BLAKE
El lobo se revuelve despacio en la cama sintiendo la agradable calidez de otro cuerpo a su lado y sonríe de inmediato. Abre los ojos pesadamente para observar el rostro de su compañera de vida. Anoche se había quedado dormido aún con su pene en la vagina de su dulce compañera, anudado y entregado. Cuando Alice le había pedido con esa crudeza al lobo que la tomase, había perdido la cabeza por completo y ya no había podido resistirse, y aún menos, parar. Señor, poseerla y amarla sin restricciones había sido espectacular.
Blake suspira un instante y se acerca despacio para besar y lamer su hombro izquierdo con delicadeza. Su lobo le había dado una buena mordida cuando estaba inmerso en la pasión de su coito, cosa que no recordaba haber hecho, pero parecía que estaba cicatrizando bien. Suerte tenía de que sus cuerpos estuvieran ya diseñados para sanar con rapidez ese tipo de magulladuras.
Sin embargo, al inspeccionar su herida, despierta a Alice sin querer.
ALICE Abre la puerta con sigilo y con sus sentidos en alerta. Era estúpido pero se sentía como una ladrona entrando en su propio piso. La loba pone un pie dentro despacio, y sin hacer ruido, y automáticamente, oye la acusatoria voz de Megan desde la cocina. —Así que… ¿el beta de Fergus? —pregunta su amiga sin darle tiempo tan siquiera a darle los buenos días—. ¿En serio, Alice? —repite como si estuviera en un interrogatorio y ella fuera la criminal más buscada del universo. Alice cierra los ojos y suspira antes de contestar. La había pillado de lleno, además, se sentía como una hija siendo regañada por sus padres. —Así es, el beta de Fergus… —afirma entrando en el piso ya desistiendo de ser discreta. Estaba intentando olvidar con todas sus fuerzas su cargo y verle sólo como Blake, pero era misión imposible. Su compañera de piso estaba en la cocina tomando su desayuno aún con el pijama puesto y el pelo revuelto. Meg la miraba con recelo
BLAKE (Mientras tanto…) Blake no había desperdiciando ni un instante desde su salida del hotel, y con el permiso explícito del alfa Daniels, había ido directo a buscar a la beta Santiago quien ya estaba puesta al corriente de todo. El lobo necesitaba el apoyo y la ayuda de un miembro de Montigraus pues era de muy mala educación inmiscuirse en las funciones de otras manadas sin permiso. Y aunque esto fuera un poco distinto por la implicación de la doctora Chris, que pertenecía a la manada de Fergus, la clínica estaba en Montigraus y eso era jurisdicción de ellos. Por eso los dos betas habían decidido ir juntos. —¿Qué crees que vamos a encontrar? —le pregunta Nina de camino a la clínica. —Respuestas… espero… —responde Blake bastante meditativo. Su mente saltaba constantemente de Alice, a su reclamo, a la clínica, y de vuelta a la doctora. Sabía que debía haber algo que lo conectaba todo, necesitaba haberlo. Aparcan el coche, y de
ALICE Despacio, Alice se acerca a su apetecible lobo y se tumba encima de su cuerpo parar devora su boca como si fuera la última vez que fuera a probarlo. Blake, por su parte, cierra los ojos y suelta un placentero gemido mientras le devuelve el beso con paciencia y atención. —¿Te gusta hacerlo al aire libre, Amara? —le pregunta el lobo sonriendo al separarse y con una de esas sonrisas que le derretían el corazón. —Quizás me excita un poco… —admite Alice quien empieza a moverse restregando su necesitado cuerpo contra el de su compañero de vida. Nada calmaba ni reconfortaba más a los licántropos que el estar piel contra piel. El lobo jadea otra vez. Sentía perfectamente como el delicioso pene de Blake empezaba a hincharse de nuevo por sus caricias. Era sencillamente fantástico. —Te sientes tan bien, Amara… —murmura el lobo con otra brillante sonrisa y con sus manos en sus caderas empezando también a moverse contra ella de forma suave.
