BLAKE
(Mientras tanto…)
Blake no había desperdiciando ni un instante desde su salida del hotel, y con el permiso explícito del alfa Daniels, había ido directo a buscar a la beta Santiago quien ya estaba puesta al corriente de todo.
El lobo necesitaba el apoyo y la ayuda de un miembro de Montigraus pues era de muy mala educación inmiscuirse en las funciones de otras manadas sin permiso. Y aunque esto fuera un poco distinto por la implicación de la doctora Chris, que pertenecía a la manada de Fergus, la clínica estaba en Montigraus y eso era jurisdicción de ellos. Por eso los dos betas habían decidido ir juntos.
—¿Qué crees que vamos a encontrar? —le pregunta Nina de camino a la clínica.
—Respuestas… espero… —responde Blake bastante meditativo.
Su mente saltaba constantemente de Alice, a su reclamo, a la clínica, y de vuelta a la doctora. Sabía que debía haber algo que lo conectaba todo, necesitaba haberlo.
Aparcan el coche, y de
ALICE Despacio, Alice se acerca a su apetecible lobo y se tumba encima de su cuerpo parar devora su boca como si fuera la última vez que fuera a probarlo. Blake, por su parte, cierra los ojos y suelta un placentero gemido mientras le devuelve el beso con paciencia y atención. —¿Te gusta hacerlo al aire libre, Amara? —le pregunta el lobo sonriendo al separarse y con una de esas sonrisas que le derretían el corazón. —Quizás me excita un poco… —admite Alice quien empieza a moverse restregando su necesitado cuerpo contra el de su compañero de vida. Nada calmaba ni reconfortaba más a los licántropos que el estar piel contra piel. El lobo jadea otra vez. Sentía perfectamente como el delicioso pene de Blake empezaba a hincharse de nuevo por sus caricias. Era sencillamente fantástico. —Te sientes tan bien, Amara… —murmura el lobo con otra brillante sonrisa y con sus manos en sus caderas empezando también a moverse contra ella de forma suave.
BLAKE El beta de Fergus sube las escaleras a paso cansado hasta el despacho de Keane. Se sentía agotado y sin fuerzas después de su viaje en el autobús. Había querido dormir durante el trayecto, pero en vez de eso, su lobo había decidido estar deprimido y llorar por Alice todo el rato. Al final, había utilizado el jersey de su compañera como cojín para sentir su esencia, así que la última hora había conseguido tener al fin un poco de paz interior y una molesta erección. No sabía cómo iba a sobrevivir esos días sin ella, y sobre todo, no sabía cómo no iba a perder la cordura en el proceso. —Bienvenido… —saluda Trish nada más cruzar la puerta. La omega de Fergus no tenía muy buen aspecto. —¿Aún sigues de malhumor? —pregunta Blake después de pasar primero por el baño. Keane les había convocado a ambos en su despacho para una reunión urgente. —Eso dependerá de ti… —responde Myers cruzando sus brazos sobre su pecho. Estaba frustrada
ALICE (Cinco días más tarde…) Después de unas largas y aburridas cuatro horas conduciendo toda sola, Alice llega por fin a Fergus. Todavía le resultaba extraño encontrarse de vuelta a su hogar pues en el último año, había estado evitando visitarlo a toda costa por miedo a encontrarse con Blake y desencadenar de nuevo su dolor. Ahora, su resolución y determinación en dónde antaño había puesto tanto y tanto esfuerzo, hasta le resultaban un poco estúpidas. Pero… ¿Quién iba a decirle lo diferente que sería su situación al cabo de un tiempo? Era imposible de saber, y aunque se lo hubieran contado por ese entonces, no lo hubiera creído. Resultaba demasiado bueno para ser verdad. La loba atraviesa todo Fergus con su Ford azul poniendo rumbo al domicilio del beta. En sus conversaciones telefónicas, aparte de calmarse mutuamente y hacer la espera menos tortuosa, habían estado hablando sobre qué hacer una vez Alice volviera. Sabían de sobras que sus lob
