ACLARACIÓN
Esta historia no pretende seguir ninguno de los cánones que ya se conocen sobre los licántropos para discernir entre clases sociales. Tampoco está basado en un universo omegaverse, por lo tanto, si hay alguien interesado en esa temática, quiero que sepa que no va a encontrarlo en esta novela.
Sin embargo, aparecerán palabras como alfa, beta y omega con el siguiente significado:
- Alfa: primero al mando, líder, se encarga de la manada. La manada lo elige (este punto se desarrolla a lo largo de la historia). No se nace alfa, cualquiera con las aptitudes adecuadas puede convertirse en alfa.
- Beta: segundo al mando, consejero. Tiene poder de decidir sobre la manada en nombre del alfa. También es elegido por la manada. No se nace beta, cualquiera con las aptitudes adecuadas puede convertirse en beta.
- Omega: tercer al mando, consejero. También tiene el poder de decidir en nombre del alfa. La manada lo elige. No tiene nada que ver con ser sumiso ni con feromonas descontroladas. No se nace omega, cualquiera con las aptitudes adecuadas puede convertirse en omega.
Las tres figuras son necesarias e imprescindibles parar guiar la manada y decidir sobre su bienestar.
Como ya he dicho, no pretendo clasificar con esos nombres por clases sociales, todos los licántropos nacen con las mismas posibilidades y aptitudes.
Espero que esta información os sea útil.
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La carta
El timbre del teléfono móvil sonaba en la distancia del despacho haciendo que rebotase en las paredes creando así un eco robótico, histérico y sordo. Sin embargo, el fuerte lobo estaba tan harto de su jornada que decide ignorarlo. En realidad, no estaba de humor para hablar con nadie en esos momentos. Y como si fuese un acto reflejo, toca su sien un instante masajeando su frente a la vez que profiere un largo y cansado suspiro.
—¿No va a acabarse nunca este día o qué…? —se queja entre la penumbra del pequeño y abarrotado despacho.
Lo único que le apetecía era regresar a casa cuanto antes, tomar una cena ligera y dormir hasta que el cuerpo no aguantase más. No obstante, las numerosas peticiones, reclamaciones y en especial, las cartas, no se leían solas. Así que hasta que no terminase con su tediosa labor, su ferviente deseo debía ser postergado.
El licántropo fija su mirada de acero en el montón de papeles acumulados en la mesa en los últimos días con gesto contrariado.
—Estoy seguro de que se multiplican solas… —vuelve a quejarse molesto.
Pero pragmático como era, decide organizar las cartas por urgentes y no urgentes aún su fatiga. Así, si al final no tenía tiempo de terminar al atardecer, se sentiría un poco menos culpable.
Sin embargo, cuando apenas llevaba unos minutos ordenándolas, una carta en concreto le llama mucho la atención y sus instintos se ponen en alerta máxima.
El papel con el que venía envuelta era de color ocre mientras un sello de cera, rojo como la mismísima sangre, estaba estampado en su parte frontal de forma elegante y estratégica. Ese, era el inconfundible sello de los Nocturnos el cual, por desgracia, conocía demasiado bien.
Así pues, se olvida por un instante de todas sus demás tareas y se dispone a descubrir de qué se trataba tal extraño envío. El lobo gira la carta con angustia, y sin poder contenerlo, su sangre se hiela al leer el motivo por el cual ahora ésta reposaba entre sus manos.
Su cubierta, escrita en una brillante tinta azul oscuro, decía así;
PETICIÓN DE TRASLADO DE MANADA.
URGENTE.
—¿Traslado? —pregunta a la nada confundido y airado.
¿Alguien de los suyos quería transferirse a otra manada? ¡Imposible!
El alfa regente mira la dirección aprisa y es entonces cuando todo empieza a cobrar sentido. La petición provenía nada más, ni nada menos, que de la manada de Montigraus.
