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C A P I T U L O ( 1 )

Cuando estamos en primaria nos preguntan: ¿En dónde nos vemos dentro de 20 años? Algunos responden que siendo bomberos, otros policías, las niñas soñadoras hadas, los estudiosos doctores, mientras que los insensatos, un simple y delicado no sé. 

Desde que tengo memoria recuerdo que era soñadora. Deseaba estar dentro en una pista, cantando, saltando y gozando de mi público, componiendo canciones, mis emociones. Me gusta cantar, pero al mismo tiempo mi tono de voz es un espanto, es casi un hecho que si intento hacer un altibajo muchos quedarian sordos. Pero ahora pienso ¿Qué seré dentro de 20 años? ¿Una mucama? O ¿Un cuerpo putrefacto?

Desde hace días, tenía esa incógnita en mi cabeza cada vez que me levantaba para servirle la comida a mi padre y a sus antiestresantes, así les llamaba a las mujeres que papá tenía como costumbre traer cada semana. Podría llamarlas zorras, putas, pero era algo poco cortez de mi parte nombrarlas de esa manera, tal vez solo eran mujeres que querian tener una noche de diversión con cualquier tipo que encontraran por ahí. Cada humano es libre de desperdiciar su tiempo y disfrutar su vida sexual con quien le plazca. 

Miré el reloj que se encontraba en la pared del frente de la cocina; marcaba 12:32 p.m. Dentro de menos de treinta minutos empezaban las clases. No es que me importase mucho el estudio, hay cosas en las que no estoy de acuerdo pero era un posible escape para salir de mi hoyo.

Me apresuré tratando de tener un perfecto orden. Mi padre odiaba que hiciese las cosas con apuro y más si él lo notaba. Era un poco estricto con todo el orden de la casa, era un hombre muy maniatico. Ni si quiera sé como mamá logró enamorarse de él. A lo mejor papá cambio y en sus tiempos era un hombre con muchos atributos. 

Esa mañana mi padre y su pareja del momento, se encontraban en su habitación, acurrucados, apreciando el cómodo clima que nos regalaba el día, cosa que queria hacer pero no podia. Con mis dos platos en mano porque no habia encontrado una tabla para colocar los platos y todo fuese menos complicado. Subí las escaleras intentando tener un equilibrio estable para no hacer un caos y provocar un lío. La mañana estaba muy linda como para regaños de Papá. Toqué la puerta con lo único que tenía libre, mi pie derecho. Por lo menos equilibrio tenia. 

Escuché del otro lado una voz femenina atendiendo a mi llamado con un "pase". Como pude cogí el pomo de la puerta y la abrí llevándome una sorpresa. Por lo general papá siempre traía mujeres jóvenes, rubias y morenas con características maduras a la cama, pero esta vez era una chiquilla tan solo unos años mayor que yo, era pálida con un estilo gótico, guiándonos por su cabellera que era un azul eléctrico. Buqué por mi cabeza si la habia visto en mi escuela, era muy joven para tener relaciones sexuales con mi padre. 

Verla ahí, en la cama, tapando su desnudes con las sabanas, me causo cierto pesar, tenia mi edad, deberia estar riendo con amigos, disfrutando, pero quizas no aparentaba como su edad y era muchisimos más mayor. 

Si crees que este hombre hará que tengas una vida color de rosas estas equivocada. Huye. 

Me acerqué a ellos para entregarles en desayuno. Edward, mi padre extendió su mano para recibir su comida y bebida, mientras que su pareja reparaba el desayuno, fue complejo adivinar su expresión, si de asco o impresión. Era consciente que no era experta en la cocina, apenas y sé seguir los tutoriales de youtube. No sé hacer exelentes platillos pero me defiendo. 

Terminé de atender a papá y fui dónde su compañía, pero como estaba del otro lado tenía que pasar por un basurero lleno de ropa interior, zapatos y demás suciedades. Eso era lo más injusto, papá se hacia ver muy "pulcro" pero su habitación era un antonimo a su adjetivo. Por suerte mi padre no dejaba que organizara su habitación, no le gustara que tocaran sus cosas. Me causaba curiosidad saber qué tenia adentro, pero al mismon tiempo habia calma porque no quería traumarme con lo que podia encontrar adentro. 

