.—No lo despiertes, por fin logró dormirse de cansancio—me pidió Fernando y asentí sin poder apartar la mirada del francés tatuado que estaba acostado.Su respiración era lenta y acompasada, tenía una pequeña barba que se me hacía muy extraña en él, pues siempre estaba pendiente de mantenerse bien rasurado. Su cabello estaba enmarañado a niveles que no lo había visto antes.Por primera vez no conseguí nada se
—¿Cómo estás?—Bien—mentí.—Sigues siendo una muy mala mentirosa Beleza. ¿Estás lista?.—Ya casi termino—volví a mentir y él rio—. Te espero donde siempre.Gabriel se acababa de bajar del avión que lo sacó de Atlanta y quería venirme a buscar a la universidad. Una semana permaneció con Rámses, el mismo tiempo que yo permanecí sola. Bueno con Donovan, Isaack y Albert, mi guardia asignado; pero sin Rámses.En todos esos días no he hablado con el francés, ni por llamada ni por mensajes. He sabido poco de él, solo las cosas que me comentaba Gabriel cuando me llamaba, sabía que no quería saber de Rámses pero aún así me daba la información que me moría por conocer.Porque tan bien me conocía Gabriel, que entendía mi bipolarismo.Así que dejaba pistas claras y obvias en nuestras conversaciones, como cuando me dijo que iban saliendo a una reunión, o que tenía que ir a comprar unas medicinas para el tratamiento, o que había pasado la noche en vela.Rámses no lo estaba pasando bien, eso estaba
—Sí, ya estoy aquí, Hayd— respondí un tanto cansada, no logré dormir bien la noche anterior.La cita con la terapista era hoy, así que obviamente tenía más de cinco llamadas de Hayden monitoreándome que fuese. ¿Es que ya no trabaja?—Chévere, te caerá bien, ya lo verás. Me cuentas como te va, voy saliendo a la reunión con Rámses. Hoy está más insoportable que nunca, por cierto. —¿Y eso por qué?—era la primera vez que preguntaba directamente por Rámses, pero me sentía en confianza suficiente con Hayden como para hacerlo.—Dice que le hubiese gustado estar contigo allá, por lo menos se conformaba con saber cómo te fue y saberlo directamente por ti, pero no te angusties, Mia, nadie muere por un rompimiento o cual sea el status que tienen ahora, además de que él sigue necesitando un escarmiento.Suspiré profundamente y me despedí de Hayden en cuánto escuché la voz de Rámses al fondo. Ciertamente estaba de mal humor y cuando intuyó con quien hablaba su padrino el silencio que hizo fue tan
Cuando abrí los ojos estaba sentada en el piso del baño, mi cabeza descansaba sobre mis brazos cruzados encima de la taza del baño.Me dolía el cuello una barbaridad, pero no tanto como el cuerpo y el orgullo propio.Comencé a recordar que después de vomitar encima de Gabriel, y reírme muchísimo, corrí al baño para una nueva tanda de vómitos, y pocos segundos después sentí las manos de mi cuñado sujetándome el cabello y elevándome la cabeza para que no me saliera el vómito por la nariz.Si eso no es amor, no sé qué lo será. Por esa razón Gabriel estaba dormido al otro extremo del baño, recostado de la pared, usando únicamente un bóxer.Comencé a moverme y no pude evitar que se me salieran unos quejidos de dolor que lo despertaron.—¿Beleza, estás bien?—Adolorida y con mucha resaca.Él se levantó del piso sin ningún tipo de dolor en su cuerpo, lucía incluso fresco, descansado y atractivo a pesar de no estar peinado y tener restos de vómitos en su cuerpo.Lo odiaba tanto. —En ese ca
—¿Tú qué?—dijimos al unísono.No era horror, era sorpresa.—Bajen la voz ¿quieren? Estamos en un hospital—Hayden nos lo recordó.—¿Tienes un hijo?—Rámses le reprochó.—Si y ya les contaremos todo, pero este no es el lugar ni el momento. Vamos a la camioneta—nos instó Mike.Comenzamos a salir del hospital, los hermanos no le quitaban la vista de encima al chico en la silla de ruedas, detecté un dejo de preocupación, curiosidad y quizás hasta celos. O quizás estaba haciendo transferencia de mis propios sentimientos.Hayden llevaba a Jeremy en la silla de rueda, varios pasos por delante de nosotros. Iban conversando y no alcanzaba a escuchar que se decían. La curiosidad me mataba.—Papá…—pidió Rámses.—No, escuchen, le corresponde a Hayden contarles, no a mí ni a Mike. Así que sean pacientes y por favor, no juzguen antes de que escuchen toda la historia. Tampoco le reprochen ni a él ni a ninguno por no decirles nada. Hagamos de esta situación algo bueno. Jeremy es un gran chico, una vez