Un estrépito fuerte espantó mi sueño. Me desperté al instante del susto, pero una punzada en mi cabeza detuvo mi movimiento. Agarré mi cabeza con fuerza para aliviar el dolor y funcionó. Aún con sueño me arrastre quitando las sábanas de mi cuerpo para ir a ver qué estaba sucediendo.
3:15 am, marcaba la hora en mi teléfono. Solté un bostezó mientras me colocaba mis pantuflas. Caminé hasta la puerta y un golpe mucho más fuerte se escuchó. Apresuré mis pasos. Me estaba empezando a dar escalofríos. Recapitule el sí ayer había cerrado todas las puertas con llave y estaba en lo correcto.
Bajando las escaleras con mis brazos enrollados con mi cuerpo para darme un poco calor ya que el frío del clima otoñal estaba haciendo apoderándose de la ciudad. Mi casa no tenía calefacción, padre no se había indignado a colocarlo por lo que sin falta todos los años en estas temporadas mi cuerpo enfermaba.
Asomé mi cabeza para poder tener una mejor visión de lo que estaba pasando
En dirección a mi casillero con mi fiel acompañante Evan, quien me contaba sus experiencias con los Psicólogos y me distraía un poco. Extrañamente se había dado cuenta que tenía citas continúas con el psicólogo. Había tratado de mantener eso en secreto, pero fue casi imposible porque al parecer el aire hablaba. De hecho, Evan, aunque no me lo dijera, sabía que yo hace tiempo iba al psicólogo sólo que no me lo decía para no hacerme sentir incómoda. Era tan despistado que ciertas veces me insinuaba cosas con los Psicólogos y al darse cuenta de lo que había dicho despistaba la conversación. Según lo que me contaba, él iba al psicólogo por "cuenta propia", ya que le gustaba el apoyo emocional que ofrecían, y estaba en lo correcto. El psicólogo Roger no era un mal hombre, era todo lo contrario, siempre me daba consejos filosóficos de la vida, hasta se interesó en mis gustos y anécdotas. Si hubiera sabido eso hace tiempo, les hubiese rogado a mis padres con más insistencia.<
Si me preguntarán si quiero volver a nacer sería una respuesta rápida y sin siquiera pensarlo: No. Nadie sabía que crecer se iba a volver difícil, nada nos prepara para el dolor, ni aunque lo supiéramos tiempo atrás. Nos damos cuenta de la situación finalmente llegando a la adolescencia. Caemos en cuenta que todo lo que vemos en la televisión es sólo una fantasía incrédula. De cierta forma es una moralidad por parte de las empresas que nos muestran los sueños de una manera audiovisual, sin embargo, al no lograrlo nos llaman fracasados. Cuánto detesto pensar en aquella vez, ese recuerdo o sentimiento del desplante de mi madre en el parque, ver variadas veces la vista de los viejos que jugaban ajedrez en una esquina mirándome a ver si estaba perdida. Era una situación muy vergonzosa. Hacerte una ilusión y sentir la presión en el pecho al saber la verdad. Y había formado una teoría al respecto, era una bastante ridícula pero sensata para lo que había pasado. Los
─ ¿Ambrous? ¿Pero qué haces? ─ Él entró rápidamente acercándose a mí procesando todo lo que había hecho. Lo miré sin expresión alguna, con él ya no existía la vergüenza. Evan tomó mi mano llevando la muñeca a su boca, pude sentir su lengua rozar con mi piel y la succión que hizo que tan solo sentí un leve ardor. ─ ¿Qué haces? Eso es asqueroso ─ Le pregunté al instante con un gesto repulsivo. ─ Debería estar haciendo esa pregunta yo. ─ Respondió. Se veía enojado. ─ ¿No es obvio? ─ Respondí de defensa. ─ ¡Joder, Ambrosía! ─ Le escuché decir. Primera vez que lo escuchaba decir mi nombre completo en forma imperativa y fue raro pero bonito al mismo tiempo. Me gustaba como sonaba mi nombre en su voz. ─ Te estás matando, te has podido coger alguna vena y algo peor. Yo sólo miraba la muñeca en el reflejo del espejo. De alguna u otra manera la automutilación había servido, mis segundos más críticos los había calmado. Nos quedamos unos s
