—Ahora están muy alterados, es normal por lo que están realizando. —decidí respirar—. Pasen el día de hoy para pensar, me pueden llamar para informar cualquier decisión.—Gracias, doctora.Inés estaba callada. Volvimos a la sala de espera en silencio, ahora faltaba que nos llamaran para el otro turno de la toma de las muestras del cerebro.—Clari, respeta mi decisión, no quiero mortificar más a mis muchachos, ellos ahora necesitan concentración y yo no quiero ser una carga más.—No te voy a segundar en esto. Te daré esta semana, el próximo lunes, si no les has dicho a todos yo lo haré, eso sí, a las chicas les digo en la tarde.—Solo pídeles que no les digan nada a sus maridos. Tienes razón en decir que debo decirles, pero no ahora.Se le quebró la voz y yo con lo llorona que soy me puse a llorar también, de todas sus nueras convidó a la que o le daría fuerzas, yo me pongo a la par a llorar con ella.Nos llamaron, ingresó a su chequeo, mi celular sonó y era Roland.—Hola, Clari.—Hola
El cuarto de Inés siempre, en la casa en la que yo viva era como un mini apartamento, un área del primer piso lo acondiciono para que siempre esté cómoda. Ingresamos a lo que era su propiedad, hay una sala pequeña, un comedor de cuatro puestos, un baño externo y el principal en su habitación. Tocamos a la puerta.—¡Adelante!Victoria tenía a la abuela con todos sus juguetes de medicina, ella tenía en su cuello el estetoscopio rosado. Inés estaba feliz.—Me dijeron que tienes dolor de cabeza. —afirmó.—Sí, pero eso fue recién llegué del médico, ahora mi doctora particular ya me curó. —Victoria sonrió y vino a saludarme.—Hola, papito.—¿Ya hicieron las tareas?Los dos afirmaron. En ese momento llegó Verónica, su rostro era de preocupación, miró a mi vieja y luego compuso su actitud.—Me dijeron que llegaste con dolor de cabeza.—Pero ya se lo quité mami. —Los tres adultos nos reímos.—Si no hay nada de que preocuparse, les informo que nos vamos a Saint John, la capital de las islas Ant
Mi celular sonó y era videollamada de mi esposo.—Lobito, no ha pasado ni media hora, acabamos de bajar las maletas de la camioneta de Arnold.—Solo quería saber si llegaron bien al aeropuerto. —Tenía a mi hijo metido en su canguro. —Si amor, ya Arnold salió a buscarlos para irse a Blanco.—Mira a mamá.Mi bebé de cuatro meses hizo caritas. Cada día que pasa, le agradezco a la divina providencia el que Kevin llegara a mi vida, dos seres dañados por diferentes circunstancias y ser consciente de la magia del amor como restaura, Cristofer era la prueba de ellos, amo tanto mi hogar.—Te amo, voy a saludar a las chicas.Llegamos al lugar donde esperaban el resto. No tengo idea a ciencia cierta qué fue lo que pasó y por qué estamos aquí. Por lo que haya sido, voy a conocer una de las islas más bellas del Caribe.—Hola, Vero. —saludé a cada una.—Ya debemos ingresar. ¿Cómo lo tomó Kevin?—Tranquilo, así no me diga nada, sé que no está muy contento, inspeccionó lo que traje, pero no me hizo
—¿Me creen si les digo que no debimos dejar ir a nuestras mujeres? Desde esta mañana que la vi subir en el carro de Verónica… no sé qué sentí.—No me jodas ahora con eso, Gustavo.Comenté, pero yo también sentí lo mismo y por eso pedí el permiso a Any por si tenía que salir si llega el caso. En ese momento sonó un boquitoquis.—¡Lomando dos amando a papá!Todos miramos a Arnold, quién muy serio sacaba el aparato y le respondía a Demetrio.—Comando uno, ¿qué necesitas hijo?Todos soltamos una carcajada, no por burlarme, a mí me dio nostalgia al recordar que hace más de un año no juego eso con mis hijos. Gregorio también mostró sus encías con tres dientecitos al verme reír, cargaba al niño, que lo llevo metido en su canguro.La conversación continuó entre padre e hijo mientras llegábamos al ascensor, por lo que entendí; Demetrio decía que él no le dañó la muñeca a Dayana, dijo que ese juguete ya estaba dañado. Arnold solo suspiró y habló con su hija, la calmó diciéndole que él le compra
