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EDGARD

Vi que bajaba la cabeza y me contaba a versión de la historia que yo había escuchado ya de los labios de la señorita Brandon, pero pude ver por el agua que el pulso le temblaba y que el sonrojo se desvanecía solo por momentos, miré su pulso y me quedé admirando la longitud de su cuello, la piel que lo cubría era muy bonita y le concedía cierto aire de reina, no sé porque pensé eso pero cuando ella me miró y se dio cuenta de donde estaba mi mirada, bajó su cabeza para que mis ojos la miraran a ella, a su cara.

— Es suficiente… — dijo lentamente.

Dejé de mirarla súbitamente consciente de que no le agradaba que lo hiciera más bien le transmití algo que venía pensando desde hacia tiempo.

—Me parece bien que quiera dar la cara… — la consideraba valiente, era cierto.

—Soy solo una cobarde que tiene que comprar compañía — dijo ella como si se sintiera mal consigo misma.

—Aun así creo que ha pasado muy poco tiempo desde su ruptura algo que debió ser difícil para usted

Ella tragó y dijo:

—Si… pero… quiero demostrar que no soy… lo que en realidad soy… una ardida vengativa y tonta — dijo aun mas resentida que antes, pensé en ella y su vida y solo pude decir para consolarla un poco.

—Las mujeres son especiales, cada una a su manera, estoy seguro de que algún día ese Michael se va a dar cuenta

—No lo creo así, después de todo me dejó. Mi hermana es una mujer muy guapa, es rubia y es el sueño de cualquier hombre — paró en ese momento y supe que le era más doloroso y odioso hablar de su hermana, definitivamente supe que la odiaba por quitarle el novio y luego empezó a hablar más firmemente, de repente me sentí como si estuviera en el colegio y la maestra estuviera dictando la lección — Sé que te gustara pero debes hacer un esfuerzo, por mi… se supone que te llevo para que me ames, no para que actúes de viejo verde mirando a otras y menos a ella.

La miré a los ojos preguntándome si tenía tan poca confianza en sí misma como lo parecía y deduje que tenía razón, su autoestima debía estar por los suelos, empezó a hablarme de cómo se suponía que nos habíamos conocido y de lo que iba a ser nuestra relación ante su madre, la escuché a medias pero ya tendría oportunidad de preguntarle otra vez.

En al auto procuré no mirarla o al menos no mientras ella lo notase, me había sentado con ella en la parte de atrás, disimuló bien la tercera vez que mi mirada se encontró con la de ella, clavada sin razón en la mano que apoyaba en mi pierna, donde tenía un anillo de oro con un grabado. Me lo había dado mi madre antes de morir usando las palabras — Dáselo a la persona que logre robarte el corazón, como un símbolo de amor —. Hasta ahora no había encontrado a nadie y dudaba mucho que lo fuera a hacer al menos pronto.

Finalmente entre mirada va y viene llegamos al aeropuerto y me di cuenta en cuanto bajamos que Marianne se iba rápidamente junto con el hombre que cargaba las maletas. Se había alejado de mi como si yo le diera miedo, y era una sensación extraña ya que yo solía producir otro tipo de — sensaciones — en las de su género. La miré alejarse y me pregunté que clase de vida había llevado. Seguramente había crecido en un colegio de monjas o algo así. Tenía la espalda rígida como si llevara un palo de escoba atado a ella, y la verdad había inseguridad en su manera de caminar. Eso ya lo había visto antes,claro, pero pensé en que nadie que la viera tan alejada de mi pensaría siquiera en que compartimos una relación si ella parecía querer huir del que era su novio, su hermana tendría un motivo más para burlarse de ella si descubría la verdad. Al ser consciente de eso me molesto sobremanera la — molestia — que sentí en ese momento. Era casi una sensación de lastima por aquella mujercita. Seguramente había sido duro que la dejaran plantada así tan de repente. A mí nunca me había pasado, eso de ser rechazado, si era sincero, pero creí entender cómo se sentía, en fin ya tendría tiempo de explicarle todo lo que debía hacer.

Cuando tuvimos los tiquetes entramos a la sala de espera y nos sentamos como siempre lo más alejado del otro en la misma silla, cuando la miré para interrogarla vi que tenia la mirada fija al frente y que luego como si lo que viera la dejara ciega, cogió rápida y vorazmente una revista de la mesita del lado y la plantó sobre su rostro de revés. Miré en la dirección que ella acababa de dejar y vi acaramelados a la señorita Brandon y a su novio y caí en cuenta del porque de la actitud de Marianne Cooper. Debía estar rememorando los momentos que había vivido con su querido novio. Si, le era difícil, definitivamente difícil, debía hacerlo llevadero pero se notaba que sufría más de lo que aparentaba, como pensé antes iba a ser difícil hacer creíble lo nuestro si ella continuaba con esa actitud, vi por la forma de sus blancos nudillos que aferraba con fuerza los bordes de la revista en un intento vano de autocompasión, pero dudaba mucho que leyera al revés a menos que se tratara de un crucigrama cosa que una revista de modas no ofrecía.

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