BLAKE Los dos se levantan en silencio del sofá y se ponen la máscara de lobo cubriendo así su rostro. Era curioso pero Blake podía ver cómo llevarla le daba cierta seguridad a su compañera. Lentamente, se coloca delante de ella y la acerca a su cuerpo por la cintura intentando calmar sus nervios. —Despacio… —le susurra acariciando sus hombros con sus dedos y empezando a desnudarla. Cómo ya sabían que era un paso que debían hacer, su compañera de vida se había puesto un sencillo vestido negro ceñido y de manga larga para facilitarle el trabajo. Blake saca su vestido con delicadeza por encima de su cabeza dejándola ahora con su ropa interior también negra. Lleva sus manos hacia su espalda buscando el cierre del sujetador y soltándolo. Alice da un pequeño respingo, toda la piel de su cuerpo se encontraba ligeramente erizada en esos momentos. —Concéntrate en mí, no pienses en nada más —le pide Blake en voz baja—. Confío en ti, Amara —sigue él clav
ALICE No sabía cuantos minutos llevaba a la carrera cuando, al fin, Alice alcanza el Santuario. Había salido tan aprisa, y con tanto alboroto, que no había caído en que a esas horas de la noche estaría cerrado. Además, el atuendo que llevaba quizás no era el más adecuado para echarse a correr a lo loco por el bosque. Sus medias estaban rotas y sus piernas cubiertas de arañazos por todos los arbustos que había atravesado. Su vestido negro era un completo desastre y dudaba que pudiese volver a ponérselo, pero nada de eso le importaba, sus esfuerzos no iban a caer en vano. No esa noche. Era demasiado importante. Atraviesa las puertas de Santuario de Fergus sin pensar y con su corazón en la garganta. El ser que buscaba estaba allí dentro, escondido en algún lugar, podía sentirlo, podía olerlo. «Ya casi llegar, un poco más adelante», dice la loba en su interior atenta a cualquier ruido. «Lo sé», responde Alice. Su cabeza iba a mil por hora,
ALICE Desde su salida del Santuario, la loba sentía todo su cuerpo invadido por una curiosa mezcla de ligereza y entumecimiento a la vez. Como cuando despiertas después de un largo tiempo y eres incapaz de ubicarte o de predecir qué hora es. Así era como se encontraba en esos momentos. ¿Era por haber descubierto la verdad al fin? ¿O por todo lo sucedido esa noche? Alice no sabía decirlo con seguridad. Habían ocurrido demasiadas cosas que aún no lograba comprender o que quizás, en realidad, no quería comprender. Su otra mitad llevaba en silencio desde la aparición de Blake en la arboleda y no había vuelto a decir ni una palabra. Sin duda, que quien reclamase a su Amara no fuera uno de ellos, sino un lobo común, no había sido ninguna de las opciones que se habían imaginado. Se sentía tan estúpida y avergonzada. Aunque Blake no sabía que no era la primera vez que le ocurría. De pequeña, solía encontrarse pidiendo a los canis lupus que jugasen con ella si
BLAKE Tenía el corazón en un puño. Darian, el bueno de Darian, el que casi podía llamar su familia... ¿su Amara? ¿De verdad? —Blake… —le llama Alice apretando su mano con fuerza. Él gira su cabeza despacio para mirarla. Sus ojos volvían a ser de ese precioso color ámbar, y sus puntiagudos caninos ya se marcaban preparados para atacar a su presa. Su respiración estaba acelerada y podía sentir la temperatura de su cuerpo y su olor corporal aumentar. La respuesta del reclamo, la estaban experimentando los dos a la vez. «¿Ella también lo siente?», cuestiona mientras su cuerpo se inunda de alivio y el pánico parece abandonarle poco a poco. Moría solo de pensar en hacerle daño a Alice otra vez. Sobre todo la noche en que le había confesado su amor. «Pues claro…», contesta su lobo. «¡Maldito lobo!», masculla entre dientes. «¡Haber empezado por ahí…!», se queja Blake aún nervioso. “Tú solo preguntar si yo estar chiflado
ALICE Todo ese día estaba suponiendo un desvarío. El castigo, el Santuario y ahora… ahora resulta que tenía a dos compañeros, a dos, dos Amaras. Darian y Blake. ¡Qué locura. Qué completa locura! Cuando su loba le había reclamado casi se queda traspuesta. Apenas empezaba a poder lidiar con Blake… ¿cómo lo iba a hacer ahora con dos? ¿Podía tan siquiera…? Tener a un compañero de vida era algo bastante intenso y exigente, tanto en lo emocional como en lo físico, por lo que había podido experimentar hasta ahora con el beta. ¿Iba su cuerpo a aguantarlo? ¿Estar pendiente todo el día de ellos? ¿Preocupada por todo? ¿Desearles sin descanso? Y… ¿tener relaciones sexuales con… los dos…? «¡Nosotras poder con Amaras!», le asegura su otra mitad con alegría. «Si tú lo dices…», responde Alice sin verlo tan claro. Quizás su loba era capaz de hacerlo, pero ella no lo tenía tan seguro. En esos momentos, los dos estaban sentados en los asi