Ezio dejó a un lado la revista de salud que estaba leyendo y miró la pantalla de su celular que había comenzado a sonar. El identificador de llamadas le mostró el nombre de Giovanni, uno de los dueños de la compañía de seguridad que protegía a la familia de su hermana, así como a la de sus amigos. Solo había una razón posible por la que él podría estarle llamando. Se levantó del sillón y se alejó un poco antes de hablar. —Giovanni —saludó—. ¿Tienes la información que te pedí? —Sí —respondió él en tono profesional—. Te la envié al correo hace apenas unos minutos. —Muchas gracias. ¿Hay algo que deba saber? —Por el momento no encontré nada por lo que considerarlo como peligroso. Sin embargo, si fuera tú tendría cuidado. Hay algo que no me cuadra. —Si él lo decía, era porque en verdad había algo en algún lugar. Giovanni tenía un buen instinto para esas cosas—. Mis hombres están al tanto de los aspectos más relevantes y mantendrán un ojo sobre él. Mientras tanto continuaré investigand
Elaide estaba algo nerviosa, podía sentir que Natalia quería decirle algo.Era la primera vez en mucho tiempo que estaban a solas, cada vez que habían estado en una misma habitación alguien más había estado con ellas.Ahora Leonardo y Ezio estaban en la habitación de los niños haciéndoles dormir y ellas se había quedado a preparar la cena. Natalia adoraba cocinar para su familia cada vez que el tiempo se lo permitía y era muy buena en ello.—¿Qué sucede? —preguntó sin poder aguantar más la creciente tensión entre ellas. Natalia levantó la mirada y la observó en silencio por unos segundos.—¿Piensas quedarte esta vez? —preguntó ella—. Te aprecio bastante, Elaide, pero amo a mi hermano y me preocupo por él. No quiero volver a verlo lastimado.Entendía las inseguridades de Natalia, no podía culparla por desconfiar. Solo el tiempo curaría las heridas que con sus acciones había provocado.—Ezio siempre ha sido claro respecto a sus sentimientos. —Natalia sonrió—. Todavía recuerdo el momen
Elaide no hizo nada por disimular su emoción. Su entrevista con la compañía de videojuegos había ido mejor de lo esperado.Sentía que había sido una eternidad desde que la idea de su primer videojuego surgió. Todavía lo tenía guardado en una memoria porque siempre significaría algo importante para ella, pero este proyecto era diferente.Sus conocimientos habían mejorado bastante en los últimos años y le habían permitido darle una calidad increíble a su videojuego.Era algo difícil creer que pronto su trabajo se comercializaría por todo el país y que ahora tenía un trabajo a tiempo completo en la compañía de sus sueños. Seguro que no había sido para nada fácil, pero cada maldito segundo había valido la pena.—¿Y? —preguntó Elena—. ¿Cómo te fue?La miró en silencio y lentamente comenzó a sonreír.—Les encantó.Su amiga soltó un chillido, pero se tapó la boca al recordar que estaban en un lugar público. —Me alegro por ti —dijo ella abalanzándose a sus brazos—. Tenemos que celebrar. Lla
—No esperaba verte por aquí —dijo Ezio mirando a Ignazio.Primero en la pastelería y ahora en un restaurante muy lejos de donde se supone que vivía. Algunos lo llamarían coincidencia, él casi podía apostar que eso no tenía nada que ver.Si antes había tenido dudas sobre sus intenciones, ahora estaba más que seguro de que no debían de ser buenas. Si tan solo supiera que era lo que se traía entre manos.—Me reuní con un amigo cerca de aquí y él me recomendó este lugar.El hombre no parecía ni un poco contento de verlo allí, había un brillo de desagrado en sus ojos que no se había asegurado de ocultar.Alguien le había dicho una vez que la maldad que emanaba de una persona era difícil de pasar por alto, sin importar cuanto esta se esforzara por ocultarlo detrás de fingidas sonrisas y buena educación.—¿No te acompañó?—Tenía algunas que hacer —respondió Ignazio con una sonrisa que para nada era sincera.—¿Por qué no ordenamos? —intervino Elaide.Asintió aun evaluando con la mirada a Igna
