Todos soñamos con tener un mundo de colores, sueños que creemos que son imposible hacerlos realidad, tener amigos con los que contar. Todo era fácil en aquel tiempo; en donde los dulces no eran medicinas, en donde los juguetes llegaban sin ninguna responsabilidad, en donde tus padres te protegían y no te dañaban.
No había preocupación por el ¿Qué pasará mañana? ¿Habrá comida? ¿Como me irá en la entrevista? Nos cantaban o nos leian un cuento antes de dormir y cuando ya estabas rendido tus padre acomodaban tus sabanas. Las risas y las sonrisas te caracterizaban, no importaban las caídas y humillaciones, esa radiante sonrisa siempre acompañaba.
El tiempo fue un arma fugaz, pasó tan rápido, que puedo aún sentir las caricias y los besos de mi madre antes de ir a la escuela, el aroma dulce que inundaban mis fosas nasales antes de dejarla, los juegos de palabras con Alice. Pero ahora ya no hay más que platos rotos y olor a pesadumbre, el sentimiento de felicidad era algo ya no existía en mí, fueron remplazadas por el silencio y la soledad. Los regaños constantes de mis padres, me hacían sentir inútil, hueca y vacía, esos eran los tres adjetivos que actualmente me personificaban.
¿Por qué es tan difícil comprender el mundo? ¿Acaso es difícil comprenderlo? ¿Y tengo que aprender a vivir con los fantasmas del pasado que ahora me persiguen?
Caminando por los pasillos de la escuela, tropezándome con todos los alumnos haciéndome sentir invisible o quizás lo era. Llegué a mi casillero digitando mi clave, era todavía temprano, no había de qué preocuparse.
Un día después de mi “Casi suicidio” en el cual el chico rubio impidió mi agobiada decisión. No vine a clases, ese día intenté plagiar la firma de mi padre, vi unos cuantos videos instruyéndome de cómo hacerlo y lo intenté, fracasé unas cuantas veces, pero lo logré. Posiblemente habría sido más fácil decirle a mi padre que lo firmase, pero conociéndolo era capaz de romper el papel y botarlo en el basurero, tendria que decirle al director una mentira romantizada de los sucedido, los profesores se enterarian de ahí los alumnos tambien y todo sería un agobio.
Llegué al aula con mis audífonos puestos olvidando mi alrededor. Empujé la puerta encontrándome con unos cuantos chicos, la mayoría eran los que se destacan en las materias y otros eran las parejas que querían tener sus momentos románticos, aunque para eso estaban los baños. Saludé con media sonrisa, pero ninguno me la devolvió. Humillada bajé la mirada y fui a mi lugar de asiento.
A los pocos segundos las campanas tocan informándonos que las clases ya empezaban. El salón empezó a acumularse de estudiantes, cada uno se sentaba en su lugar correspondiente, tiempo después llegó nuestra profesora de química, a la que tenía que entregarle la maqueta ya inexistente a la que tambien tenia que decirle una mentira romantizada. La mujer empezó hablar un nuevo tema al que nuevamente no iba llegar a entender del todo.
La clase finaliza y todos salen apresurados del salón. Con calma, pongo mi bolso en mi espalda y como todos salgo del aula, pero antes de poner un pie afuera la profesora dice mi nombre:
─ ¡Ambrouse! Qué lindo fue verte hoy. ─ Me acerco a ella con una sonrisa. Qué lindo es saber que le importas alguien.
─ ¿Por qué no has venido estos últimos días? ─ Pregunta. Apenada bajo la cabeza. Hablar de eso era vergonzosos. ─ ¿Tu padre otra vez? Qué maldito. ─ Sí, ella sabía de todo lo que ocurria en casa, una vez llena de iré me desahogue y sin querer le conté de todo lo que ahora me arrepiento. Ella corta la ofensiva palabra. La miro interpretando sus palabras, y luego reímos.
─ Pero no hay que preocuparse de eso. Ayer lo enfrenté y dijo que no lo iba hacer más. ─ Sonrió para acabar la conversación.
─ ¿Hacer qué…?
Abortar misión.
─ Profesora creo que me tengo que ir, se acabará la comida. ─ Me suelto de su conversación, pero ella me toma de la mano esta vez más fuerte.