A veces pensaba que era un imán para atraer la mala suerte, era como atraer problemas cada mili segundo que pasaba en la faz en la tierra. Era un mal don.

Tropecé con un zapato haciendo que la chocolatada junto a el vaso de vidrio se cayera. La bebida se regó por las sábanas blancas y en el pijama de la muchacha, pero el vaso estalló contra el suelo formando diminutos trozos de vidrio. La peli azul se echó para atrás dando un pequeño salto y chillido.

Abrí los ojos de la impresión viendo la mancha café que se formaba en el alcolchado. Mi padre al igual saltó de la cama para ver todo el espectaculo y humillarme desde otra perspectiva. Dejó su plato a un lado viendo el desastre que sin querer había formado.

─ ¿¡Acaso eres estúpida!? ─ Me gritó protegiendo a la chica haciendo que se levantara y se colocara a su lado. La muchacha que no sé cual es su nombre, se colocó detras de él pensando que yo le haría daño. ─ ¡¿Qué no me oyes?! ¡Te pregunté que si eres estúpida! ─ Lo miré y se acercó quedando a pocos metros de mí.

─ Y-Yo lo-siento sólo fue un acci-cidente... ─ Traté de decir pero del susto ni una palabra queria salir. Todo iba de mal en peeor. 

Mi padre se acercó a mí con la furia en sus ojos. Por algún momento pensé que se acercaría con compresión, me diria que cuidado con el vidrio y que él se encargaria de eso, pero realmente todo habia sido una ilusión. Me cogió del cabello arrastrándome hasta la salida. Me aventó hacia la pared que estaba enfrente, por suerte pude colocar mis brazos para taparme del golpe. No h**o golpes graves.

─ Janneth, quítate la pijama ¡Ahora! ─ La muchacha con miedo cumplió su orden. ─ Quiero ver tu desastre limpio, antes de que llegue la noche. ─ Y con eso me tiró el trapo en la cara.

─ ¿Qué? ¿Pero...y la escuela? ─ Papá me miró reparando mi cuerpo y con asco azotó la puerta contra mi cara.

No era la primera vez que mi padre se transformaba de un hombre bueno y generoso a uno malévolo e imbécil. Algunas veces me preguntaba ¿cómo él podía conquistar a tantas mujeres, siendo un hombre asqueroso? Pero esa pregunta tuvo una respuesta una vez mientras yo hacia los quehaceres, él junto a unas de las tantas mujeres que había traído se encontraban sentados en la sala viendo una película; Fue como si hubiesen cambiado a mi padre por uno más cariñoso y atento. Claro, ahí comprendí todo, las llenaba de atención y regalos para luego aprovecharse de ellas teniendo sexo y mas tarde desecharlas.

Fui a mi cuarto para tomar mis drogas para calmaban la ansiedad. Realemnte no era algo que calmara la ansiedad pero podia funcionar como tal. Busqué por toda mi habitación hasta que las hallé en mi caja de pastillas. Cogí el tarro y afirmando lo de mi mala suerte en la botella no había absolutamente nada.

Me senté en la cama frustrada intentando cambiar mi furia y tristeza. Cuando era pequeña me diagnosticaron ansiedad aguda, me llevaron hacia una amiga psicóloga, me recetó unas pastillas y desde la primera vez que las probé dependo de ellas.

1... 2...3...

Pensé que haciendo esto calmaría mi situación, así como hacían en las películas, cuándo la protagonista está en un trance en donde se cree que es imposible de salir. Pero lo hice y funcionó.

Me levanté de la cama rapidamente, tenia poco tiempo.

Me levanté de la cama con apuro para alistarme, no tardé mucho en hacerlo. Me coloqué la misma ropa de siempre. Mi padre la mayoría de las veces sólo me compraba lo necesario, por ende no tenía mucha ropa. Un suéter masculino blanco, una falda holgada morada hasta las rodillas y mis Converse negras, salí de ahí sin antes olvidar mi chaqueta.

La escuela no quedaba tan lejos, pero sí era cansado llegar y más si estabas de apuros y con una maqueta en manos. A unos cuantos pasos de la escuela salió el Sr. Robinson con una cara de pocos amigos.

