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Capítulo 40

ERIC

No he dormido casi nada en los últimos cuatro días.

No puedo, ni quiero.

No cuando mi mujer aún esta desaparecida y no tenemos nada remotamente cercano a alguna pista para llegar a ella.

Las pocas veces que he dormido no son más de dos horas y solo se da cuando mi padre o Josefina logran meter sedantes en lo que como o bebo. En consecuencia, mi cabeza me duele. El pecho me duele y mi cuerpo entero duele debido a que no la tengo aquí conmigo.

Mis codos reposan sobre mis rodillas mientras veo por el ventanal.

Puedo sentir a la gente moverse por el despacho, sus voces ideando y planeando nuevas estrategias para poder dar con algo, pero no presto atención a nada.

El Alpha ayer mando un mensaje informando que se retrasaría un día, así que se supone que hoy debería llegar. Y no tengo nada.

–¿Eric?

Escucho la voz de mi padre, pero no volteo.

–Eric, hijo –su meno cayó en mi hombro–. El Alpha llegó a la ciudad, viene en camino.

Asentí, pero continué mirando hacia fuera. Claramente insatis
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