─ Por cierto, la rectora quiere que vayas a psicología después de clases. ─ La miro frunciendo el ceño ¿Cómo es que ellos se enteraron de mis problemas familiares? Claro, aquí la presente le había contado. ─ ¿Lo harás?
─ No. ─ respondí, sólo salí de ahí dejando atrás la plática.
Esquivé frustrada a las personas que pasaban por los pasillos. Por un momento pensé que podría confiarle los secretos a la profesora, pero por fin entendí que no se podía confiar en nadie.
Hice la fila para recoger mi merienda y luego buscar un asiento. Me detuve en seco mientras buscaba un lugar cómodo donde sentarme, no sabía si era yo o realmente estaba delirando. El cabello rubio fue lo primero que vi, aquella misma cabellera que me topé esa noche en las vías del tren. Un escalofrío recorre mi cuerpo lentamente, puedo aún sentir el enojo que me causaron sus palabras sarcásticas. Estaba placidamente sentado hablando con un grupo de chicos a su lado habia una pelirroja que está en mi clase; recuerdo haberla visto en mi clase una que otra vez, se llama Cristine y otros dos chicos a los que no puedo llegar a identificar muy bien, pero uno es de tez morena y a su lado hay una chica con un largo lacio cabello negro. Y para mi mala suerte a unos cuantos pasos está una mesa completamente sola, tal y como me gusta. Tomo aire y camino a paso a rápido, estando a tan solo unos centimetos cerca de ellos aumento el paso hasta llegar a la mesa
Sabes que estás enamorado, cuando ya no sientes un toque frio, sino un toque cálido. Cuando ya no crees que el destino juega en tu contra, sólo te premia. Hace que pienses mucho en esa persona; Todo lo que hace es lo único que gira a tu alrededor, te gusta sentir el cosquilleo en tu estomago cada vez que sus miradas tropiezan, anhelas detener el tiempo cada vez que están junto a esa persona. Cuando te hablan ya no escuchas el eco y las frías palabras, sólo escuchas una hermosa y memorable melodía. Y yo, me había enamorado de una chica. Me enamoré de su linda sonrisa y blancos dientes, de sus hoyuelos en las mejillas cuando algo le causaba mucha gracia, de su sedoso y largo cabello castaño. Me enamoré de su cara sonrojada o su cara de confusión, su amabilidad y gentileza que denotaba cuando caminaba por los pasillos. A tan solo dos metros de distancia, solo utulizando mi imaginación puedo sentir sus labios rosados atravesando los míos, o mi cuerpo hundiéndose en sus delgados
Las clases ya habían terminado por el día de hoy, gracias al cielo, los salones eran tan pequeños que hacia muchisimo calor pero con respecto a las clases habian sido igual que las anteriores, al parecer era la unica que no le gustaba la monotonia lo unico que diferencia este dia con el resto era la tarde ya no se veía igual, hoy estaba brillante, el sol ya no parecía una hoguera apesar que allá adentro hiciese un calor horriblemente espantoso, sus radiantes viajes de luz eran como el manto de una madre. Acomodé mi mochila en mis hombros y mi búsqueda por Ruby empezó. Desafortunadamente no compartia clases con ella, solo de vez en cuenta pero era casi nunca. La tarde pasó más rápida de lo que pensé. Todos salían atraves de la puerta de la escuela, conocia a cada uno de ellos, no me comunicaba con ellos, pero extrañamente los disferenciaba. Busqué a todas horas los chillidos de las amigas de Ruby, realmente eran risas pero parecian chillidos. De tanto buscar no las hallé por
Las suaves manos de Ruby trenzaban mi lacio cabello. Había pasado la mayoría del descanso conmigo. Fue extraño, dejó prácticamente a sus amigas para estar conmigo, yo podía considerarme una desconocida, tan solo habíamos pasado unos días juntas, hablando de nuestros gustos, caminando y conociéndonos. Nunca pasó por mi mente estar en estas circunstancias y menos con ella, una chica a la que todos veían como unahumano imposiblede conquistar y claro que lo era, pero no quitaba lo agradable que era entablar una conversación con ella, podías hablar cualquier tipo de tema, desde el más perturbador hasta el más normal.─ ¿Qué te parece? ─ Puso un espejo que tenía en su bolso para poder ver lo que había hecho en mí.─ Son lindas, ¿Quién te enseñó? ─ Respondí mientras miraba mi trenzado cabello desde varias perspectivas.─ Mi abuela me las hacía cuando iba a clases de gimnasia. Pero falleció y me tocó aprender.La miré buscando en mí u
