CAPÍTULO 86

Laura agotó su energía al cabo de un rato, entró en un estado catatónico, incapaz de moverse, hablar o incluso pensar. Tras el ataque de histeria que tuvo al ver a David entrar al local y dirigirse a Ángela, se desconectó de la realidad, hasta el punto en que no se percató del momento en que su esposo se marchó del lugar y el café cerró acabando su turno nocturno.

Cuando por fin volvió en sí, los autos estacionados en torno a la cuadra se habían marchado, siendo reemplazados por los de la gente que se dirigía a los bares y discotecas que se encontraban en la zona: al fin y al cabo, en una ciudad como aquella, que dormía poco y con una activa vida nocturna, salir de fiesta un jueves por la noche era casi una tradición.

La pelirroja observó el reloj de su móvil, la medianoche había llegado y ella no sabía en dónde estaba David ni con quien.

Su cabeza se llenó de imágenes, su imaginación desbocada la torturó durante unos intensos minutos en los que Ángela y su esposo se revolcaban apasio
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