Con habilidad, el lobo desgarra la parte superior de la carta con una de sus afiladas uñas sabiendo con lo que iba a encontrarse en su interior.
“Queridos hermanos licántropos,
Adjuntamos la petición de la loba Alice Evans para realizar el traslado definitivo de la manada Fergus a la de Montigraus.
Como sabrán, el año pasado se incorporó como miembro provisional por asuntos laborales y ahora ha expresado el deseo de residir con nosotros de forma permanente.
Por ese motivo, precisamos de la documentación que se menciona en la página consiguiente que deseamos puedan proporcionarnos cuanto antes posible y que este trámite no se prolongue en exceso.
Esperamos una pronta respuesta.
Atentamente,
Donovan Santiago, alfa de la manada Montigraus.”
Sin perder el tiempo, Keane alcanza en un ágil movimiento su móvil, el mismo que había decido ignorar hacía tan sólo unos minutos atrás, y marca un número que se sabía de memoria.
—¿Diga? —responde la voz que esperaba oír desde la otra línea.
—¿Qué haces mañana? —pregunta el alfa sin tan siquiera saludar.
—¿Me estas pidiendo una cita? —inquiere su interlocutora de forma burlona.
—Qué más quisieras... —profiere Keane bufando—. Acabo de recibir una notificación para un cambio de manada... —explica sin irse por las ramas.
—¿¡Cómo!? —exclama la otra voz claramente sorprendida—. ¿De dónde? —inquiere sin poder creer sus palabras.
—De Montigraus… —se limita a decir el alfa con la voz más sosegada que puede.
Un pequeño y frío silencio sigue sus palabras hasta que su confidente decide responder.
—Alice… —murmulla la femenina voz cambiando su tono.
—Así es... —afirma el alfa confirmando sus sospechas.
—No sé qué podemos hacer si ya ha decido trasladarse… —comenta su tercera al mando en sintonía con sus pensamientos.
Otro suspiro escapa de sus labios.
—¿Todavía sigues pensando que tu instinto dice la verdad? —le pregunta sin rodeos.
No había olvidado sus palabras acerca la súbita partida de Alice el año pasado.
—Sí —admite secamente la otra—. Simplemente hay algo que no cuadra... ¿Qué más podría ser sino? —inquiere con calma.
—Temo que tengas razón... —expresa Keane al fin—. Fui un necio al aceptar que se marchara de ese modo sin profundizar en su verdadero motivo y pensar que no habría consecuencias... —se lamenta el alfa molesto consigo mismo.
Era un asunto al que le había estado dando numerosas vueltas, y cada vez más, veía con más claridad cual era la verdadera razón por la que la loba huyó de ese modo tan repentino de Fergus.
—Nada podía prepararnos para esto... —intenta calmarle su tercera al mando—. Aunque es difícil de confirmar sin verlo... —sigue con cautela.
—Cierto, pero tengo una idea. No estaré tranquilo hasta comprobarlo por mí mismo... —le informa.
—¿Cómo pretendes hacerlo? —cuestiona su interlocutora con curiosidad.
—Ya sabrás los detalles más adelante... pero antes de nada... ¿Puedes avisarle? —inquiere con voz suave—. Necesito que quien tú ya sabes esté presente...
—Está bien, le diré que debe acompañarte —acuerda la otra.
—Dile que le recogeré a primera hora... —comenta con autoridad.
—Bien, se lo comunico... —responde la voz.
—Gracias por tu ayuda… —se despide el alfa colgando con rapidez.
El fuerte lobo apoya su cabeza entre sus manos mientras observa el calendario lunar que decoraba su mesa y que le servía de recordatorio para los ciclos del nocturno y reinante astro.
Faltaban exactamente quince días para la siguiente luna llena, y el alfa de Fergus, no puede evitar reir sin ganas.
Así que Alice quería realizar el traslado antes de que llegase el nuevo periodo de enlazamiento...
