EDGARDCuando llegamos sentí que Marianne se removía en mis brazos. Ya se había despertado. Cuando se levantó y me miró vi que tenía las mejillas sonrosadas y los ojos chicos de sueño, se puso a arreglarse los cabellos, cada uno de los cuales se hallaba fuera del lugar. Sí que se movía cuando dormía, y murmuraba cosas, durante un buen rato, estuve intentando descifrar sus murmullos, pero todos ellos carecían de sentido para mí, pero me descubrí, mientras dormía, atento a cada uno de ellos para intentar decodificar algo de su extraña y sencilla personalidad. Siguió arreglándose sus cabellos, estuve pendiente de cada movimiento, incluso me di cuenta cuando se metió una goma de mascar en la boca y siguió mirando la ventana, luego me volvió a mirar, pero esta vez con una sonrisita en la cara. Estaba nerviosa era evidente.Me miró por un momento como si no creyera lo que veía y luego como siguió distraída me decidí a abrochar su cinturón ya que ella no parecía dispuesta a hacerlo y ahí est
EDGARDAmanda oprimió el timbre y nos salió a recibir una mujer de edad con un vestido de niña, algo que no iba para nada con la longevidad que aparentaba. No supe porque pero en seguida me cayó mal, a pesar de no conocerla. Había en su mirada una segunda intención de buscar detalles que me sentí como alguien a quien meten en una máquina de rayos x para buscar la enfermedad. Vaya mujer desagradable.Saludó a Amanda y vio que tenia de la mano a Jason pero se notaba que encontraba algo reprobable en esa relación. Yo no sabía por qué ni me interesaba averiguarlo, la única percepción que tenía era del cariño que había entre esos dos tórtolos.La mujer saludó a Marianne y luego se volvió a mi cuando hicieron las presentaciones. A desgana compuse mi mejor sonrisa y tenía mi mano para besar la suya.—Mucho gusto, señora. Me llamo Edgard Barrington, soy el novio de su hija, y me encantaría tener su bendición para nuestro noviazgo — Esperaba que tuviera claro a quien quería cortejar. La conqui
MARIANNEMi madre nos indicó precisamente la habitación que yo tenía cuando estaba aquí. Seguramente mi papi había dispuesto que nada debía ser movido de el sitio, pero cuando entré me di cuenta que ni siquiera esa pequeña voluntad había sido cumplida por la vasta de mi hermanastra, mis cortinas rosadas no estaban. En cambio estaban las verdes catarro de Jessenia, afortunadamente no se había robado también el papel tapiz de las paredes. Suspiré y seguí empujando mi maleta sintiendo a Edgard cerca de mí.Cuando me di la vuelta para encarar a mi madre me tropecé y me caí al piso de trasero, sentí que mi cara se ponía roja y maldije en voz baja. Me levanté rápidamente y vi que Edgard miraba el cartel de la película de Romeo + Julieta que tenía en uno de los lados del floreado papel tapiz.Sonrió de lado y sentí vergüenza de mi época romántica, esa que ahora yacía muerta en algún fondo de mi alma con todas mis esperanzas de progreso en ese ámbito.—Espero que disfruten la estancia, me ret
MARIANNE—Si… puede que sea cierto… pero eso es privado… yo no debería — huí de su mirada deliberadamente. Se inclinó peligrosamente sobre mí y me obligué a retroceder por su cercanía, pero también a mirar su mentón y luego a sus ojos llenos de un extraño fuego.—Nadie te va a creer si haces eso, cariño — otra vez ese apelativo, sonaba bien… y me hacia vibrar — cariño —. Esa palabra sonó tan dulce en sus labios que me obligó a reaccionar, pero sabía que estaba mal, y aunque lo sabia no quería detenerme, me dio una especie de valor que nunca había tenido, algo que ni siquiera sabía que viviera dentro de mi cuerpo.—Enséñame… — le dije en un murmullo ronco sin poder apartar la mirada de sus ojos, aquello se me estaba saliendo de las manos y yo como una idiota solo quería dejarlo correr, mi feminidad escondida salió a flote, escogió justo ese momento, cuando lo tenía semidesnudo frente a mí y con aquella mirada en sus potentes ojos.Sin darme tregua me haló bruscamente del brazo y me apr
