ALICE
Desde su salida del Santuario, la loba sentía todo su cuerpo invadido por una curiosa mezcla de ligereza y entumecimiento a la vez. Como cuando despiertas después de un largo tiempo y eres incapaz de ubicarte o de predecir qué hora es. Así era como se encontraba en esos momentos.
¿Era por haber descubierto la verdad al fin? ¿O por todo lo sucedido esa noche? Alice no sabía decirlo con seguridad.
Habían ocurrido demasiadas cosas que aún no lograba comprender o que quizás, en realidad, no quería comprender.
Su otra mitad llevaba en silencio desde la aparición de Blake en la arboleda y no había vuelto a decir ni una palabra. Sin duda, que quien reclamase a su Amara no fuera uno de ellos, sino un lobo común, no había sido ninguna de las opciones que se habían imaginado. Se sentía tan estúpida y avergonzada. Aunque Blake no sabía que no era la primera vez que le ocurría. De pequeña, solía encontrarse pidiendo a los canis lupus que jugasen con ella si
BLAKE Tenía el corazón en un puño. Darian, el bueno de Darian, el que casi podía llamar su familia... ¿su Amara? ¿De verdad? —Blake… —le llama Alice apretando su mano con fuerza. Él gira su cabeza despacio para mirarla. Sus ojos volvían a ser de ese precioso color ámbar, y sus puntiagudos caninos ya se marcaban preparados para atacar a su presa. Su respiración estaba acelerada y podía sentir la temperatura de su cuerpo y su olor corporal aumentar. La respuesta del reclamo, la estaban experimentando los dos a la vez. «¿Ella también lo siente?», cuestiona mientras su cuerpo se inunda de alivio y el pánico parece abandonarle poco a poco. Moría solo de pensar en hacerle daño a Alice otra vez. Sobre todo la noche en que le había confesado su amor. «Pues claro…», contesta su lobo. «¡Maldito lobo!», masculla entre dientes. «¡Haber empezado por ahí…!», se queja Blake aún nervioso. “Tú solo preguntar si yo estar chiflado
ALICE Todo ese día estaba suponiendo un desvarío. El castigo, el Santuario y ahora… ahora resulta que tenía a dos compañeros, a dos, dos Amaras. Darian y Blake. ¡Qué locura. Qué completa locura! Cuando su loba le había reclamado casi se queda traspuesta. Apenas empezaba a poder lidiar con Blake… ¿cómo lo iba a hacer ahora con dos? ¿Podía tan siquiera…? Tener a un compañero de vida era algo bastante intenso y exigente, tanto en lo emocional como en lo físico, por lo que había podido experimentar hasta ahora con el beta. ¿Iba su cuerpo a aguantarlo? ¿Estar pendiente todo el día de ellos? ¿Preocupada por todo? ¿Desearles sin descanso? Y… ¿tener relaciones sexuales con… los dos…? «¡Nosotras poder con Amaras!», le asegura su otra mitad con alegría. «Si tú lo dices…», responde Alice sin verlo tan claro. Quizás su loba era capaz de hacerlo, pero ella no lo tenía tan seguro. En esos momentos, los dos estaban sentados en los asi
DARIANEl aturdido lobo abre sus ojos y lo primero que divisa es a Alice Evans acurrucada en su pecho con una suave sonrisa dibujada en su rostro. Podía sentir por debajo de las sábanas su cuerpo completamente desnudo abrigándole en esa fría mañana de invierno, piel contra piel. Sus suaves manos estaban alrededor de su cintura sujetándolo con fuerza como si temiera que escapase.Se la veía tranquila pero un tanto distinta a cómo la recordaba. O quizás, en realidad, lo único distinto era el modo en que la veía ahora, porque en verdad ella era…“¡Amara!”, la llama su lobo feliz al ver su rostro dormido.“Amara…”, responde Darian en un suspiro. Eso era.Alice resultaba ser su Amara, pero no la única. No…Tenía a dos únicos, Alice y aquel que ahora también tenía sus manos en su vientre