"Loba astuta", piensa para sus adentros.
—Esta muchacha… —murmulla Keane sintiéndose agotado y restregando sus manos por su cansado rostro—. ¿En qué está pensando realmente…? —cuestiona de nuevo sin esperar respuesta alguna.
Si sus sospechas tornaban ser ciertas, él había cometido un grave y gran error dejando que partiera de la manada. Sin embargo, al mismo tiempo, eso iba a significar que Alice les había engañado a todos...
Y Keane Daniels, como alfa regente de la manada de Fergus, no iba a tolerar tal farsa ni tampoco iba a quedarse de brazos cruzados. Si al final resultaba ser todo cierto, Alice Evans iba a tener que pagar un precio muy pero que muy alto.
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BLAKE —Puedes ir más despacio si quieres… —dice el segundo al mando a su alfa un tanto molesto después de unos largos veinte minutos en un incómodo silencio. —Las prisas no van a solucionar nada... —suelta el otro lobo con misterio y en una ligera sonrisa. No es que su alfa fuera muy hablador, pero esa mañana, estaba extrañamente callado. —Eres tú el que me ha pedido venir, Keane —le recuerda Blake con sosiego—. ¿De verdad no vas a decirme qué tramas? —pregunta observando a su viejo amigo. Blake Heiss, actual beta de Fergus, hacía muchos años que conocía a Keane Daniels, su mejor amigo y ahora también alfa de la manada. Tiempo atrás, Keane y su familia estuvieron un tiempo viviendo lejos de su manada original, y fue entonces cuando se conocieron, en la época del instituto. Ya en sus años de juventud, el lobo había mostrado un carácter afable y comprometido, y ambos se hicieron amigos irremediablemente. Cuando esta etapa finalizó, el destino de
ALICE La música de la radio sonaba suavemente dentro de la cocina donde la loba estaba agachada en el suelo intentando arreglar la maldita cañería del desagüe. Llevaban unos largos quince días intentado solucionarlo pero no había manera de desencallarla. Lo único que deseaba era no montar otro lago en casa como ocurrió el lunes pasado. Ya había fregado suficiente por lo que le quedaba de mes, y además, se moría de ganas de dejar de comer comida para llevar. Estaba absolutamente concentrada en su tarea cuando de forma inesperada, el timbre suena y Alice se golpea la cabeza contra el mármol de la encimera a causa del susto. —¡Maldita sea! —profiere un voz alta y tocando su cabeza comprobando que no había sangre. Eso había dolido mucho—. ¿Quién puede ser? —se pregunta a sí misma en voz baja y extrañada. No estaba esperando a nadie a esas horas. Pero antes de responder, o de tan siquiera llegar a incorporase, dos olores que conocía demasiado bien
BLAKE —¿Cómo…? —pregunta Blake en completo shock. No podía creérselo. ¿Cómo era posible que la loba le hubiera rechazado? —Bromeas, ¿verdad? —inquiere el beta observando su rostro y sus apetecibles labios apenado por la negación de su beso. Todo su cuerpo hormigueaba por sentir a Alice. Cada centímetro de su piel estaba envuelto por una energía electrizante y un anhelo crudo y febril que nacía desde su estómago, y se esparcía como un torbellino por todos lados, tenía a su lobo interior al borde del colapso. Necesitaba con urgencia que la loba le tocara, le mordiera o le masturbara, lo que quisiera, pero no que lo apartarse. Si hacia eso iba a acabar con él. Blake no paraba de preguntarse cómo era posible que en todo el tiemp
ALICE El ruido del nuevo día despierta a la loba quien, poco a poco, abre los ojos bañándose con la luz de los rayos del sol. Un suave ruido llama a su aún adormilada atención y todo su ser se tensiona ante la visión de Blake tumbado a su lado. “Aún seguir aquí...”, murmura
