Transcurrieron unas cuantas semanas en las que vivimos en esa casa, y lo disfrutamos bastante. Pues mientras en el exterior se vigilaba constantemente y había hombres custodiando la casa día y noche, en el interior el ambiente era distinto. Tarren y yo gozábamos ver crecer a nuestra hija, y pasábamos el mayor tiempo posible juntos. Él solo salía ocasionalmente, y era únicamente para hablar con Noé sobre la posible ubicación de Arawn. Una tarde salió y por primera vez me dejó sola en la noche, pero al amanecer escuché abrirse la puerta. Al principio temí y me acerqué a ella conteniendo el aliento. Pero cuando Tarren entró, de inmediato fui a su encuentro. Él me sonrió y se hizo a un lado para dejar entrar a alguien más. Yo me detuve en el acto, observando aparecer a mi papá. —Mi pequeña.... —dijo al verme frente a él. Me tembló el labio inferior, pero no lloré. Solo sonreí nostálgicamente y me aproximé para abrazarlo. Él me recibió, feliz y tan emocionado como yo. —Esperé tanto pa
Mi padre se quedó con nosotros una semana, luego Noé fue por él y dijo que regresarían a la fortaleza del Alfa, pues habían recibido noticias de que Arawn rondaba el pueblo. Tarren y yo nos quedamos un par de semanas más en esa casa, hasta que sus hombres le comunicaron que no habían encontrado a Arawn. Entonces, visitamos una última vez al médico y él al fin nos dio la noticia de que el peligro había pasado y nos permitió viajar. Esa misma tarde empacamos un par de maletas y Tarren ordenó traer un auto. Algunos de sus hombres se quedaron para deshacerse de todo lo que había en la casa, mientras que otro grupo se adelantó para recibirnos en la fortaleza. —Vayamos a casa, Cyra —me dijo tomándome de la mano una vez, antes de encender el coche y tomar la carretera. Condujo durante toda la noche, y aunque yo quería hacerle compañía, el sueño me ganó y terminé durmiendo durante todo el trayecto. Cuando abrí los ojos, solo lo hice porque el auto se detuvo brucamente y el cinturón de seg
Toqué mi vientre, deseando más que nada salir y poder ayudar a mi esposo de alguna manera. Estaba solo, rodeado de lobos y un psicópata junto a un traidor. Pero, sabía que yo de nada le serviría a su lado, solo arriesgaría mi vida y la de mi hija. Así que, solo me quedó rogar algún milagro. —No sabes nada de Cyra, Víctor... —Sé que es la reencarnación de su antigua mujer, Alfa —le dijo él—. Sé que es Diane Dane. Pero, eso no importa, porque al final ahora es solo humana. Tarren lo miró, luego negó y esbozó una decepcionada sonrisa. —Tú eras mi principal apoyo. Sin parecer arrepentido, Víctor negó y le dio la espalda al Alfa por primera vez. —Señor Arawn, acabé con esto rápido. En cualquier momento la manada se dará cuenta y vendrán aquí. Arawn asintió, mientras tanto, Víctor miró hacía mí, hacia el coche. —¿Allí está la Luna humana? Me desharé de ella... Tarren trató de avanzar al tiempo que gritaba: —¡Ni se te ocurra acercarte a ella! Pero antes de poder dar dos pasos, lo
—Zaid, para el coche. Detente ya. Él rió y le dio un sorbo a la botella de licor. Se suponía que viajábamos por carretera para celebrar el cumpleaños de mi novio, pero hasta ahora solo discutíamos, y romper parecía ser lo único que quedaba. Sin embargo, yo no quería, no estaba lista. —¿No crees que es suficiente? Ya no quiero discutir, Cyra. Sintiendo un picor en los ojos y unas increíbles ganas de llorar, frené la discusión y miré por la ventanilla del coche. Era más de medianoche y fuera había una gran luna llena en el cielo nocturno, era brillante y enorme. Exhalé con una esfera de pena en la garganta y desplacé los ojos al oscuro bosque al costado de la carretera. Pero al ver esos árboles sin forma, todo comenzó a cambiar. Primero vi una gran sombra aproximarse desde un costado de la ruta, corría veloz y en dirección a la carretera. Directo hacia nosotros. Mientras tanto, tras la primera sombra emergieron repentinamente del bosque otras 3, eran figuras grandes que corrían a