EDGARDLa madre de Marianne nos indicó el camino que debíamos tomar. Aun percibí a Marianne nerviosa y contrariada por la decisión de su madre. No podía decir que me daba igual porque, desgraciadamente, y presentía que sería así, con Marianne ya nada me iba a dar igual, al menos no desde que tenía su olor grabado en mi mente.Tomé las maletas y las seguí. Era una casa espaciosa debía admitir que incluso parecía hogareña, pero sabía que no era lo que Marianne había dicho, no era hogareña en absoluto.Cuando entramos a la habitación el rosa de sus paredes reveló que esa era la habitación de Marianne. Era espaciosa y ordenada, aunque las cortinas verdes no encajaban del todo con el tapizado, escuché un tropezón y cuando me di la vuelta y vi que Marianne se había caído y se estaba poniendo de pie refunfuñando. Miré hacia otra parte de la habitación riendo un poco por su torpeza, vi que cerca de una de las esquinas de la pared había un poster de la película de Romeo + Julieta. Detrás de mi
EDGARDElla se puso de pie y se fue hacia la cama, yo cogí la toalla que había sobre una silla y me la puse al rededor de la cintura. Me acerqué, el temblor aun no se había ido de su cuerpo.—No esperaras que esté tranquila cuando acabo de ver tus… partes… — Una carcajada mental gritó en mi mente, nadie empleaba ese nombre para los órganos genitales, al menos que se tratara de la hermana de un convento o de una niña, pero lo hacia la mujer que tenía en frente. Me acerqué más a ella dominado en ese momento por algo que iba más allá de toda razón, algo que desconocía totalmente. Su atractiva inocencia.—Se supone que nos acostamos juntos — varias imágenes cruzaron por mi cabeza en ese momento, en cuanto dije esto su mirada horrorizada se levantó recorriendo lentamente mi torso.—Si… — apartó la mirada — puede que sea cierto… pero es privado… yo no debería… Me incliné más hasta que sentí su familiar olor a frutos rojos, ella retrocedió instintivamente y me vi obligado a decirle:— Nadie
MARIANNEBajé las escaleras intentando arreglar mi aspecto, no tenía un espejo a la mano. Intenté arreglar mis cabellos pero eran caso perdido, igual conocía a mi padre, a diferencia de mi madre él no hacía preguntas estúpidas. Cuando llegué al final de la escalera lo vi de pie con los brazos abiertos, prestos para recibirme. Me olvide por un momento de todo y me lancé a ellos y al calor paternal que emanaban. Definitivamente era un bienestar para mi alma. Estuvimos así varios minutos hasta que él me soltó y me acarició el cabello.—Siento mucho todo esto Marianne, sé que no debe ser cómodo para ti, traté de evitarlo pero ya conoces a tu madre —No te preocupes papi, todo está bien, estoy con Edgard ahora — sentí que la voz me tembló cuando pronuncié su nombre, espere que mi papi no lo hubiera notado.—¿Tienes novio? ¿Y porque no lo sabía? —Nos conocimos hace poco, papa, lo siento —Ahora no importa — sonrió — estoy seguro de que te protegerá de esa arpía Se estaba refiriendo a Jess
MARIANNECuando entre allí vi el vestido que Amanda había dejado en la cama extendido, era de un hermoso azul, inevitablemente mi memoria volvió hacia el pasado, a los días en que compartía fiestas de estas con Michael, recordaba la manera en que me arreglaba para el esperando que me encontrara atractiva, y como yo, aunque pretendía no hacer caso de ello, veía como su mirada se perdía en los cuerpos de las demás, menos en el mío. Cerré los ojos y me desvestí sin prisa, por mí me hubiera quedado metida en la ducha caliente y hubiera echado raíces allí. Me bañé lentamente, pero al tibio chorro de agua se sumaron mis lágrimas de desesperación. Cuan tonta había sido al creer que Michael había sentido algo por mi… me dolía bastante pero… el agua súbitamente se enfrió un poco y esto me obligó a reaccionar un poco. Salí del baño y me sequé, sin ánimos me puse el vestido y a pesar de que me sentía bien y sentía que se me veía bien no lo estaba disfrutando como debería, me pregunté si mi alma