—No esperaba verte por aquí —dijo Ezio mirando a Ignazio.Primero en la pastelería y ahora en un restaurante muy lejos de donde se supone que vivía. Algunos lo llamarían coincidencia, él casi podía apostar que eso no tenía nada que ver.Si antes había tenido dudas sobre sus intenciones, ahora estaba más que seguro de que no debían de ser buenas. Si tan solo supiera que era lo que se traía entre manos.—Me reuní con un amigo cerca de aquí y él me recomendó este lugar.El hombre no parecía ni un poco contento de verlo allí, había un brillo de desagrado en sus ojos que no se había asegurado de ocultar.Alguien le había dicho una vez que la maldad que emanaba de una persona era difícil de pasar por alto, sin importar cuanto esta se esforzara por ocultarlo detrás de fingidas sonrisas y buena educación.—¿No te acompañó?—Tenía algunas que hacer —respondió Ignazio con una sonrisa que para nada era sincera.—¿Por qué no ordenamos? —intervino Elaide.Asintió aun evaluando con la mirada a Igna
—Tus costillas sanaron a la perfección —dijo el doctor mirando la radiografía en sus manos—. Así que está es nuestra última cita. Ezio sonrió ante las palabras del doctor, había esperado por ellas desde el día que salió del hospital y cada día se había hecho una eternidad. Aunque si lo veía en retrospectiva, no parecía tanto ahora que había llegado al final. —Gracias por todo, doctor —dijo.Se levantó y le ofreció la mano.—No hay de qué. Envíele mis saludos a su novia y asegúrese de agradecerle también. Estoy seguro que, de no ser por ella, no se habría recuperado tan rápido. El doctor estaba en lo cierto. Elaide había estado detrás de él en todo momento, asegurándose de que tomara su medicación y que realizara sus ejercicios de rehabilitación. Y podía decir con certeza de que no había sido el trabajo más fácil del mundo.Ezio no era un paciente ejemplar. Se había quejado cada vez que podía, tal vez solo por ver a Elaide fruncirle el ceño. Se veía tan adorable cuando comenzaba
Ezio se detuvo y le retiró la camiseta. La lujuria brillaba en sus ojos de la misma manera que debían de brillar en los suyos. Él se inclinó y se llevó a la boca uno de sus senos. El toque húmedo, pero ardiente, le arrancó un gemido. Enredó los dedos en su cabello, sujetándolo contra ella. Él entendió lo que quería aun cuando no lo dijo con palabras. Una de las manos de Ezio subió a su otro seno y jugó con su pezón mientras mantenía la boca en el otro. La sala se llenó de sus gemidos, apenas podía hacer algo para contenerlos y no había nadie cerca como para que le importara guardar silencio. Podía sentir su corazón latiendo a toda velocidad, mientras el calor consumía su cuerpo. Ezio soltó dejó de torturar sus senos y arrastró su boca hacia arriba rozando su piel en el camino. Cuando sus labios se encontraron con los suyos, acarició con su lengua su labio inferior pidiéndole permiso para abrir su boca. Elaide no dudó en dárselo. —Tu sabor es adictivo —musitó él sobre sus labios
Ezio despertó en medio de la noche sobresaltado. No estaba seguro del motivo, quizás una pesadilla, aunque no podía recordar que había estado soñando. La luz de la luna entraba por la ventana e iluminaba toda la habitación. Miró a Elaide que aun dormía imperturbable y se sintió más tranquilo. De sus labios salía un ligero ronquido y sus cabellos cubrían su rostro. Estiró la mano para hacerlos a un lado. Ella ni siquiera se inmutó ante su contacto. Debía de estar realmente cansada. Un sonido llamó su atención y afinó el oído para escuchar mejor. Por los siguientes segundos todo fue silencio y casi lo descartó, pero entonces volvió a suceder. Eran… ¿pasos? Venían a de afuera de la cabaña y eran demasiado suaves como para discernir si se trataba de una persona o algún animal. No sería la primera vez que algún animal salvaje se acercaba a la cabaña, con frecuencia venían de noche cundo todo estaba en silencio y se aburrían después de un tiempo. Todos sus sentidos se pusieron en ale