─ ¡Sr. Robinson! ¡Por favor déjenme entrar! Esta será la última vez. Le doy mi palabra. ─ Grité para llamar su atención.

Supliqué. Era consciente que esta no era la primera vez que llegaba tarde a la escuela, pero no era mi culpa, yo era la única mujer en mi casa en hacer los quehaceres, no tenía ningún tipo de ayuda.

─ Srita. Bridgers, buenas noches. ─ El director notó mi intención y saludó con soberbia reparando mi cuerpo.

Intenté explicarle, pero era casi imposible hacerlo entrar en razón.

─ Entiendo, entiendo. Pero no tengo ninguna excusa de parte de algún familiar. Ya va casi una semana que no asiste a sus clases. Los profesores han llamado a su padre, pero no dan respuesta alguna. No le prohibiré que entre, pero necesito la firma de su padre o madre en este papel.

Me entregó un papel y cerró la puerta sin más. El papel era parecido a un acta en donde daba a entender que mis padres estaban al pendiente de mí.

Con rabia tiré mi maqueta dándole patas rompiendo todas las fichas. Miré la maqueta ya destruida con odio. Estaba tan frustrada de que todo lo que hacía saliera mal, todo lo que tocaba lo destruía poco a poco, todo lo que pensaba pasaba y mis fuerzas se desmoronaban.

Pensé en la profesora, a la que tenía que entregarle este trabajo, la profesora Jennifer Lee. Ella era la mejor profesora que me había tocado en años, era amable, de esas profesoras que hacía que amaras la materia. Pensé que si la convencía me diera una segunda oportunidad.

─ M****a, m****a, m****a... ─ Me acerque a la catástrofe que había creado intentando volverla a construir, aunque fuese ya trizas.

Resignada fui a un parque cercano. Donde los novios expresaban todo su amor, las familias caminaban presumiendo su hermosa estabilidad y sus hijos saltando, emanando su felicidad. Yo veía todo a mi alrededor imaginando que todo lo que pasaba no era malo, había excepciones con las que podría soñar y en las que en un futuro podría tener.

Después de un rato, ya acercándose la esperada noche las personas empezaron a desaparecer. El estómago me crujía. Desde esa mañana mi estómago no había probado absolutamente nada.

Ya era hora de irse a casa.

Me levanté sacudiendo mi cuerpo para irme. Ya era tarde. El cielo se veía hermoso. El naranja resaltaba por todos lados combinado con un color rosa, ya no era el cielo azul aburrido que veíamos todos los días.

Las calles para ir a mi casa extrañamente estaban solas, ya no estaban los trabajadores que comúnmente pasaban por allí ya sea para ir o venir de su sustento.

Llegué a mi casa y saqué las llaves para adentrarme en esta. Al estar adentro me encontré con una cara furiosa de mi padre frustrado en el sillón verde claro con decoraciones de flores en la sala, su pareja estaba en la cocina hidratándose. Se me hizo muy raro que ella estuviese a esta hora en la casa, era algo peculiar, ya que mi papá las echaba antes de llegar la noche.

Él se levantó de su asiento denotando imponencia.

─ ¿Dónde estabas? ─ Preguntó a poca distancia de mí. La chica admiraba todo el espectáculo.

─ En la escuela.

─ ¡¿Acaso te ordené que fueras?! ─ Gritó tan fuerte que unas cuantas gotas de saliva chocaron en mi rostro.

─ no sé qué fue...

Él se río con incredulidad hasta que se calló y con firmeza se acercó a mí, con una rapidez cogió mi brazo llevándome a lo que parecía el bañó, su toque había sido tan fuerte que su mano había marcado en mí. Me arrojó hacia la ducha golpeando fuerte mi codo.

─ Esta mañana te dije que lavaras el suéter de Janneth. ─ Seguido me lo tiró. ─ Y recogieras el desastre que hiciste allá arriba.

─ Lo siento, yo-yo...

─ Y-yo-yo ─ Imitó mi voz. ─ Cállate y lava de una p**a vez. ─ Y con la misma furia se fue.

Unas lágrimas rodaron por mis ojos. Cogí el jabón que estaba a mi lado y empecé a restregar. Estaba exhausta, por mi idiotez, por el Imbécil de mi padre, por la soplona de Janneth, por el canoso del Dir. Robinson. Restregué más y más duro el trapo haciendo que mis manos ardieran y mi corazón doliera.