Los días pasaron, no quería ir a la escuela, sería un infierno estar ahí estaba muy segura de eso, recibiendo de todo tipo de insultos y no quería eso para mí. Tal y como lo dije no fui al colegio por varios días, me sentía sucia por dentro, así que tomé el descanso de unos días más. A unos cuantos pasos de la escuela me preparé mentalmente. Al tener un pie en la entrada todas las miradas se dirigieron a mí. Caminé sin importar qué. Todos aquí eran una b****a al igual que sus máscaras. Todo usamos una, pero este mundo nos obliga hacerlo, las usamos para sentirnos a salvo. No puedo dejar de pensar qué pasaría el día que dejaran de existir las horribles máscaras que hemos creado, y por las que no podemos mostrar lo que realmente somos, como Ruby por ejemplo; hace unos pocos días se encontraba llorando y ahora estaba en los brazos de su novio, como si nada hubiera pasado. Este mundo estaba tan acabado, que necesitamos aceptación para así aceptarnos a nosotros mismos. Es
Sentada en el puf de mi habitación, en un pequeño rincón, al lado de la ventana. Mirando a los niños jugar en un día soleado. Mi mente deambulaba ensimismada mientras veía la hermosa nube negra que se acercaba. Perdiéndome y hundiéndome ante tal oscuridad. Mis pupilas estaban hipnotizadas por su devoción. Los pensamientos aparecen. Siempre veía a las personas disfrutar la vida, como yo lo hacía. Veía a la gente llena de felicidad y con incontrolables emociones, como yo lo hacía. Y ahora, estoy aquí, envuelta en un mar rojo de lágrimas saladas. Varios recuerdos vuelven a reproducirse como una película. La risa de mi madre, el sonido que más miedo me dió olvidar o la voz de mi hermana hablando sin parar. No tardé mucho tiempo en hundirme. El teléfono sonó por toda la casa haciendo que saltara del susto. Me levanté de mi asiento para ir a atender. ─ Buenas tardes, ¿Qué necesita? ─ Pregunté al teléfono mientras me sentaba en un banco que había cerca.
Miraba cada rato mi reloj de mano. Sentía el tiempo infinito. El cielo se estaba oscureciendo y las personas del parque se estaban yendo, solo quedaba yo y unos viejos que jugaban juegos de cartas. Las esperanzas de volver a mi madre eran nulas. Me levanté soltando un bufido. Las maravillas no existían. Rumbo a casa con las calles despobladas, sentí pasos detrás mío. Al principio pensé que era de alguien que vivía cerca e incluso mi imaginación pero luego sentí sus pisadas más cerca. No quería voltearme, estaba nerviosa, estaba asustada. Aumente el paso pero este ser también lo hizo, lo único que mi cabeza sugirió fue echarme a correr. En mi confusión miré atrás. Mi mirada se encontró con un hombre que no había visto antes, alto, esbelto y con una vestimenta de color negro. No pude ver bien el rostro ya que en la gorra que tenía puesta impedía ver sus facciones. Encontré una farmacia la reconocí de inmediato. Estábamos cerca de casa. Miré atrás, agitada. Ya h
Un estrépito fuerte espantó mi sueño. Me desperté al instante del susto, pero una punzada en mi cabeza detuvo mi movimiento. Agarré mi cabeza con fuerza para aliviar el dolor y funcionó. Aún con sueño me arrastre quitando las sábanas de mi cuerpo para ir a ver qué estaba sucediendo. 3:15 am, marcaba la hora en mi teléfono. Solté un bostezó mientras me colocaba mis pantuflas. Caminé hasta la puerta y un golpe mucho más fuerte se escuchó. Apresuré mis pasos. Me estaba empezando a dar escalofríos. Recapitule el sí ayer había cerrado todas las puertas con llave y estaba en lo correcto. Bajando las escaleras con mis brazos enrollados con mi cuerpo para darme un poco calor ya que el frío del clima otoñal estaba haciendo apoderándose de la ciudad. Mi casa no tenía calefacción, padre no se había indignado a colocarlo por lo que sin falta todos los años en estas temporadas mi cuerpo enfermaba. Asomé mi cabeza para poder tener una mejor visión de lo que estaba pasando