BLAKE —Positivo… —murmura Alice casi sin voz y con los ojos muy abiertos. Parecía bastante en shock y su rostro estaba extremadamente pálido. Hasta podría jurar que sus labios temblaban ligeramente y Blake no sabía si estaba más cerca de sufrir un desmayo, o un ataque de nervios. —Te dije que los lobos nunca se confunden… —le recuerda el beta con voz calmada. “Ver. Yo tener razón. ¡Tocar a Amara ya!”, exige su lobo al tener al fin los resultados. La criatura que anidaba en su interior hace aumentar su instinto a propósito y Blake necesita hacer un largo suspiro para contenerse. Sabía que sus ojos estaban violetas en ese momento. “Sí, tenemos razón pero espera un poco más. ¿No ves que está procesando la situación?”, inquiere a su irritable lobo. Era agotador discutir con él y contenerle constantemente, ¡y eso que apenas hacía un día que había empezado el reclamo! Desde que se había levantado por la mañana, la Alice hambr
ALICE —¿De verdad había un atasco? —les pregunta Keane sin dejar de mirar primero a Blake y luego a ella con sus formidables ojos de acero. El alfa Daniels estaba apoyado en la mesa de Donovan con los brazos cruzados sobre su pecho haciendo que sus bíceps se marcaran y viéndose un tanto escéptico. —Lo juro —dice el beta con solemnidad—. Simplemente hemos tenido que hacer una parada técnica para discutir un asunto... —comenta de pasada sin entrar en detalles. Alice se sentía bastante avergonzada por presentarse delante de Keane oliendo por completo a sexo, pero la situación se les había ido de las manos. Si tenía que ser sincera, no se arrepentía para nada de haber tenido relaciones con Blake. El lobo había estado increíble, mucho mejor de lo que su limitada imaginación podía haber ideado nunca, y su pene… ¡oh señor su pene! Era malditamente delicioso. Sabía que durante el reclamo el sexo de los lobos sufría un considerable aumento de tamaño, p
BLAKE —¿Querrán los señores un vino para acompañar? —pregunta la camarera del restaurante con amabilidad después de apuntar los platos que habían ordenado para cenar. —¿Te apetece? —le pregunta a Alice que estaba entregando la carta de vuelta a la muchacha. —No bebo, soy abstemia. Además, hoy conduzco… —dice con voz suave. Blake la observa por un instante, no sabía que ella no tomaba alcohol. —Con un agua tendré más que suficiente… —responde Alice en una pequeña sonrisa. —Para mí una copa de vino tinto… —le pide Blake a la camarera. —Sí, señores. Enseguida les servimos —asiente la muchacha de inmediato y en otra sonrisa. —Gracias… —responde el beta con amabilidad. Así pues, la atenta camarera marcha para comunicar su pedido dejándoles solos. —¿Te gusta el lugar? —le cuestiona a su reservada compañera. Estaba complacido de que no hubiera muchas mesas en el restaurante esa noche pues se estab
BLAKE El lobo se revuelve despacio en la cama sintiendo la agradable calidez de otro cuerpo a su lado y sonríe de inmediato. Abre los ojos pesadamente para observar el rostro de su compañera de vida. Anoche se había quedado dormido aún con su pene en la vagina de su dulce compañera, anudado y entregado. Cuando Alice le había pedido con esa crudeza al lobo que la tomase, había perdido la cabeza por completo y ya no había podido resistirse, y aún menos, parar. Señor, poseerla y amarla sin restricciones había sido espectacular. Blake suspira un instante y se acerca despacio para besar y lamer su hombro izquierdo con delicadeza. Su lobo le había dado una buena mordida cuando estaba inmerso en la pasión de su coito, cosa que no recordaba haber hecho, pero parecía que estaba cicatrizando bien. Suerte tenía de que sus cuerpos estuvieran ya diseñados para sanar con rapidez ese tipo de magulladuras. Sin embargo, al inspeccionar su herida, despierta a Alice sin querer.