La verdad (II)

Y olvidaría el hecho de que una vez había besado a Hades Romaniz.

Debería haber confiado en Theo. Pero no podía. Tenía que anteponer su seguridad. Todavía tenía un plan, aunque arriesgado. Y podría tener que ponerlo en práctica. Y si iba a funcionar, nadie tenía que saberlo. Era mío, sólo mío y de nadie más. No trataba con aficionados. Y aprendería a no serlo tampoco.

La boca de Theo bajó por mi cuello, donde me besó suavemente, marcando con la punta de la lengua cada centímetro que exploraba. Luego subió hasta la zona detrás de mi oreja, sabiendo lo mucho que me gustaba. Gemí cuando sus manos rodearon mis dos pechos al mismo tiempo, apretándolos.

Theo me soltó y se quitó los pantalones, tirando de mí hacia él mientras me arrancaba los míos, haciendo que el botón salier

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