Hice todo lo que mi padre me mandó a hacer, terminé horas después. La  La mancha había pasado tanto tiempo impregnada en la superficie que estaba casi adherida a las sabanas y a el suéter de la chica. Dejé las cosas así, mis brazos estaban cansados de tanto esfuerzo y la punta de mi dedo ardía ya que sin querer toqué un vidrio y me corté.

Acostada en la cama, resignada de la realidad unas ganas de llorar me atacaron. Aquellas lágrimas que había tenido atoradas desde que se fue mi madre, no me había permitido sentir debilidad en mí, era el sentimiento más pobre que uno como persona posee. Cuando estás débil, sientes que todo se viene abajo, todo cae contra ti, tus sueños y metas se desmoronan, no tienes una ayuda para volverlas a construir.

Me cogí de los cabellos frustrada, sólo quería irme y no saber más sobre vivir. Estaba cansada y sólo quería desaparecer. Me levanté de mi cama en un momento de conciencia. Quería respirar aire puro, un aire sin obligaciones frustradas donde podías andar sin pensar en un mañana.

Cruzando la puerta mi padre, me llamó, pero lo ignoré hasta tal punto que salió corriendo detrás mío, pero alcancé a escapar de él. Cuando lo perdí de vista y viceversa sólo dejé que la luna me guiara.

Llegué hasta un puente, sabía exactamente cuál era, lo recuerdo. Estaba con mi amiga Alice. Caminábamos por aquí mientras comíamos helado que se nos derretía en toda la mano, hablábamos sobre nuestras series animadas o temas extraños de conversación que solíamos tener.

Me detuve en esa vista, la brisa chocaba con mi cabello, el frío aumentaba cada vez en la noche se acercaba. Me acerqué a él barandal colocando mis manos en ellas, cerré los ojos para tener una mejor sensación del momento. 

Me pregunto cuándo será mi turno ¿Cuándo seré feliz? cuándo será el día que miraré a mi alrededor y no sentiré envidia por la alegría que sienten las personas. Estoy cansada de sobrevivir y no de vivir, ¿Que se sentirá sentirte amada?¿Cuándo podré disfrutar mi calma? ¿Cuándo podré sentir ese cosquilleo que te rebasa de felicidad? ¿Cuándo podré sentir que merezco vivir? Cada día me levantó e intentó dar lo mejor de mí, pero fallo y todo va rumbo a bajo, ¿Cuándo será mi turno?. 

Me sujute a mi misma para no dejarme caer en la oscuridad de mi ser y en la tristeza que cada vez aumentaba mas en mi vida. Me sujete sola, porque si no lo hacia nadie lo haria por mi. El prblema es que los lazos se estan fatigando y mi cuerpo cada vez se va acabando. 

Yo estaba lista para arriesgarlo todo. Estaba decidida a cambiar mi vida dando un gran paso. Sabia que iba a doler el choque de mi cuerpo con el del tren pero solo seria unos segundos. 

Crucé del otro lado del barandal, estaba segura de mi decisión. El tren se acercaba a paso rápido como solía hacerlo, las luces delanteras alumbraban por su alrededor, esto sólo era de cálculo. Pero hasta que él me interrumpió:

─ ¿En serio crees que el tren alcanzará a coger tu cuerpo? ─ Preguntó con voz sarcástica con su cuerpo apoyado en el barandal y un porro en sus dedos.

Suspiré concentrándome. Realmente tenía miedo, pero necesitaba acabar con todo esto. El tren estaba mucho más cerca, mi respiración empezó a agitarse. Ya a pocos metros decidí soltarme, pero con él estando ahí fue difícil concentrarme.

─ Diría que hay cierta probabilidad que lo haga, pero dolerá.

El tren se pasó.

─ Idiota.

Susurré enojada y frustrada esa era mi única escapatoria. Me pasé a el otro lado del barandal e hice lo que nunca pensé hacer, mirarlo, chocarme con sus grandes ojos negros, cabellera rubia y piel de porcelana. Pasé a un lado de él sin darle mucha importancia.

Y así fue como todo terminó o tal vez era donde todo comenzaba.

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