BLAKE El beta de Fergus sube las escaleras a paso cansado hasta el despacho de Keane. Se sentía agotado y sin fuerzas después de su viaje en el autobús. Había querido dormir durante el trayecto, pero en vez de eso, su lobo había decidido estar deprimido y llorar por Alice todo el rato. Al final, había utilizado el jersey de su compañera como cojín para sentir su esencia, así que la última hora había conseguido tener al fin un poco de paz interior y una molesta erección. No sabía cómo iba a sobrevivir esos días sin ella, y sobre todo, no sabía cómo no iba a perder la cordura en el proceso. —Bienvenido… —saluda Trish nada más cruzar la puerta. La omega de Fergus no tenía muy buen aspecto. —¿Aún sigues de malhumor? —pregunta Blake después de pasar primero por el baño. Keane les había convocado a ambos en su despacho para una reunión urgente. —Eso dependerá de ti… —responde Myers cruzando sus brazos sobre su pecho. Estaba frustrada
ALICE (Cinco días más tarde…) Después de unas largas y aburridas cuatro horas conduciendo toda sola, Alice llega por fin a Fergus. Todavía le resultaba extraño encontrarse de vuelta a su hogar pues en el último año, había estado evitando visitarlo a toda costa por miedo a encontrarse con Blake y desencadenar de nuevo su dolor. Ahora, su resolución y determinación en dónde antaño había puesto tanto y tanto esfuerzo, hasta le resultaban un poco estúpidas. Pero… ¿Quién iba a decirle lo diferente que sería su situación al cabo de un tiempo? Era imposible de saber, y aunque se lo hubieran contado por ese entonces, no lo hubiera creído. Resultaba demasiado bueno para ser verdad. La loba atraviesa todo Fergus con su Ford azul poniendo rumbo al domicilio del beta. En sus conversaciones telefónicas, aparte de calmarse mutuamente y hacer la espera menos tortuosa, habían estado hablando sobre qué hacer una vez Alice volviera. Sabían de sobras que sus lob
BLAKE Los dos se levantan en silencio del sofá y se ponen la máscara de lobo cubriendo así su rostro. Era curioso pero Blake podía ver cómo llevarla le daba cierta seguridad a su compañera. Lentamente, se coloca delante de ella y la acerca a su cuerpo por la cintura intentando calmar sus nervios. —Despacio… —le susurra acariciando sus hombros con sus dedos y empezando a desnudarla. Cómo ya sabían que era un paso que debían hacer, su compañera de vida se había puesto un sencillo vestido negro ceñido y de manga larga para facilitarle el trabajo. Blake saca su vestido con delicadeza por encima de su cabeza dejándola ahora con su ropa interior también negra. Lleva sus manos hacia su espalda buscando el cierre del sujetador y soltándolo. Alice da un pequeño respingo, toda la piel de su cuerpo se encontraba ligeramente erizada en esos momentos. —Concéntrate en mí, no pienses en nada más —le pide Blake en voz baja—. Confío en ti, Amara —sigue él clav
ALICE No sabía cuantos minutos llevaba a la carrera cuando, al fin, Alice alcanza el Santuario. Había salido tan aprisa, y con tanto alboroto, que no había caído en que a esas horas de la noche estaría cerrado. Además, el atuendo que llevaba quizás no era el más adecuado para echarse a correr a lo loco por el bosque. Sus medias estaban rotas y sus piernas cubiertas de arañazos por todos los arbustos que había atravesado. Su vestido negro era un completo desastre y dudaba que pudiese volver a ponérselo, pero nada de eso le importaba, sus esfuerzos no iban a caer en vano. No esa noche. Era demasiado importante. Atraviesa las puertas de Santuario de Fergus sin pensar y con su corazón en la garganta. El ser que buscaba estaba allí dentro, escondido en algún lugar, podía sentirlo, podía olerlo. «Ya casi llegar, un poco más adelante», dice la loba en su interior atenta a cualquier ruido. «Lo sé», responde Alice. Su cabeza iba a mil por hora,
ALICE Desde su salida del Santuario, la loba sentía todo su cuerpo invadido por una curiosa mezcla de ligereza y entumecimiento a la vez. Como cuando despiertas después de un largo tiempo y eres incapaz de ubicarte o de predecir qué hora es. Así era como se encontraba en esos momentos. ¿Era por haber descubierto la verdad al fin? ¿O por todo lo sucedido esa noche? Alice no sabía decirlo con seguridad. Habían ocurrido demasiadas cosas que aún no lograba comprender o que quizás, en realidad, no quería comprender. Su otra mitad llevaba en silencio desde la aparición de Blake en la arboleda y no había vuelto a decir ni una palabra. Sin duda, que quien reclamase a su Amara no fuera uno de ellos, sino un lobo común, no había sido ninguna de las opciones que se habían imaginado. Se sentía tan estúpida y avergonzada. Aunque Blake no sabía que no era la primera vez que le ocurría. De pequeña, solía encontrarse pidiendo a los canis lupus que jugasen con ella si