Elaide se sentía más y más nerviosa con cada segundo que transcurría y que no recibía ninguna noticia de Ezio. ¿Qué podía estarle tomando tanto tiempo? ¿Y si algo había salido mal? —¿Dónde está él? —preguntó mirando al jefe del equipo de seguridad de Ezio. El hombre, quien estaba sentado detrás del volante del vehículo en el que se encontraban, la miró a través del espejo retrovisor. —Estará aquí pronto. No se preocupe. «¿Qué no me preocupe? —quiso gritar—. Es fácil para usted decirlo». Desvió la mirada hacia la ventana antes de perder los estribos. Con suerte dejaría de preocuparse en cuanto viera que Ezio estaba bien. Se sintió transportada hasta un tiempo atrás cuando todo se había convertido en un desastre. *** Elaide se despertó al presentir que Ezio no estaba a su lado. Mucho antes de comprobarlo con sus propios ojos, estaba segura de que así era. Podía sentir su ausencia, de la misma forma que podía sentir su presencia cuando el entraba en alguna habitación en la que ell
—El hombre que estaba siguiendo a Ignazio se puso en contacto con nosotros minutos antes de que usted nos llamara —informó Santino mientras conducía rumbo a la cabaña—. Al parecer él logró engañarlo. Entró a su departamento y se las arregló para salir a escondidas.—Tenía todo planeado —dijo Ezio. —Lo mantendremos bajo nuestra vigilancia durante el resto de la noche y mañana a primera hora lo entregaremos a las autoridades. —Santino los miró por el espejo retrovisor—. Ellos querrán hablar con ustedes.—Estamos al tanto. Por favor, ponte en contacto con los detectives a cargo de la investigación de mi accidente.—Está bien.Elaide todavía estaba procesando que Ignazio era quien había cortado los frenos del coche de Ezio.—Y asegúrate de que todo se mantenga de bajo perfil.—Así se hará.La cabaña apareció en el horizonte. Todas las luces estaban encendidas y había algunos hombres alrededor.—¿Llamaron al médico? —preguntó mirando a Santino.—Él está por llegar.—Te dije que estoy bie
—¿Cómo sonaba él? —preguntó Elaide girándose a verlo. Estaban en el auto rumbo a la casa de Adriano. Habían salido de la cabaña cerca del mediodía y primero habían pasado por su departamento para dejar sus cosas. —Como si fuera a aparecerse en la cabaña si no asistíamos a la cena de hoy para ponerle al tanto de lo sucedido —dijo Ezio con una sonrisa. «Como si él no lo supiera ya —pensó» —Eso no me tranquiliza. —Elaide lo fulminó con la mirada. No pudo evitar inclinarse y robarle un beso. Sonrió con satisfacción al ver lo rápido que ella se olvidaba de todo lo demás y se relajaba en sus brazos. —No necesitas estás preocupada —musitó cuando se separaron. —Estamos hablando de nuestras familias. Si recuerdas como son ¿verdad? —Elaide fingió un escalofrío—. Nunca se sabe que reacciones esperar de ellos, empezando por mi hermana. Me gustaría evitarles el agobio, pero eso de seguro no sucederá. —Adriano prometió no decirle nada a tu hermana, al menos por las próximas horas. Pero reca
—Sé que estás tramando algo —dijo Elaide con total seriedad esperando que Ezio confesara. Estaba segura de que le estaba ocultando algo. Después de tantos años conociéndolo, no le era muy difícil saber cuándo él se traía algo entre manos. Si tan solo pudiera saber de qué se trataba. —¿De qué hablas? —Él frunció el ceño y la miró con extrañeza. Su actuación casi la convenció. Se quedó en silencio analizando sus movimientos. Él continuó revolviendo la salsa que hervía a fuego lento en la estufa como si nada. Después de las locuras a las que se habían visto sometidos en los últimos meses, su vida por fin parecía haberse normalizado. El caso de Ignazio estaba en manos de las autoridades y con todas las pruebas que ellos tenían en su contra, no había duda de que el juzgado le daría un buen tiempo detrás de rejas. Elaide se había incorporado a su nuevo trabajo y estaba más que contenta allí. Tenía que ir a la oficina tres días a la semana y el resto del tiempo podía trabajar desde ca