Tenía dos opciones; tirarme del carro mientras andaba o amputarme las muñecas con una navaja. La primera opción sonaba menos dolorosa. Me dirigía hacia la escuela con mi padre al lado. Él, como de costumbre, tenía su cara seria y muchísimo más hoy que iría a la escuela, acción que no le gusta hacer. Sabía que no había hecho bien en contarle sobre mi familia al Señor Roger. Es su deber saber la vida de sus pacientes, pero mi caso es muy diferente. El Sr. Roger me había pedido permiso para conocer a mi padre y como todo el mundo me preguntó que si tenía madre u otro familiar que no fuera mi papá. Y respondiendo a su pregunta sin problema, acepté, pero estando en casa con mi padre al frente para sólo hacerle una simple pregunta. Estando consciente caí en cuenta de todas las acciones negativas que podía hacer al enterarse que su hija le había desobedecido. No se me hizo extraño y mucho menos misteriosos el que mi papá no le gustara que yo hablara con pers
Me senté en la sala de espera, en donde solo se escuchaba el tecleo del computador que ocupada chica y las agujas del reloj que se encontraba la pared. Molestaba las heridas de mis manos y de vez en cuando quitaba el esmalte de mis uñas. Tenía un azul claro. Se aproximaba Halloween, tenía que ir con la época. Mi padre salió del consultorio. Su rostro no estaba tan tenso como al principio. Yo me levanté de mi asiento para salir, dentro de poco las clases empezaban. ─ Muchas gracias por su tiempo. ─ Dijo el Sr. Roger despidiéndose de mi padre. Él no dijo nada sólo un asentimiento de cabeza y era todo. ─ Ambrosia, vámonos. – Ordenó mi padre mientras caminaba hacia la salida. ─ Tengo clases. ─ Respondí. ─ Ya di una orden. Vámonos. ─ Sr. Bridgers lo mejor seria que Ambrosia se quede. Está en su horario de clase y la semana pasada fue exámenes por lo que esta será retroalimentación. ─ Escuche la voz del Sr. Roger. ─ Com
25 DE OCTUBRE DEL 2015. Un día antes había llovido por lo que las calles estaban húmedas y el clima era frío. Era un 25 de octubre y mi amiga Alice, junto a mí cumplíamos el mismo día, sólo que yo era unas horas mayor que ella. Lastimosamente no habíamos disfrutado un cumpleaños en fin de semana por lo que ese día caía martes. Como de costumbre me levanté para ir a la escuela. Mi madre me hizo un rico desayuno, mi hermana me hizo una carta y mi padre me abrazó y me felicitó como siempre. No recuerdo mi padre tan afectivo. Sería raro si lo fuera. Salí de casa y justamente mi transporte llegaba. En ese tiempo estudiaba en una escuela que quedaba bastante lejos casa. Alice y yo nos encontrábamos en el camino, porque también vivía a unos minutos de casa. Alice y yo nos conocimos gracias a nuestros padres, el papá de ella era colega del mío y su madre se había vuelto bastante cercana a la mía, desde ese entonces celebrábamos todos los festejos jun
Las calles al estar mojadas y el bus por tener un mal mantenimiento en sus frenos sufrimos un accidente volcándonos y formando un caos en la carretera. Todo mi cuerpo dolía cada movimiento mortificaba mi cuerpo. Mi cabeza había tenido un gran impacto con el suelo que todo lo veía borroso y de esta salía sangré por el golpe. Me presioné la cabeza con mi mano para calmar el dolor cerrando los ojos con fuerza. Todo mi alrededor era confuso. Había muchas personas colgando de sus asientos, personas envueltas de sangre. Me espanté al instante y quise buscar a Alice. Ella no podía morir, no hoy. Quise levantarme y quitar algunos cuerpos que se encontraban encima de mí, pero uno de mis brazos, el derecho, estaba roto y mis costillas me dolían. Como pude me levanté, pero no sabía para donde ir. La salida y entrada del autobús estaban hechos pedazos, sólo existían las ventanas, pero mi cuerpo no cabía ahí, eran muy pequeñas aparte se asomaban trozos de vidrios que podí
25 DE OCTUBRE DEL 2021. Me desperté como de costumbré. Ya no necesitaba un despertador para levantarme a tiempo. Hoy había sido peculiar, los gritos de papá no me habían despertado. Él tenía la costumbre de gritar muchísimo antes que mi despertador sonara, pero hoy no había sido así. Tomé mi teléfono para apagar el despertador y la notificación de “Feliz cumpleaños Ambrosía” se vio al prender el teléfono. G****e me estaba felicitando. ─ ¡Feliz Cumpleaños Ambrousita! ─ Me abracé a mí misma acariciando mis brazos. No odio mi cumpleaños, pero tampoco es que ame mi cumpleaños. Superé la muerte de Alice, pero quedaron ciertos indicios conmigo. Al darme un brazo o un “Feliz cumpleaños” sólo malos recuerdos vienen hacia a mí, por tanto, el día que llega la fecha simplemente malas memorias se acercan y hacen que me desagrade ese día. De igual forma, ¿Merezco ser felicitado sólo por existir? ¿Y el resto del año qué? Según tu cumpleaños