Entreabrí los parpados, con los sentidos aturdidos. Sobre mi cabeza, había un techo blanco y una lampara cegadora. Escuchaba un pitido en los oídos y sobre él, el bib bib de un monitor cardiaco, y más allá, una conversación. Era sobre mí. —¿Un accidente de auto? —inquirió una voz de mujer—. ¿Usted es pareja de la paciente? Y una grave voz masculina dio una respuesta rotunda: —No. No somos nada. —Entonces tendré que informar a la policía... Escuché una irritada maldición. —Solo ayúdela en silencio. A cambio, le pagaré lo suficiente, lo que valga su discreción. Hubo un momento de silencio y tensión tras su propuesta. Yo parpadeé lento, sin poder moverme. Ya no sentía dolor, pero aun podía sentir que me vida escapaba. —En ese caso, necesitaré de su ayuda —accedió la mujer, una doctora—. Por fortuna para la paciente, el cristal no perforó un órgano, pero sí está perdiendo mucha sangre. Podría morir desangrada, necesitará una transfusión. Sobre mi rostro, había una mascarilla de o
Abrí los ojos y me encontré sola en la habitación de esa clínica. Pensé que toda la conversación de esa noche anterior había sido irreal, producto de mi alta fiebre. Sí, Tarren no existe. Me convencí, aun agotada. Y sí existe, no es un lobo. Los hombres lobos no son seres reales, ¡son un absurdo mito arcaico!Con debilidad toqué mi costado con una mano. Allí, donde el trozo de cristal había perforado mi piel, había un vendaje. Aun sentía un ligero dolor, pero era nada en comparación a lo que había sufrido horas antes. Exhalando en la mascarilla, miré entrar a la doctora. Ella sonrió al verme despierta. —Felicidades, señorita, logró sobrevivir. Debió ser un horrible accidente. Acercándose, revisó mis reflejos y estudió el vendaje. Luego suspiró y asintió, satisfecha. —Todo está bien. Ahora descansé. Sé quedará aquí unos días, hasta que se recupere. Luego usted y su novio podrán irse. ¿Novio? Automáticamente recordé a Zaid. Habíamos discutido, y planteado terminar nuestra relació
“... En este mundo, el amor conecta a los humanos, a las parejas. Pero, más allá, en mi mundo, el intercambio de sangre es lo que marca la unión entre un hombre lobo y su mujer...” Apreté los dientes, sintiendo el filo del cuchillo en mi piel, la punta de la hoja presionando poco a poco. Dolorosamente lento. —¡¿Te atreves a amenazar la vida de tu Alfa?! —estalló el hombre que me había llevado hasta allí, con sus grises ojos refulgiendo en ira—. ¡Agudiza tus sentidos, Makya! ¡Ella tiene mi sangre, es mi Luna, y su vida es la mía! En cuanto Tarren dijo todo esto, la hoja del cuchillo se alejó de mi piel. La mujer detrás de mí me soltó, como sí yo la quemará. Mientras ella apretaba los puños a los costados, yo me dirigí hacia el único lugar seguro allí, hacía el Alfa. Él me empujó detrás suyo, manteniéndome a resguardo de esa chica. —Es una Luna, Mi Luna —enfatizó—. No puedes amenazar su vida, Makya. Hacerlo sería desafiarme. Ella apretó el cuchillo en su mano, y además de furia, v
“A pesar de ser humana, mi Luna me dará descendientes. Puedo jurarles qué pasará. Cyra Dane, mi Luna, me dará herederos. Y lo hará pronto”. ¿Hijos? ¿Por qué decía algo así? ¿Era la única forma de mantenerme a salvo? Sentí la sangre subir hacía mi rostro, llenándome de vergüenza. —¿Tan seguro está de qué su Luna humana podrá darle hijos, Alfa? —la voz de Víctor estaba cargada de escepticismo—. Humanos y hombres lobo no pueden procrear, es imposible, y lo sabe. ¿Por qué asegurar que ocurrirá? Todos asintieron, de acuerdo con él. Pero Tarren mantuvo su rostro serio, impasible, y repitió: —Les puedo prometer que esta mujer humana dará a luz a mis descendientes —su mano apretó la mía frente a todos, hasta que ellos vieron el antiguo y valioso anillo que él mismo había puesto en mi dedo—. ¿Creen que no sé lo importante que es mi linaje como Alfa? No hace falta que se preocupen por mí, ni por mi Luna. Así que dejen de amenazar su vida. Mientras todos susurraban la imposible promesa de s