BLAKE(Unas cuantas horas más tarde…)Los dos altos cargos de Fergus ya se encontraban reunidos en el despacho de Keane a la espera de que llegase la doctora Amybeth Chris. El ambiente estaba realmente enrarecido pues su amigo y alfa no había vuelto a mencionar ni una palabra sobre el delicado asunto de sus Amaras pero, por otro lado, evitaba mirarle a la cara. Aunque siendo honesto, a Blake no le molestaba demasiado.Keane necesitaba espacio para digerir la noticia sobre ellos y su adorado hermano pequeño e iba a darle todo el tiempo que necesitase. Y si ese era el precio a pagar, el beta estaba encantado de soportarlo.El silencio era mucho mejor que perder a sus compañeros de vida o a su amigo.“Pronto perdonarnos”, le asegura su lobo con aplomo.“Ya lo veremos”, responde Blake sin estar tan seguro como su otra mitad.Sabía que iba a ocurrir en algún momento p
ALICELa loba mira a su teléfono por tercera vez meditando qué hacer. Tenía que llamar a alguien y no sabía muy bien como decirle la noticia de Darian y ellos o tan siquiera por dónde empezar. Alice, después de dar una profunda respiración para calmarse, se arma de valor y tocar el icono para realizar la llamada.—¡Ali! —contesta una alegre voz al otro lado.—Hola —saluda ella con una sonrisa en los labios sólo de oír la voz de su querida amiga.Así es, aquella a quien tenía que llamar era a su amiga Meg.—¿Un día fuera y ya me echas de menos? —pregunta Megan divertida.—Por supuesto… —responde Alice.—Oh vamos, si me has cambiado por el señor beta de Fergus, creo que es un cambio a mejor —le recrimina.—Tú tampoco estabas mal —le devuelve A
ALICEJusto delante de la puerta número cincuenta y seis, y viendo como los primeros copos de nieve de la temporada empezaban a descender del suelo para inaugurar su reinado invernal, Alice llama al timbre una única vez esperando pacientemente a que alguien le abra.Unos pasos se acercan de inmediato y ella se aparta justo a tiempo para ver aparecer a Blake detrás de la puerta quien le mira en una divertida sonrisa y ladeando la cabeza.“¡Amara!”, le llama la loba con alegría al verle.Su compañero de vida estaba arrebatador en esos momentos.—Juraría que te di una llave… —le dice el beta apoyado en la puerta.—Me la he dejado… —admite Alice en voz baja.Había salido tan deprisa por la mañana que se le había olvidado encima de la mesita de noche. Añadiendo, por supuesto, a que nadie esperaba todos los acontecim
BLAKEEl beta, sentado en la cama con sus codos reposando en sus rodillas y sin nada que cubriera su cuerpo, observa los primeros rayos del sol elevarse a través de las rocosas montañas del valle de Mistis. La noche anterior había nevado en abundancia y todo aquello que alcanzaba su vista estaba cubierto bajo un manto blanco empolvando graciosamente el pueblo de Fergus.“Tomar una decisión”, le insta su lobo en su mente.El beta suspira con pesadez y mira hacia sus manos.“No diremos nada”, contesta Blake a su otra mitad al final.“¿Estar seguro?”, insiste.“Sí amigo, será lo mejor”, concluye decidido.Después de meditarlo en profundidad, había llegado a la conclusión que la mejor forma de proteger a sus Amaras de lo que pudiera suceder, era justamente dejándoles en la más absoluta ignorancia. Así
BLAKEMyers y él empiezan a moverse de inmediato hacia el origen del ruido sin tan siquiera pensar.—Tienen agallas para ir detrás de Keane así… —murmura Trish alzando su cabeza hacia el cielo.—Pues sí. O se creen muy listos o han subestimado a nuestro alfa —acuerda—. Vamos, tenemos que ir deprisa —le insta el beta a la tercera de mando.Sabían que el tiempo que tardasen hasta llegar al alfa iba a ser crucial.—¡Blake! ¡Blake espera! —le llama de repente una voz proveniente de los árboles que se extendían a lo largo de la orilla del río.El beta, al oír su nombre, para en seco buscando esa figura escondida entre la oscuridad que pedía por él. Había reconocido esa voz de inmediato pues no era nadie más que la de su compañera Alice.—Amara… —susurra al ve