El puto hijo de Medrano era la gonorrea que quiere jodernos a través de nuestras mujeres. A ese carajito aún le falta mierda encima para alcanzar nuestro nivel de pilas de mierda. No sabe con quién se estaba metiendo. Esto era vil venganza. Pero no se van a meter con mi Pequeña. Tocan a Diana y los pongo a hervir en aceite.No vamos a dejarlas solas, ya nos preparábamos con el equipo. Cada uno en su bolso mete lo que cree conveniente en su especialidad. Churrusco quedará siendo nuestros ojos desde el satélite y para lo que necesitemos, no ha dejado de abrazar a su hijo que ahora estaba dormido en sus brazos.No sé si fueron ideas mías, pero desde que está con Grego, su motricidad se ve mucho mejor, creo que es el miedo a que se le caiga su hijo lo que ha evitado el no torcer tanto las manos, ahora las domina a la perfección. Rino tomó su maletín médico.—Patrón, ¿llevaremos los trajes? —miramos a Roland, en esta ocasión viaja con nosotros.—No. No podemos dejar entre ver que somos los
Una vez llegamos hicimos todos los movimientos y nos equipamos de lo que necesitábamos. Me urge tener a Gladis entre mis brazos. Cebolla y Cereza siempre se encargan de tener lo necesario en transporte para lo que se presente, en esta ocasión se llevaron a Zombi.En el mismo avión en el que llegamos ahora lo estaban cargando de combustible, por un par de horas no los veremos, pero a su regreso hasta helicóptero tendremos de ser necesario. Mientras Rata y mi persona nos encargábamos del armamento.Una vez con lo necesario en los carros que consiguieron nuestros encargados de transporte, nos movilizamos, pasamos por dos carros más. Kevin se bajó para conducir uno y Arnold el otro.En promedio era la cantidad necesaria por si debíamos salir con nuestras esposas; cinco en cada auto. —faltaba Churruscó, pero sé que no se moverá de los monitores, él nos ayudará siendo nuestros ojos a través del satélite. Nos instalamos en tres hoteles, yo me puse en el que está a la izquierda de donde est
—Si veo un caso más fuera de contexto, lo llamo.Ingresé al baño, bajo el agua saqué el sudor de mi cuerpo, al salir me vestí lo más rápido que pude, Verónica estaba en el balcón, nuestra habitación quedaba al frente de la calle. Saqué mi arma y la guardé en la pretina de mi jean, la cubrí con mi camiseta larga.—¡Luisa! —llamó Verónica.—¡Dime!Al salir al balcón, ya es una costumbre cuando me siento amenazada, por entrenamiento hice un escaneo del entorno. Ventanas abiertas de las habitaciones de al frente.—Se han bajado doce hombres de tres carros diferentes. ¿Eso es normal? —negué, al mirar los carros que estaban parqueados vi el de esta mañana.—Ese fue el carro que me siguió. ¡Salgamos de aquí Verónica! —tomé mi celular, llamé a mi marido, contestó en la primera timbrada.—Pelinegra.—Amor, ayer le tomaron fotografía a Carlina y a tres más de nosotras en el baño del aeropuerto de San Antonio, al llegar nos recibieron varias personas entre esas; cuatro hombres que tenían cara de
Llegamos como lo que somos, unos hijos de puta. Esta mañana, cuando Pecosa logró conseguir la dirección, mientras eran trasladadas a este lugar, nosotros continuamos con lo previsto. Hicimos a un lado la noticia de Inés sobre el cáncer —mejor no pienso en eso, debemos tener los cinco sentidos.Lo cierto es que ahora tenemos un helicóptero en el helipuerto en la casa más cercana a un par de kilómetros de aquí, los carros también los dejamos en ese lugar, pagamos y nos permitieron tenerlos ahí. En un par de horas, cuando nos acomodemos en nuestras habitaciones, van por los cinco carros blindados alquilados.El yate solo fue para que el capo llegara y estas gonorreas se mearan del susto, así le pueden decir al sapo a ese culicagao con ínfulas de traqueto, el cual ya maneja los negocios de su padre.Lástima que se metió con los trastos de la iglesia y osó tener la brillante idea de querer secuestrar a mi mujer, a mi madre, a mi hermana, a Inés y al resto de mis comadres. Eso sí que fue or