—Tus costillas sanaron a la perfección —dijo el doctor mirando la radiografía en sus manos—. Así que está es nuestra última cita. Ezio sonrió ante las palabras del doctor, había esperado por ellas desde el día que salió del hospital y cada día se había hecho una eternidad. Aunque si lo veía en retrospectiva, no parecía tanto ahora que había llegado al final. —Gracias por todo, doctor —dijo.Se levantó y le ofreció la mano.—No hay de qué. Envíele mis saludos a su novia y asegúrese de agradecerle también. Estoy seguro que, de no ser por ella, no se habría recuperado tan rápido. El doctor estaba en lo cierto. Elaide había estado detrás de él en todo momento, asegurándose de que tomara su medicación y que realizara sus ejercicios de rehabilitación. Y podía decir con certeza de que no había sido el trabajo más fácil del mundo.Ezio no era un paciente ejemplar. Se había quejado cada vez que podía, tal vez solo por ver a Elaide fruncirle el ceño. Se veía tan adorable cuando comenzaba
Ezio se detuvo y le retiró la camiseta. La lujuria brillaba en sus ojos de la misma manera que debían de brillar en los suyos. Él se inclinó y se llevó a la boca uno de sus senos. El toque húmedo, pero ardiente, le arrancó un gemido. Enredó los dedos en su cabello, sujetándolo contra ella. Él entendió lo que quería aun cuando no lo dijo con palabras. Una de las manos de Ezio subió a su otro seno y jugó con su pezón mientras mantenía la boca en el otro. La sala se llenó de sus gemidos, apenas podía hacer algo para contenerlos y no había nadie cerca como para que le importara guardar silencio. Podía sentir su corazón latiendo a toda velocidad, mientras el calor consumía su cuerpo. Ezio soltó dejó de torturar sus senos y arrastró su boca hacia arriba rozando su piel en el camino. Cuando sus labios se encontraron con los suyos, acarició con su lengua su labio inferior pidiéndole permiso para abrir su boca. Elaide no dudó en dárselo. —Tu sabor es adictivo —musitó él sobre sus labios
Ezio despertó en medio de la noche sobresaltado. No estaba seguro del motivo, quizás una pesadilla, aunque no podía recordar que había estado soñando. La luz de la luna entraba por la ventana e iluminaba toda la habitación. Miró a Elaide que aun dormía imperturbable y se sintió más tranquilo. De sus labios salía un ligero ronquido y sus cabellos cubrían su rostro. Estiró la mano para hacerlos a un lado. Ella ni siquiera se inmutó ante su contacto. Debía de estar realmente cansada. Un sonido llamó su atención y afinó el oído para escuchar mejor. Por los siguientes segundos todo fue silencio y casi lo descartó, pero entonces volvió a suceder. Eran… ¿pasos? Venían a de afuera de la cabaña y eran demasiado suaves como para discernir si se trataba de una persona o algún animal. No sería la primera vez que algún animal salvaje se acercaba a la cabaña, con frecuencia venían de noche cundo todo estaba en silencio y se aburrían después de un tiempo. Todos sus sentidos se pusieron en ale
Elaide se sentía más y más nerviosa con cada segundo que transcurría y que no recibía ninguna noticia de Ezio. ¿Qué podía estarle tomando tanto tiempo? ¿Y si algo había salido mal? —¿Dónde está él? —preguntó mirando al jefe del equipo de seguridad de Ezio. El hombre, quien estaba sentado detrás del volante del vehículo en el que se encontraban, la miró a través del espejo retrovisor. —Estará aquí pronto. No se preocupe. «¿Qué no me preocupe? —quiso gritar—. Es fácil para usted decirlo». Desvió la mirada hacia la ventana antes de perder los estribos. Con suerte dejaría de preocuparse en cuanto viera que Ezio estaba bien. Se sintió transportada hasta un tiempo atrás cuando todo se había convertido en un desastre. *** Elaide se despertó al presentir que Ezio no estaba a su lado. Mucho antes de comprobarlo con sus propios ojos, estaba segura de que así era. Podía sentir su ausencia, de la misma forma que podía sentir su presencia cuando el entraba en alguna habitación en la que ell