Era mío desde (II)

- No... No lo has sido. De hecho, has sido todo menos dura. Me pregunto si puedes... Ser duro. Después de todo... Han pasado menos de diez minutos. Me pregunto si... ¿No podrías levantarte? - Arqueé una ceja provocativa.

- No vales nada, rayito de sol.

- ¡"Estás lejos de ser mi sol"! ¿Recuerdas esa frase? Seguro que no, porque la dijiste y no me hiciste caso. ¿Crees que no tengo sentimientos? ¿Que aquí no late un corazón? - Me toqué el pecho. - Estoy harto de que me trates así.

Theo se frotó la cara nerviosamente. Luego me agarró por los hombros y se acercó tanto que nuestras narices casi se tocaban. Nuestras miradas se quedaron fijas el uno en el otro y entonces preguntó:

- ¿Qué quieres de mí? - Su voz era débil y casi suave. - Que... ¿Enloquecer?

No dije nada. Cerré los ojos y apreté los labios, rezando interiormente a Dios para que me contuviera. La punta de su nariz tocó por fin la mía y lo sentí, tan cerca como no habíamos estado en mucho tiempo. Las manos de Theo recorrieron mi
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