CAPÍTULO 89

Ángela abrió los ojos sintiéndose mareada, somnolienta y desorientada. No conseguía hilar dos pensamientos de forma coherente, parecía que su cuerpo se hundía en el colchón por un peso invisible, incluso abrir la boca para hablar era una tarea titánica.

―Está bien, Angie ―escuchó una voz que pensó era parte de un sueño―. Está bien, estás a salvo.

Cerró los ojos de nuevo, pensando que todo era eso, un sueño, y que si tenía algo de suerte, al despertar, estaría en su casa, y David no iba a encontrarse frente a ella.

Sin embargo, antes de sumergirse de nuevo en las profundidades nebulosas del inconsciente, creyó que la tibia mano que sostenía la suya era demasiado real.

David la vio removerse y abrir los ojos con mucha dificultad, supuso que poco a poco el efecto del somnífero que le dieron estaba disminuyendo y p

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